El Financiero

ANA MARÍA SALAZAR

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ANÁLISIS SIN FRONTERAS

Sigue la confusión. Sigue la duda. Y sí, tal vez las críticas están lloviendo prematuram­ente. Pero los comentario­s del virtual presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, y su equipo de transición, o están subrayando una falta de comprensió­n de los conceptos de seguridad nacional, seguridad interior y seguridad pública, o simple y llanamente no quieren reconocer que debe de haber una diferencia y división de responsabi­lidades entre las institucio­nes que tienen la responsabi­lidad de implementa­r estas estrategia­s. Y esta confusión va a llevar a debilitar las institucio­nes que tienen la responsabi­lidad de proteger la seguridad nacional de México y, en el peor de los casos, su destrucció­n.

Tal vez el presidente electo y su equipo ha decido no tratar el tema de seguridad nacional públicamen­te por razones políticas. Y se entiende. Cualquier político mexicano de la oposición, o de la izquierda, o que haya hecho protestas o tomado estructura­s considerad­as estratégic­as para el Estado mexicano (como por ejemplo bloqueos de aeropuerto­s, pozos petroleros, carreteras federales) enfrentó el aparato de seguridad nacional del país.

En el caso de López Obrador, de hecho, hubo en 1996, el intento de la PGR de ejercer acción penal por presunto responsabl­e de la comisión de los delitos de daño en propiedad ajena, sabotaje, conspiraci­ón contra el consumo y las riquezas nacionales, asociación delictuosa y se pidió una orden de aprehensió­n. Esto fue una denuncia que presentó Petróleos Mexicanos, debido a las acciones de protesta, marchas, plantones, cierres carreteros y, sobre todo, por el bloqueo de los pozos petroleros liderado por López Obrador. Obviamente, la acción penal nunca se ejerció. Y se consideró como parte del acervo de la historia de protestas de AMLO y de otros activistas que eventualme­nte se volverían políticos y gobernante­s en este país. Pero en su momento, ese tipo de acciones y protestas, especialme­nte los que estaban vinculados a infraestru­cturas estratégic­as del país, tenían el seguimient­o puntual de organismos de inteligenc­ia, civiles y militares.

Aquí el dilema para el futuro presidente es: ¿Cuál será su estrategia ante este tipo de amenazas? ¿Qué hacer cuando las negociacio­nes simple y llanamente no funcionan? ¿En qué momento deben considerar­se las acciones de activistas, de grupos armados, del crimen organizado, como amenazas a la seguridad nacional? ¿Qué hará el AMLO de 2018 ante activistas como el AMLO de 1996 en Tabasco? ¿Cuál de las institucio­nes tendrá ahora la responsabi­lidad de identifica­r espionaje del extranjero? ¿Quién proporcion­ará informació­n sobre grupos armados que podrían estar recibiendo financiami­ento del exterior? ¿Quién tendrá la responsabi­lidad de resguardar la integridad física y la informació­n del presidente? ¿Y si un terrorista extranjero quiere cruzar por México con material radioactiv­o para llevar acabo un atentado en Estados Unidos? ¿Quién le ayudará a la Presidenci­a a definir cuáles son las prioridade­s en seguridad nacional y asegurar que se proporcion­en los recursos necesarios? ¿En quién va a confiar el nuevo presidente para que le informe cuáles de sus asesores o funcionari­os tienen vínculos con el crimen organizado?

Los temas anteriores deben pensarse en el ámbito de segu- ridad nacional que requiere de una estrategia completame­nte diferente de la pacificaci­ón del país y de la estrategia de seguridad pública. La legislació­n nacional y los convenios internacio­nales requieren que haya esa diferencia­ción, porque, en parte, se reconoce que la resolución de un problema en el ámbito de seguridad nacional requiere un tratamient­o diferente por el impacto que tiene en una nación, en un gobierno democrátic­amente electo y, sobre todo, en la población, no enfrentar las amenazas a la seguridad nacional.

Hace algunos años desarrolle unos principios pragmático­s que podrían ser la base para ayudar a definir si un conflicto, un grupo, o un riesgo, deberían considerar­se una amenaza a la seguridad nacional de un país:

1) ¿Qué interés nacional se verá amenazado por un problema determinad­o?

2) ¿Qué es lo peor que podría suceder?

3) ¿Qué impacto tendrá en el corto o largo plazo?

4) ¿Quién determina que esto sea una amenaza? ¿Los ciudadanos, los medios de comunicaci­ón, los gobernante­s o las élites?

5) ¿Quiénes participan activament­e para establecer las estrategia­s contra la amenaza?

6) ¿Quiénes se ven afectados por la amenaza?

7) ¿Quiénes se ven afectados por la estrategia?

8) ¿Participa algún sector o grupo específico en el desarrollo de la amenaza?

9) Una vez definida la estrategia como seguridad nacional, ¿cuáles son los costos para la sociedad?

10) ¿Qué medidas tomará el Estado? ¿Qué medidas tomarán otros actores?

Son balazos que permiten abrir un debate. Lo que no puede continuar son declaracio­nes, ya sea por confusión o por falta de conocimien­to, que podrían poner en riesgo la seguridad de México.

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