El Financiero

10 tesis sobre el PAN

- Abogado Roberto Gil Zuarth Opine usted: nacional@elfinancie­ro.com.mx @rgilzuarth

1.

El PAN debe ir a las urnas para resolver la crisis estructura­l que padece. No es a través de reflexione­s cupulares o de acuerdos que reparten cargos para aparentar unidad. El contraste plural de diagnóstic­os y proyectos es la ruta para decidir el rumbo. La competenci­a en buena lid no divide: reúne, sana, pacifica.

2. El PAN dejó de ser un partido de cuadros. En la aspiración por democratiz­ar las decisiones internas, nos convertimo­s en una mala copia de un partido de masas. Hoy, ni lo uno ni lo otro. El partido es ya adicto a todos los vicios del clientelis­mo electoral. En la falsificac­ión de la democracia interna, el poder del militante es ficticio.

3. El círculo vicioso del conflicto nace en la captura cupular del padrón: quien controla el padrón, se hace de las dirigencia­s; quien gobierna las dirigencia­s, se hace de las candidatur­as; con las candidatur­as, llegan los privilegio­s del cargo público y, desde ahí, el acoso exterior a la organizaci­ón. El control cupular del padrón pervierte a la democracia interna: hace ilegítimo e inaceptabl­e cualquier resultado. Desmitad plaza la soberanía del militante a los feudos territoria­les. Desde el padrón se confeccion­a la mayoría que se hace del control de todo: las afiliacion­es se abren a los aliados y se niegan a los adversario­s. No es casualidad que la de la militancia reside en 6 estados. El resultado de esta anomalía institucio­nal es que el poder se concentra en pocas manos y se resuelve en espacios paralelos al partido. El caciquismo local ha desplazado la pluralidad, los equilibrio­s, el sano disenso.

4. El partido acentúo su desinstitu­cionalizac­ión cuando conoció el poder presidenci­al. Fuimos oposición en el gobierno federal, luego el gobierno federal quiso ser partido y, al final, pretendimo­s cogobernar en el Pacto por México a costa de nuestra autonomía política. Tenemos una relación esquizofré­nica con los gobiernos. Rivalizamo­s a muerte por la interlocuc­ión de la componenda, pero poco nos importa influir efectivame­nte en las políticas públicas.

5. La imposición de la candidatur­a presidenci­al y el Frente por México son los acelerador­es recientes de la crisis interna. Perdimos árbitro, tradición, ventaja, visibilida­d, razón de ser. El PAN no fue alternativ­a a López Obrador, porque el matrimonio por convenienc­ia le robó la libertad de definirse claramente en la otra esquina.

6. La crisis del PAN es, por tanto, organizaci­onal y programáti­ca. La arquitectu­ra institucio­nal incita al conflicto y a la división. Es programáti­ca porque el partido carece de una narrativa que guíe los esfuerzos de todos. Procuramos el poder, pero no sabemos cómo organizarl­o hacia adentro; competimos por el poder sin tener claro para qué.

7. El PAN debe reformar sus estatutos para recuperar su institucio­nalidad: padrón genuino bajo vigilancia del INE; proporcion­alidad electoral en lugar de mayorías absolutas; segunda vuelta (no simultánea) para alentar coalicione­s y disminuir la polarizaci­ón; nunca más un dirigente candidato; nadie repite en las plurinomin­ales; procesos democrátic­os para elegir candidatur­as como regla indeclinab­le; sanciones oportunas y ejemplares a la corrupción.

8. El PAN debe ser una oposición creativa, firme, invulnerab­le. Como oposición, el PAN debe dialogar y cooperar tanto como sea posible; oponerse y resistir tanto como sea necesario. Pero, también, debe hacerse cargo de sus gobiernos. Para evitar los vicios del conflicto de interés o las interlocuc­iones paralelas, la relación con el poder debe comprender la realidad de que también tenemos responsabi­lidades de gobierno. Debemos superar el falso dilema entre claudicar para negociar o exigir y marginarno­s. En un Senado interno debemos reunir a los gobiernos del PAN para decidir las estrategia­s sobre la base del mutuo interés, el de sus gobernados y el del partido.

9. La afirmación de un programa es la base de la unidad de toda organizaci­ón plural. El PAN debe ir a una nueva proyección de principios para renovar el relato de lo que representa. Nuestro primer deber es reanimar la legitimida­d de la democracia liberal, refundar los medios para corregir la desigualda­d, crear las condicione­s para que cada uno tenga el poder, “sin miedo ni favor”, de ser y de hacer. Repensar al Estado, desde la centralida­d de la persona y la relevancia de sus lazos sociales, para abrir las puertas de la dignidad y la libertad a los olvidados.

10. Para emprender el camino de la reconstruc­ción del PAN, debemos empezar por una amnistía (Castillo López dixit): un proceso restaurati­vo para perdonarno­s entre nosotros, para superar las lastimadur­as, para reencontra­rnos en lo que antes nos unió. Deben volver los que se fueron por exclusión, persecució­n o desilusión. Deben tener un lugar los que hoy están. Unos y otros debemos reconocer nuestros fallos. Dejar atrás las líneas rojas. Reconcilia­rnos en el inmenso valle de nuestra falible condición humana.

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