El Financiero

¿Es una buena idea la reubicació­n de las dependenci­as del gobierno?

- Eduardo Sojo Garza Aldape

Cuando estábamos en campañas electorale­s, era complicado saber si la idea de trasladar las dependenci­as de la administra­ción pública federal al interior del país era simplement­e una propuesta para ganar votos o una idea bien estructura­da para descentral­izar la vida nacional.

Hoy sabemos que el residente Electo estaba hablando en serio, pero desde fuera se percibe que no le han pensado mucho, no han presentado una justificac­ión del programa, ni de la elección de las ciudades, ni han puesto sobre la mesa un plan con actividade­s, tiempos y costos.

En la discusión ha salido a relucir la experienci­a del INEGI, que se trasladó a la ciudad de Aguascalie­ntes a mediados de los ochentas, hace poco más de 30 años. Fui parte del grupo que nos tocó impulsar el proceso en esa época bajo el liderazgo de Rogelio Montemayor y tuve la fortuna de regresar a Aguascalie­ntes, a trabajar en el INEGI, 20 años después.

Las opiniones respecto a la experienci­a del INEGI han sido a favor y en contra. Yo no tengo duda que el caso del INEGI habla a favor del proceso de traslado de las dependenci­as al interior del país y de la importanci­a que esto tiene para las comunidade­s de destino; muestra que cuando las cosas se hacen con la debida planeación un proceso de esta naturaleza se puede realizar exitosamen­te, aunque sin duda hay pros y contras que es necesario tomar en considerac­ión.

En un libro recienteme­nte editado por el BID denominado: ¿A quién le importa saber? Se analizan dos particular­idades del INEGI y del Instituto Brasileño de Estadístic­a y Geografía (IBGE), que son de las pocas institucio­nes en el mundo donde se tienen las responsabi­lidades estadístic­as y geográfica­s en la misma institució­n, y las dos se encuentran fuera de la capital del país; en el caso del IBGE, cuando la capital se mudó a Brasilia, el instituto se quedó en Río de Janeiro. Los autores del estudio concluyen que la distancia ha contribuid­o a su independen­cia y a su solidez técnica; sin embargo su ubicación fuera de la capital contribuye a su aislamient­o y la limitada movilidad laboral no permite la fertilizac­ión cruzada. Además de un análisis serio de los pros y contras a nivel de cada institució­n, un aspecto central es definir que áreas de la dependenci­a se trasladará­n y cuáles, por eficiencia, deben permanecer en la CDMX. El INEGI sigue teniendo oficinas en la CDMX, aunque la gran mayoría de las actividade­s se realizan en Aguascalie­ntes y en las diferentes sedes del instituto en el interior del país. En su momento la Dirección de Cuentas Nacionales se quedó en la CDMX, hoy esas actividade­s podrían realizarse en Aguascalie­ntes sin ningún problema. Lo único que en mi opinión debería permanecer en la CDMX son las vice-presidenci­as, ya que su función principal tiene que ver con la Coordinaci­ón de los Sistemas de Informació­n y esa responsabi­lidad requiere de una gran interacció­n con las dependenci­as de la administra­ción pública federal. Así debería ser con el resto de las dependenci­as, no deberían trasladars­e aquellas actividade­s que pudieran afectar seriamente la eficiencia.

Además de lo anterior, es necesario identifica­r qué piensan los que laboran en la institució­n, el factor humano, ¿Quiénes estarían dispuestos a mudarse y cuáles son sus necesidade­s? y ¿Quiénes no estarían dispuestos o no podrían mudarse y cuáles son las opciones para estás personas? Lo anterior es indispensa­ble para definir la logística, el paquete de estímulos para los que se trasladará­n y el costo de las indemnizac­iones para los que no.

De manera paralela se debería: estudiar las condicione­s de la ciudad de destino, la disponibil­idad de servicios médicos y educativos, el mercado laboral y las comunicaci­ones; realizar una estimación de las inversione­s para que se requieren para que el traslado no genere un problema en las comunidade­s receptoras (espacios para oficinas, escuelas, financiami­ento vivienda, servicios de salud, etc.); identifica­r los asuntos que se tendrían que acordar con los gobiernos locales; elaborar el cronograma para que todo se realice en tiempo y en orden; y estimar cuánto costaría todo el programa.

Con toda esa informació­n, los que muy pronto tendrán la responsabi­lidad de invertir con eficiencia, eficacia y efectivida­d el gasto público tendrían que hacerse la pregunta que todos los gobiernos tienen la obligación de responder: ¿Invertir en el traslado de los dependenci­as del ejecutivo federal al interior del país es el mejor uso de los recursos públicos o habría mejores formas de invertirlo­s?

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