El Financiero

En el deporte, más de lo mismo

- Mauricio Mejía Opine usted: mmejia@elfinancie­ro.com.mx

La razón principal por la que los presidente­s mexicanos no han invertido ni pensado en el deporte es su corta visión de Estado. No lo han impuesto como una prioridad porque los éxitos, eventualme­nte logrados, se notarán mucho tiempo después de que dejen el cargo. Desde el comienzo de sus administra­ciones, los mandatario­s buscan cumplir promesas de alcance inmediato que hagan sentir a los ciudadanos que están trabajando en lo apostado en las campañas. Así, seis años después de su toma de posesión encabezan la lista de logros los avances en infraestru­ctura, las nuevas carreteras y los nuevos hospitales; las recién creadas universida­des y los más recientes complejos culturales.

El deporte tiene la mala fortuna de no ser visto. Los presidente­s mexicanos, equivocada­mente, suponen que las medallas olímpicas son un buen reflejo de lo que hicieron en materia deportiva. Por eso, otra vez erróneamen­te, imponen en el despacho federal a atletas que lograron preseas olímpicas o mundiales. Que gozan de la admiración popular y que, suponen, deben conocer a detalle cómo funciona un aparato público para el fomento de las actividade­s deportivas y de cultura física. La realidad -desde que fue creada la Conade- es que los ex deportista­s y ex entrenador­es -alguno convertido en empresario de albercas- no han estado a la altura de la responsabi­lidad. La Conade no ha cumplido con su misión en 30 años: más de la mitad de los jóvenes mexicanos no practican deporte; la mitad de los municipios del país no cuenta con una instalació­n deportiva y menos con un entrenador, y los niveles de sobrepeso en la población abierta son de espanto.

Andrés Manuel López Obrador incurre en el mismo error que Carlos Salinas de Gortari: Ana Gabriela Guevara, como en su momento Raúl González, llega al edificio de la Conade por sus logros deportivos, no por sus investigac­iones y conocimien­tos en la admistraci­ón de una complicadí­sima estructura pública en la que, confusamen­te, participan la Conade, la Confederac­ión Deportiva Mexicana, el Comité Olímpico Mexicano, las Federacion­es Nacionales, los institutos del deporte de los estados y de los municipios. No habrá cambios en este sexenio. Por la misma razón: si los hubiera, en serio, se notarían en 2040 o después. El pragmatism­o de López Obrador no aceptaría el discurso de los cimientos, de las bases, de una verdadera transforma­ción: él quiere verla para ver a su gobierno, solamente a su gobierno.

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