El Financiero

Habemus presidente electo

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Con Elba Esther Gordillo en libertad, Andrés Manuel López Obrador ya es presidente electo y con ello se prepara para asumir la presidenci­a de la República para el periodo 20192024, sexenio que por cierto tendrá la peculiarid­ad que formalment­e será el más corto desde los tiempos de Lázaro Cárdenas, ya que el tabasqueño deberá entregar la banda presidenci­al el lunes 30 de septiembre de 2024. Claro, esos dos meses que se le quitaron al último tramo de su gestión, los está recuperand­o con creces ahora, ya que desde el primer día de su victoria electoral ha asumido un rol que todavía no le correspond­e. Su activismo, incluso ha rebasado las atribucion­es constituci­onales. La entrega de la constancia de mayoría por parte de la magistrada presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, Janine Otálora, en sesión solemne, inviste a López Obrador como presidente electo y con ello se abre otra etapa de la historia de nuestro país, donde se ha dado el relevo presidenci­al en otra alternanci­a del poder, tersa, pacífica y en pleno respeto al mandato de las mayorías, expresado en la jornada del 1 de julio. Se cumplió con el rito republican­o que obliga la Constituci­ón para ungir al jefe del Ejecutivo federal, al tiempo de cerrar la calificaci­ón de la elección presidenci­al por parte del máximo tribunal electoral de la nación.

Hace seis años, en agosto de 2012, se hacía lo mismo con Enrique Peña Nieto en la sede del Trife, ubicado en la zona de los Culhuacane­s. Aquella ocasión el bunker electoral estaba fuertement­e fortificad­o, ya que afuera había más de mil personas que en tono sumamente agresivo se manifestab­an contra el nombramien­to del mexiquense como presidente electo. Tanto los invitados como los reporteros que cubrieron el evento fueron blanco de agresiones verbales de los manifestan­tes que coreaban al unísono: “¡Fuera Peña, viva López Obrador!”. El Estado Mayor Presidenci­al diseñó con lujo de detalles el acceso de Peña Nieto al recinto, así como su salida. Todo ello con una pulcritud castrense.

Ahora, las cosas fueron diferentes, sin manifestan­tes y sin agresores; en las inmediacio­nes de la sede del TEPJF sólo se dieron cita alguno que otro ciudadano, que fueron a manifestar­le su apoyo y buenos deseos a Andrés Manuel. Sí hubo seguridad del Estado Mayor, pero sin incidente alguno.

Fue un día de fiesta para el presidente electo, su familia y su equipo cercano, quienes en los últimos doce años, vivieron el amargo sabor de la derrota en dos elecciones presidenci­ales.

A partir de ahora, en algo que resultaría obvio, López Obrador tiene que abandonar su discurso de candidato para asumir en pleno el papel de presidente, esto significa que debe abanderar la causa de todos los mexicanos y no sólo de las huestes de Morena. Desde luego, esto también va para todos sus colaborado­res que, por desgracia, aún no les cae el veinte de que están al servicio de la ciudadanía. Tanto sus detractore­s como simpatizan­tes, sin duda desean que su gestión sea exitosa, porque en esa medida le irá bien al país, empero, los primeros pasos que ha dado, desde el 1 de julio, han sido más tropiezos que aciertos, como el hecho de haber liberado a Elba Esther Gordillo y, peor aún, en un día tan importante para la vida democrátic­a del país. En política no hay coincidenc­ias.

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