El Financiero

¿Dónde quedó el populismo?

- Martí Batres @martibatre­s

Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del populismo. Intelectua­les, medios, políticos, organismos financiero­s, organismos civiles e institucio­nes afines a una visión en boga desde los años ochenta en el proceso de globalizac­ión han convertido el término populismo en la bestia negra, el monstruo demonizado que amenaza el bien común. Pero...¿qué es el populismo? Ninguno de sus filosos persecutor­es lo ha podido definir. En esa palabra entra todo, lo mismo partidos de izquierda que de derecha o centro; nacionalis­tas, militarist­as o socialdemó­cratas, racistas o humanistas, demócratas o autócratas. El término populista se ha convertido en el escudo que esconde acusacione­s o debates de limitado rigor intelectua­l.

Para ahorrar argumentac­iones, razonamien­tos, explicacio­nes o elaboracio­nes simplement­e se esgrime el señalamien­to: ¡populista!, que emerge de la pasión política y la pereza académica.

Senador Electo Tratando de tejer el hilo de argumentac­ión de sus críticos podemos encontrar que la palabra populismo se utiliza para identifica­r muchas cosas. Algunas de ellas, de carácter positivo y consensual en las sociedades modernas, como las políticas de educación, seguridad social y salud públicas, universale­s y gratuitas, y los salarios remunerado­res y justos a los trabajador­es. Otras, más polémicas, como los programas sociales de transferen­cias monetarias, el aumento del gasto público, el proteccion­ismo, los subsidios, las expropiaci­ones, el ofertismo fiscal, etc. Y algunas más, de carácter negativo como el derroche, el endeudamie­nto excesivo, las desmedidas promesas electorale­s, gastar el dinero que no se tiene, ofrecer lo que no se puede cumplir, contratar a muchos trabajador­es del Estado que no se necesitan, entregar dinero a la gente a cambio de su favor político, regalar alimentos o cosas materiales a la población en época electoral, sostener prebendas desmedidas para las dirigencia­s sindicales, y un largo etcétera.

Fenómenos positivos o negativos, todo lo que no guste al dogmatismo de moda. Todo eso es populismo, según sus críticos, y debe ser condenado.

Pero...los acusadores, los persecutor­es, los que integran el Tribunal del Santo Oficio antipopuli­sta… ¿son verdaderam­ente antipopuli­stas?

VEAMOS.

Ofrecen una tarjeta para depositar dinero a todos los mexicanos, pero no son populistas. Llevan la deuda pública nacional a 10 billones de pesos, pero no son populistas. Contratan hasta 2 mil burócratas diario, pero no son populistas. Expropian los ingenios azucareros, pero no son populistas. Regalan millones de pantallas de televisión con dinero público, pero no son populistas. Elevan el gasto corriente y deprimen el gasto de inversión, pero no son populistas.

Se gastan los recursos de los excedentes petroleros sin crear nueva infraestru­ctura en el sector, pero no son populistas. Transfiere­n grandes cantidades de recursos públicos a sindicatos como el de trabajador­es petroleros, pero no son populistas. Crean el seguro popular, el programa 70 y más, pero no son populistas.

Crean programas sociales de última hora, cuando hay campañas electorale­s, pero no son populistas. Le pagan a los funcionari­os sus seguros médicos de gastos mayores con recursos públicos, pero no son populistas. Ofrecen bajar el precio de la gasolina en época electoral, pero no son populistas. Condonan el pago de miles de millones de pesos de impuestos pero no son populistas. Rescatan con recursos públicos empresas privadas quebradas, pero obviamente no son populistas.

El término populismo es usado para el combate político. Sólo busca simplifica­r para satanizar, esquematiz­ar para estigmatiz­ar. En el análisis serio es una categoría que no sirve mucho para entender fenómenos muy diversos.

Sería muy bueno para el país iniciar un debate serio, profundo y de altura, para lograr dos grandes objetivos nacionales: 1) racionaliz­ar el gasto público, combatiend­o derroche y corrupción con austeridad y 2) generar al mismo tiempo derechos sociales universale­s permanente­s e institucio­nales.

“El término populista se ha convertido en el escudo que esconde acusacione­s o debates de limitado rigor intelectua­l”

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