La discriminación en la raíz
“Sigue habiendo resistencias enormes a reconocer los mismos derechos para todas las personas”
Nos hemos tardado mucho tiempo en reconocer, aunque sea en el discurso, que la discriminación es una conducta moralmente indebida y socialmente reprobable, que está en la raíz de buena parte de los problemas más graves que nos aquejan, como la desigualdad, la pobreza y los déficits en el ejercicio de los derechos fundamentales. Apenas hoy, las personas afirman que es inaceptable que los hombres le peguen a las mujeres o que se maltrate a los niños, pero sigue habiendo resistencias enormes a reconocer los mismos derechos para todas las personas, y estamos cargados de prejuicios fincados en estereotipos superficiales como la apariencia y el modo de vestir de las personas. Así lo muestra la Encuesta Nacional sobre Discriminación 2017 (Enadis), que levantó el INEGI con la colaboración de Conapred, la CNDH y la UNAM. La discriminación es un acto de desprecio y exclusión que obstaculiza el ejercicio de los derechos humanos y sociales que están reconocidos por nuestra Constitución. En el último año, una de cada cinco personas ex- perimentó un acto de discriminación, y en los últimos cinco años, 19.9 millones de personas fueron víctimas de tales actos, aunque sólo 1 de cada diez lo denunció, porque considera que es una pérdida de tiempo (51.7%), o porque no saben cómo hacerlo (24.1%) o porque no tiene importancia (12.3%). Es decir, la discriminación está viva, pero carece de centralidad en la agenda pública y no existen mecanismos institucionales eficaces para atender y atacar los casos de discriminación.
Son diversas las percepciones sobre actos de discriminación, pero están muy extendidas ya que los padecen 59.9% de los discapacitados, 62% de las trabajadoras del hogar, 65.5% de las personas de habla indígena o de los homosexuales y 71.9% de los transexuales. Además, la Enadis permite visualizar cómo se acumulan las desventajas sociales que afectan a las personas que pertenecen a grupos sociales que han sido histórica y sistemáticamente discriminado; por ejemplo, una mujer, indígena, trabajadora del hogar y de religión diferente a la católica, va sumando niveles de rechazo y obstáculos en el acceso al ejercicio de diversos derechos y libertades.
Uno de los datos más contundentes de la Encuesta es el relativo a la permisividad que persiste respecto de la discriminación. Hay una gran tolerancia hacia prácticas discriminatorias, ya que el 46.3% de la población justifica que no se acepte la diversidad sexual y 35.5% aprueba que no se permitan prácticas y tradiciones culturales o religiosas diferentes, y los ámbitos en los que más frecuentemente se experimentan los actos de discriminación es en los cotidianos, como la calle, el transporte público o en los servicios médicos.
Una de las grandes innovaciones de la Enadis 2017 es que no sólo mide percepciones y actitudes, sino que analiza la discriminación estructural; es decir, los impactos que tiene sobre el acceso a la educación, los servicios médicos o el mercado de trabajo, a partir de comparar las brechas que existen en el acceso a bienes y servicios o en el ejercicio de derechos entre la población en general y los grupos que sufren de discriminación. Así, es posible detectar limitaciones estructurales que afectan mayormente a grupos sociales discriminados, como por ejemplo en el ámbito educativo, donde si bien sólo el 3% de la población total entre 15 y 59 años no sabe leer y escribir, en personas con alguna discapacidad el analfabetismo se eleva al 20.9% y en habitantes de lengua indígena alcanza el 13.3%. Además, en personas que suman discapacidad con hablar una lengua indígena y habitar en una localidad de menos de 15 mil habitantes, el analfabetismo crece al 36%. Más aún, los obstáculos en el plano educativo se trasladan al laboral e impactan también en la atención a la salud. Solemos pensar que la discriminación es un fenómeno aislado y que es sólo un problema de actitudes individuales de unas personas hacia otras, pero la Enadis 2017 demuestra cómo existe un círculo perverso entre discriminación, desigualdad y pobreza que milita en contra del reconocimiento básico a la dignidad de cualquier persona. Es indispensable que haya una difusión y discusión amplia sobre los resultados de esta Encuesta Nacional, no sólo para darle mayor visibilidad a esta forma de violencia social que es la discriminación, sino para alentar una mayor conciencia de sus efectos perniciosos sobre nuestra obligación de trabajar a favor de una sociedad más justa y democrática.
“Solemos pensar que la discriminación es un fenómeno aislado y que es sólo un problema de actitudes...”