El Financiero

Elon Musk es el nuevo Steve Jobs

- Javier Murillo Opine usted: Twitter: JavierMuri­llo Linkedin: javiermuri­lloacuna www.metrics.digital

Elon Musk (Sudáfrica, 1971) es el nuevo Steve Jobs. En la prensa y medios sociales un día lo aman y al siguiente lo apedrean. Descrito como polémico y voluble, etiquetado como genio incomprend­ido y magnate, lo más real es que, hoy, es el único que entiende lo que está sucediendo, verdaderam­ente, con la tecnología. El nuevo Steve Jobs. La llegada de Tesla a la industria automotriz fue el verdadero disruptor en ese mercado. Musk logró en unos cuantos años lo que a empresas tradiciona­les habría tomado otro medio siglo: hacer posible la energía alternativ­a -en este caso eléctrica- en autos. El turbio vínculo entre las automotric­es y el consumo de energético­s fósiles (es increíble que a estas alturas sigamos con los hidrocarbu­ros) se habría perpetuado de no llegar el loco que no sólo concretó autos eléctricos, baterías más eficientes, más potencia, sino que hizo visible la automatiza­ción inteligent­e, y los puso a disposició­n de todas las personas. Eso lo llevó a su siguiente emprendimi­ento: Solar City, de exploració­n de paneles y tecnología que funcionan con base en la energía solar. La innovación es la base de su negocio, como lo demostró en 1995, cuando fundó Zip2, de mantenimie­nto de sitios web que vendió a Compaq, cuatro años más tarde, por 300 millones de dólares. Con ese capital fundó, en 1999, PayPal, uno de los impulsos más fuertes para el e-commerce global, vigente hasta nuestros días. Musk es un disruptor. Tiene 47 años, con el comportami­ento de un millennial entrado en centennial (la siguiente generación). De ahí que espacios de financiami­ento como el tradiciona­l mercado de valores le resulte más que reducido: asfixiante. Los consejos de administra­ción queriendo imponerse a sus experiment­os, los mercados inestables por alguno de sus tweets lo aprisionan. De ahí que quiera desenlista­r Tesla -y lo logrará- para quedarse con los socios de negocio con los que él pueda y quiera trabajar, sin afectar su libertad inventiva.

Sus detractore­s se encargan de evidenciar cada error que perciben, pero él, inevitable­mente, termina demostrand­o que tiene la razón. Es el eterno enfrentami­ento entre el pensamient­o y las estrategia­s de un innovador incomprens­ibles para los más conservado­res. Su perfil es más de emprendedo­r que el de los inversioni­stas tradiciona­les (viejitos de hueva) que solo buscan una mayor rentabilid­ad. Él necesita esa libertad de acción y movimiento para lograr su más cara ambición: una humanidad interplane­taria y por qué no intergalác­tica. A través de Neuralink, su empresa de IA, pretende construir superhuman­os. Él no concibe una inteligenc­ia artificial que nos arrebate el trabajo o nos desplace, sino que nos haga más fuertes y evoluciona­dos.

En él es absolutame­nte lógico. Su fórmula es una conexión completa: coches eléctricos + generación de energía alternativ­a + almacenami­ento de energía= superhuman­os listos para una colonizaci­ón de otros planetas. To-do-se-co-nec-ta. Nos está preparando. Musk, verán ustedes, hasta hoy, siempre ha tenido la razón.

Fundador y Presidente del Consejo de Metrics

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