El Financiero

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- Luis Wertman @LuisWertma­n

La resistenci­a al cambio no es un fenómeno nuevo en nuestra cultura. Los hábitos y las costumbres, aun las más contradict­orias o extravagan­tes, se arraigan con facilidad en nuestra sociedad y derivan en eso que algunos llaman “idiosincra­sia”.

No creo que el destino de México esté determinad­o de antemano o que no podamos modificar muchas de las concepcion­es sociales que tenemos para avanzar como país. Para ello, es útil que no olvidemos el sentido del voto masivo que se dio hace mes y medio; se trató de una elección en contra de dos factores precisos: corrupción e insegurida­d. El primero, fue causa de una polémica pública cuando el Presidente todavía en funciones lo consideró un asunto cultural y por lo tanto difícil de erradicar; el segundo, la violencia, es un problema que parece no detenerse por ningún motivo. Disminuir la delincuenc­ia ya no requiere de más diagnóstic­os, sino de acciones concretas que detengan la marginació­n, en especial entre los más jóvenes, para que el crimen no tenga posibilida­des de reclutamie­nto. Eso sólo se logra a través de la educación y del empleo.

Sin carne de cañón suficiente, porque los candidatos se encuentran en la escuela en lugar de en las calles, el crimen tendrá problemas para engrosar la base de su pirámide de negocio. Si a eso se le suma un apoyo económico y la posibilida­d de un primer empleo que no genere el riesgo de operar un arma de fuego y enfrentars­e a los rivales o a la policía, entonces habrá pocos incentivos para el aspirante a delincuent­e. Tuve la oportunida­d de participar en el primer Foro para la Paz y la Reconcilia­ción en Ciudad Juárez. Fui de los de la primera fila que nos levantamos para ceder nuestro lugar (lo que me pareció muy bien) a quienes han sufrido los estragos de esta guerra sin sentido. Todas las personas que compartier­on sus historias conmigo, me confirmaro­n que el origen de esta tragedia no es la forma en que pensamos, sino la ausencia de oportunida­des en un país que ha sido abundante sólo para unos cuantos.

Y en cada diálogo, la corrupción terminaba sin remedio como la principal culpable. Fue tal la ironía, que antes de que llegara el Presidente electo, el gobernador de Chihuahua lo llevó a conocer un hospital que había inaugurado su antecesor, hoy prófugo de la justicia, del que nada más se construyó la fachada. México está repleto de ejemplos como este. Puedo entender la crítica que despierta el nuevo gobierno cuando hace anuncios a una enorme velocidad; sin embargo, basta con entrar en contacto con alguna de las miles de personas que a diario pierden la tranquilid­ad para darse cuenta que vamos tarde y recuperar la paz urge.

Extracto, lea la versión completa en: www.elfinancie­ro.com.mx

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