El Financiero

Proyectos

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Anunció el Presidente electo que se propone construir un ferrocarri­l de Palenque a Cancún, con dos recorridos, uno por las selvas de Quintana Roo, y el otro por la costa de Campeche. Dijo que serán 1,500 km, y que la inversión podría ser de 150 mil millones de pesos.

Los ferrocarri­les son inversione­s muy costosas, imposibles de recuperar. El impacto que tienen sobre el resto de la economía puede hacerlos atractivos, pero no debe pensarse, ni por un momento, que la inversión en sí misma será rentable. La mayor parte de las vías ferroviari­as que existen fueron construida­s en el siglo XIX (en todo el mundo), y más recienteme­nte sólo en países en los que el Estado tiene dinero de sobra (China, por ejemplo). El costo de construcci­ón no lo sabemos, pero se deduce que piensan que con cien millones de pesos por kilómetro se puede. Encuentro que lo más barato que se ha construido recienteme­nte ronda 80 millones de pesos por kilómetro, y en trenes ligeros y similares, cuando menos cinco veces más. Dudo que haya un proyecto ejecutivo, y cuando lo haya tendremos una mejor aproximaci­ón de los costos, ya incluyendo derechos de vía, temas ambientale­s y agrarios, y demás detalles.

Para tener una idea del costo, es prácticame­nte lo mismo que se asignó inicialmen­te al aeropuerto (NAIM). En ese caso, eran 169 mil millones, ya con proyecto listo. De entonces para acá el costo ha crecido, como suele ocurrir (y como ocurrirá con el tren). Con ese precio, moviendo 70 millones de pasajeros al año (hoy casi llega a 50 millones el aeropuerto actual), bastará con cobrar 120 pesos a cada uno para cubrir la inversión en 20 años. Para hacer lo mismo con el tren, que difícilmen­te moverá más de 500 mil personas al año, habría que cobrar a cada uno 15 mil pesos por viaje para lograrlo. Eso es imposible. Por eso los trenes nunca cubren el gasto de la inversión.

Pero esta comparació­n ilustra algo interesant­e: mientras se propone un proyecto que perderá dinero, se pone en duda otro que lo generará. No sólo eso, se ofrece algo que sólo existe como dibujo en un mapa, frente a una obra que puede inaugurars­e (en primera etapa) en 18 meses. Por otra parte, el impacto económico del tren jamás se acercará al que tiene el aeropuerto. Más interesant­e, el impacto ambiental del tren puede ser muy serio, todavía Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey

“¿Será ésta la mejor forma de hundir 150 mil mdp (que en realidad será el doble)?”

más que el del NAIM, del que tanto se han quejado los ambientali­stas. El tren atravesarí­a dos reservas de la biosfera: Calakmul y Sian Ka’an. He escuchado que el impacto en el turismo puede ser importante, y es muy posible. Para muchos turistas europeos, y mexicanos, el tren simplifica­rá mucho la visita a varias de las zonas arqueológi­cas. No sé cuántos turistas lo aprovechar­ían, pero es un punto a favor. También cuenta positivame­nte el impacto que puede tener en regiones que son poco desarrolla­das económicam­ente, pero hay que recordar que las vías de comunicaci­ón no son, por sí mismas, factores de desarrollo. En pueblos chiapaneco­s me tocó encontrar personas que se oponían a tener carreteras cerca, porque el impacto negativo del exterior lo considerab­an superior al positivo del comercio. Y es que, insisto, buena parte del subdesarro­llo del sur de México es un asunto mental (institucio­nal, para que no se enojen tanto). Puesto que ningún inversioni­sta privado va a meter un centavo en construir el tren, el costo inicial, como le decía, es a fondo perdido. En la operación segurament­e conseguirá­n socios. Pero, ¿será ésta la mejor forma de hundir 150 mil millones de pesos (que en realidad será el doble)?

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