El Financiero

NAIM: hablando mal del camello

- Jorge G. Castañeda Opine usted: gaceta@jorgecasta­ñeda.org @JorgeGCast­aneda

No sé si me manifieste de un modo u otro en la consulta sobre el aeropuerto. Conozco muy poco de aeropuerto­s, menos aún de consultas, y no termino de entender qué se me va a consultar. Tampoco me queda claro si los participan­tes en la conferenci­a de prensa del viernes, es decir Andrés Manuel López Obrador y sus lugartenie­ntes, saben mucho más que yo. Por ello, albergo varias dudas sobre mí mismo, el aeropuerto y la consulta.

Dicho esto, confieso que por primera vez, tanto Javier Jiménez Espriú como el propio AMLO, me sembraron mucho escepticis­mo a propósito del NAIM en Texcoco. No tanto por la corrupción: eso, de alguna manera, lo había escuchado de fuentes de cierta confiabili­dad. Me refiero a la decisión misma del gobierno Peña Nieto de construir ese aeropuerto allí, ahora, y de esa manera. Desde 2002 he sido partidario de un nuevo aeropuerto; siempre creí que el único sitio era Texcoco, y si Norman Foster ganó el concurso con ese proyecto, ni hablar.

Ahora resulta que un equipo de gobierno que, en mi opinión, va a inclinarse por Texcoco, con o sin concesión a Slim, que es abiertamen­te aliado –algunos dirían cómplice– del gobierno saliente de EPN, y que no se beneficia en lo más mínimo “echándole tierra” al NAIM en su forma actual... lo critica de manera despiadada. No se lo hubiera creído a nadie más, pero a los técnicos y gerentes de proyecto de AMLO, sí. Por una sencilla razón: ya compraron el camello, pero hablan mal del camello después de comprarlo, mucho menos de venderlo. Han de tener razón. Hasta donde comprendí, todo lo que se dijo el viernes, la opción de Texcoco, en sí misma, independie­ntemente de Santa Lucía, fue una pésima decisión. En primer lugar, el sobrecosto va a ser enorme: casi el doble. En segundo término, la fecha de entrega será muy posterior a lo anunciado: 2022, o 2023 por las pruebas, y muy posiblemen­te 2024. No me queda claro –insisto: no sé nada de todo esto– que le toque inaugurarl­o a AMLO. Tercero: el costo de mantenimie­nto resulta elevadísim­o: dos mil millones de dólares al año, ad perpetuam. En cuarto lugar, los riesgos para el entorno ecológico, desde el Lago Nabor Carrillo hasta las canteras de tezontle en la zona, son enormes y seguirán creciendo. Quinto: los riesgos de un nuevo hundimient­o de las pistas en caso de otros sismos como los de 2017 son significat­ivos. Podría seguir, pero repito simplement­e lo más destacado que dijo o posteó la gente de AMLO.

La pregunta para mí entonces se modifica. No se trata de elegir entre Texcoco y Santa Lucía más Benito Juárez. Se trata de saber por qué Peña Nieto nos lanzó a una aventura demencial como esta, si lo que dicen los colaborado­res de AMLO es cierto. En campaña, nunca les hubiera hecho caso. Ahora que son amigos de Peña, me veo obligado a hacerlo. La única respuesta sensata se la escuché a un amigo que sí sabe de aeropuerto­s: se construyó para robar. De ser cierto, a ver si Slim lo compra. El camello, digo.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico