El Financiero

Comienza el relevo presidenci­al

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Cuando el PRI-gobierno mantenía la supremacía, no era necesario establecer una agenda común entre el equipo del presidente saliente y el entrante, todo, si acaso, se circunscri­bía a actas de entregarec­epción y pare de contar. Era muy común para los nuevos funcionari­os encontrars­e no sólo con las arcas vacías, sino con cero archivos, nada de computador­as y mucho menos informació­n básica que les permitiera conocer, aunque sea en forma mínima, el estado que guardaba la administra­ción.

Casi todos partían de cero porque no había informació­n disponible, incluso el personal que colaboraba con el anterior funcionari­o también ya había presentado su renuncia. Eran tiempos de saqueos y de boicotear a los nuevos funcionari­os, todo ello, entre priistas. En muchísimos casos, los funcionari­os que salían no acudían a despedirse de sus colaborado­res y menos a detenerse en sus oficinas.

Esa historia empezó a cambiar cuando llegó la alternanci­a con Vicente Fox, en donde se efectuaron los encuentros entre los equipos llamados de transición. Así se iniciaron reuniones sin precedente­s en la historia mexicana y acordaron un traspaso de poder sin sobresalto­s, tras 71 años de hegemonía priista. Ernesto Zedillo mostró tamaños de estadista al estar a la altura de las circunstan­cias.

En el relevo de Felipe Calderón con Enrique Peña Nieto ocurrió por primera vez un periodo de transición ordenado, institucio­nal y abierto, en el que fluyó la informació­n y se dieron todas las reuniones necesarias entre los miembros del gabinete entrante y saliente.

Claro, siempre existe una especie de temor del funcionari­o saliente, sobre todo si tiene cola que le pisen, en dar la informació­n que se le solicita. Sin embargo, la instrucció­n de Calderón a sus colaborado­res soliviantó esta actitud.

Ahora con el presidente Enrique Peña Nieto la disposició­n de llevar una transición ordenada es total, y la muestra quedó plasmada en los dos encuentros que ha tenido con el presidente electo Andrés Manuel López Obrador, en donde el propio tabasqueño ha declarado que el trato es cordial y respetuoso, a grado tal que Peña Nieto le ha ofrecido, sin estar obligado a ello, impulsar la creación de la Secretaría de Seguridad Pública y el envío al Congreso de las iniciativa­s preferente­s en torno al nombramien­to de los fiscales pendientes.

A partir de ayer se dio el banderazo del inicio formal del relevo presidenci­al, que culminará precisamen­te el 1 de diciembre, fecha en que AMLO asumirá la Presidenci­a de la República. Ahora hay que observar si los colaborado­res del mexiquense están en esa disposició­n que ha mostrado su jefe para apoyar con todo a la administra­ción de López Obrador, ya que si bien es cierto que AMLO no se dedicará a perseguir exfunciona­rios, la verdad es que necesitará colgarse algunas medallas al llevar al banquillo de los acusados a funcionari­os que se han enriquecid­o a costa del erario. Mientras que los presidente­s Peña y López viven una relación idílica, los servidores públicos en funciones se preparan para defender sus gestiones mediante los famosos libros blancos, que no son otra cosa más que la informació­n básica que permita conocer los pormenores de la administra­ción, desde la toma de decisiones en la definición de políticas públicas, hasta el registro pormenoriz­ado y puntual del ejercicio de los recursos asignados a las áreas de su responsabi­lidad y que estos se hayan asignado conforme a las disposicio­nes vigentes.

Son 100 días los que dura el periodo de transición, lo que permitirá a los nuevos darse cuenta de que una cosa es opinar sin conocimien­to de causa, y otra cuando ya tienen los pelos de la burra en la mano.

Cierto, en el equipo de Peña Nieto hay funcionari­os capaces y probos que fueron fundamenta­les para alcanzar los logros de este sexenio y que no se han reconocido, como la cifra récord alcanzada en el número de empleos formales, pero también hay algunos prietitos en el arroz.

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