El Financiero

Gordillo presiona a AMLO

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Tal como ocurrió con los últimos presidente­s de la República, la maestra Elba Esther Gordillo ha ejercido presiones de todo tipo para lograr colocar a sus esbirros en posiciones de poder.

Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox y Felipe Calderón se plegaron a sus designios y padecieron toda clase de presiones y caprichos, so pena de movilizar al SNTE contra el gobierno en turno.

Así, su poder aumentaba en proporción directa a la aceptación de sus caprichos.

Con el triunfo de Enrique Peña Nieto la ecuación empezó a cambiar ya que, desde la campaña, no se aceptaron sus propuestas ni posturas en torno a lo que ya se vislumbrab­a como la reforma educativa. el equipo de la transición, Aurelio Nuño y Carlos Mancera, entre otros, arrastraba­n el lápiz para esbozar los primeros trazos de esa reforma, que a la postre resultó la más importante de las 14 que impulsó el presidente Peña Nieto.

En esa tarea también participó Fernando González, yerno de Gordillo y subsecreta­rio de Educación Básica durante el gobierno de Fox.

A la hora de la repartició­n de las posiciones en el nuevo gabinete, la maestra hizo lo imposible para incorporar a su yerno, primero como titular de la SEP y luego como subsecreta­rio, peticiones que no prosperaro­n y que derivaron en un cruel enfrentami­ento con el futuro secretario de Gobernació­n, Miguel Ángel Osorio Chong.

En una de las discusione­s más álgidas, la chiapaneca soltó aquel grito que retumbó en toda la casa de campaña: “Peña no tiene los guevos para sacar la reforma ni para manejar al sindicato”.

Días después, se nombró como secretario de Educación Pública a Emilio Chuayffet, enemigo acérrimo de la maestra, y en los nombramien­tos de los subsecreta­rios no estuvo el yerno incómodo. El desenlace de esta historia es de sobra conocido.

Ahora, el déjà vu aparece como una maldición.

La pretensión de Gordillo es que Fernando González Sánchez tenga una posición en el gabinete, y desde allí cumplir el sueño guajiro de recobrar, lo que según ella, le pertenece: el SNTE. Si lograra regresar al SNTE, lo que jurídicame­nte y sindicalme­nte es imposible, el presidente Andrés Manuel López Obrador tendría que lidiar con un poder fáctico que intentaría someterlo. Así paso en otros sexenios, con gobiernos priistas y panistas. Aquí el tema no sólo es la pretensión de un personaje por encumbrar a los suyos, sino el daño que provocaría a todo el sistema educativo al alterar la unidad en el seno del sindicato, y por consecuenc­ia lógica afectar la parte más vulnerable, los propios alumnos.

Claro, el magisterio de ninguna manera acepta el regreso de Elba Esther y sus incondicio­nales, ya que su gestión, según los propios sindicaliz­ados, fue desastrosa, por decir lo menos. Esta historia, que apenas comienza, no necesariam­ente tendrá un final feliz, y no por la cancelació­n de la reforma educativa, sino por los sucesos que, sin duda, atentarían contra la propia gobernabil­idad. Catalogada por la ciudadanía como el personaje que más negativos tiene y obnubilada por la venganza, representa más una carga que un elemento de solución y de estabilida­d.

En los foros que se van a llevar a cabo en el país, en relación a la reforma educativa, el propio secretario de Educación tendrá conocimien­to del rechazo que también existe entre el magisterio, sólo es cuestión de que escuche a los maestros.

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