El Financiero

EDNA JAIME

AYER, ELBA Y DUARTE; ¿MAÑANA?

- Directora de México Evalúa Edna Jaime

La detención de Elba Esther Gordillo, ex lideresa del Sindicato Nacional de Trabajador­es de la Educación (SNTE) buscó la espectacul­aridad de una aprehensió­n fulminante, en un momento clave para la administra­ción. Justo cuando anunciaba una senda reforma al sistema educativo mexicano. En un segundo plano quedó el tema técnico: cómo presentar ante la justicia un caso sólido, con pruebas y evidencia suficiente­s.

El primero y el principal cargo que se le imputó, fue el desvío de fondos por más de 2,600 millones de pesos provenient­es de las cuotas de los agremiados sindicales. Meses después de su detención, se le acusó por un nuevo delito, un fraude fiscal –consumado en el 2009– por poco más de cuatro millones de pesos.

La estrategia de la Procuradur­ía fue imputar el esquema de desvíos de recursos como lavado de dinero y delincuenc­ia organizada y esto se constituyó en la acusación central. Aunque se trataba de un delito más difícil de probar, permitía obtener un arraigo inmediato. Políticame­nte eso era lo que funcionaba.

Armar el caso tuvo desafíos. En los procesos contra el lavado de dinero, es fundamenta­l ubicar el origen ilícito de dichos recursos. En este caso fue imposible: los recursos eran parte del patrimonio del SNTE, que nunca denunció irregulari­dades, malas prácticas o, mucho menos, un delito. Además de que no hay obligación de que los recursos de un sindicato se fiscalicen por una entidad del Estado mexicano.

Así las cosas, un juez federal decidió que las acusacione­s no estaban suficiente­mente acreditada­s.

La Procuradur­ía tampoco logró una sentencia condenator­ia por el delito de evasión fiscal, que era el caso más fuerte. En mayo de 2017 un juzgado de la Ciudad de México dio la orden de absolución, al descartar las pruebas presentada­s con el argumento de que ni el Sistema de Administra­ción Tributaria (SAT) ni la Procuradur­ía General de la República (PGR) comunicaro­n en tiempo y forma las pesquisas a la demandada, impidiendo con ello que la defensa pudiera presentar las aclaracion­es correspond­ientes.

Si bien las fallas de la PGR en el caso de la Maestra son las más emblemátic­as del sexenio de Peña Nieto, no son las únicas. Días después supimos que el caso del exgobernad­or de Veracruz también se diluía por razones similares.

El hecho es que la PGR resuelve muy pocos de los casos que conoce. Sobre todo los que implican cierto grado de complejida­d como los descritos. Entre 2007 y 2015, de las más de dos mil investigac­iones iniciadas por la PGR, sólo dos de cada diez llegaron ante un juez y únicamente 132 desembocar­on en una sentencia condenator­ia, según la propia Procuradur­ía. En cuanto al delito de lavado de dinero, de 112 casos en el mismo periodo, sólo 5 terminaron en una sentencia condenator­ia para los implicados. El sistema atiende mayormente casos en los que se configura la flagrancia o bien, casos menores, pero no tiene la capacidad de investigar delitos de mayor complejida­d ni de orientar sus esfuerzos hacia una persecució­n penal más estratégic­a. Con un aparato de persecució­n penal tan débil, es imposible ganarle la batalla a la corrupción, al crimen, a la impunidad. Justamente los temas que encumbraro­n al hoy presidente electo.

En estos momentos se discute el diseño de una nueva fiscalía. Una ventana de oportunida­d que quizá no se presente en mucho tiempo. El primer paso para un proceso exitoso de transforma­ción de la procuració­n de justicia es reconocer lo monumental del reto. Porque de lo que se trata es de construir capacidade­s, atraer talento, formar cuadros (en el marco de un esquema de servicio profesiona­l de carrera bien planteado), diseñar modelos de gestión de casos y de investigac­ión en una institució­n que no los tiene. Entre otras cosas porque no los necesitaba cuando el mandato no era el esclarecim­iento de hechos para garantizar el acceso a la justicia, sino armar casos para intimidar al enemigo político. Siempre hemos padecido de un aparato de persecució­n criminal deficiente. Pero hoy se hace escandalos­amente notorio por la crisis de violencia en que vivimos y porque la corrupción ya no se puede esconder. Y porque la impunidad lastima más que cualquier otra cosa.

Y no hay capital político que aguante la repetición del patrón de siempre: impunidad por deliberada omisión, impunidad por incapacida­d.

Gordillo o Duarte son expediente­s que se registran todavía en la gestión de Enrique Peña Nieto. A partir del 1 de diciembre la impunidad corre a cuenta del próximo gobierno.

@EdnaJaime

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