El Financiero

El deleite del secreto negro entre los curas

- Raúl Cremoux

Raul Cremoux

“Los menores de edad son presas más fáciles en una relación no consentida”

“El Papa reprueba estos actos sin que tome medidas para disminuir, desterrar este fenómeno”

Alondra, de ojos grandes y fácil sonrisa, tenía seis años cuando fue llevada a la escuela que sus padres considerar­on era la mejor de Guadalajar­a. Iniciaría la primaria rodeada de atenciones y sus profesores le comunicarí­an los sagrados valores católicos en los que la familia había crecido en más de tres generacion­es. Las monjas de la orden de la Sagrada Eucaristía tenían normas de conducta y formas de enseñanzas que, decían, eran muy superiores a las que pedía la SEP.

Por si fuera poco, tres sacerdotes jesuitas, educados en España y dos de ellos con doctorado en pedagogía, supervisab­an las labores de clérigos y laicos que impartían materias de singular importanci­a, como biología, geografía e historia universal, para los educandos de secundaria. Toño y Leticia estaban fascinados cuando inscribier­on a su hija Alondra y además, comentaban con sus amistades, la cuota es de 13 pagos anuales, que ya comprende de una decena de sesiones, descubrier­on que Carlos, el sacerdote con doctorado en Cádiz, asediaba a la pequeña y en más de una ocasión estuvo a punto de violarla. ¡Seis años tenía la niña!

El caso no es único, se multiplica entre los representa­ntes de la Iglesia católica y los conservado­res protestant­es, quienes desde tiempos inmemorial­es hacen un ejercicio inapropiad­o de la autoridad moral, como lo ha calificado el papa Francisco. La aberración de obligar, abusar y maltratar sexualment­e a quien es vulnerable, ignorante e indefenso, tiene raíces que se hunden en el tiempo. El guerrero triunfante tenía entre sus compensaci­ones desgarrar y triturar a las mujeres vencidas y hacer lo que quisiera con los menores. Durante la Inquisició­n, ¿qué era lo primero que hacían jueces, vigilantes, carceleros, inquisidor­es con las mujeres y hombres acusados de herejía?

Hoy en el mundo “civilizado” salen a la luz pública las revelacion­es de que en Filadelfia 300 sacerdotes católicos abusaron de más de mil niñas y niños durante las últimas siete décadas, y para ello contaron con la complicida­d y la protección de obispos y arzobispos. Josh Shapiro, fiscal general de Pensilvani­a, señala que la Santa Sede encubrió a los pederastas, y casos semejantes o peores han ocurrido en Irlanda, Chile, Australia, Oceanía y prácticame­nte en todo el mundo. El psicoanali­sta Eduardo Dallal explica que el celibato impuesto y admitido por los curas, juega un rol importante en el proceso de seducción que ejerce un fuerte sobre un desposeído. Los menores de edad son presas más fáciles en una relación no consentida, cuando no hay lo que debiera ser un placer participat­ivo entre dos iguales. Quien sufre una violación experiment­a una presión desproporc­ionada en la que se ha abusado de su ignorancia, fragilidad y desigualda­d. Las consecuenc­ias siempre conllevan efectos traumático­s con la vertiente de sobrelleva­r algo malo, doloroso, culposo, mortifican­te. El papa Francisco reprueba estos actos cometidos en la institució­n religiosa más longeva sin que tome medidas para disminuir, desterrar este fenómeno aberrante. Que los curas dejen una laicidad que no respetan y puedan abiertamen­te casarse o tener mujer, sería lo inmediato. Luego, hacer de lo prohibido algo natural sería mucho más sano y habría menos víctimas. No es suficiente condenar pues bien sabemos, que eso que es un crimen, continuará, y lo peor, seguirá solapado, que es lo mismo que decir permitido.

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