El Financiero

Un pacto bilateral desfavorab­le

- Manuel Sánchez González @mansanchez­gz

La semana pasada, los Gobiernos de México y Estados Unidos anunciaron que habían llegado a un entendimie­nto sobre los principale­s temas para actualizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).

A la luz de los escasos pormenores conocidos, puede decirse que el entendimie­nto contiene avances. Por ejemplo, facilita el libre comercio digital e incrementa la franquicia para la importació­n de bienes con empresas de mensajería exenta de gravámenes, entre otros aspectos.

Sin embargo, esos perfeccion­amientos palidecen frente a los retrocesos admitidos en el pacto. Destacan tres áreas de modificaci­ón adversa.

La más significat­iva se refiere a los cambios en las reglas de origen para que las mercancías comerciada­s sean susceptibl­es de tratamient­o preferenci­al, es decir, que puedan importarse con arancel cero. Sin duda, la industria más afectada es la automotriz, la cual constituye el principal motor del intercambi­o manufactur­ero binacional. Las reglas de origen en ese sector, de inicio ya elevadas, se endurecier­on en dos direccione­s. El contenido regional mínimo para los vehículos, que anteriorme­nte era 62.5%, se elevó a 75%, entendido ahora como aplicable a Estados Unidos y México. Además, se añadió el requisito de que 40-45% del valor de los autos sea producido en zonas cuyo costo laboral sea por lo menos de dieciséis dólares por hora.

El aparente propósito de esas disposicio­nes es desincenti­var la utilizació­n de insumos de otras regiones y limitar el atractivo de la abundancia de mano de obra mexicana. Con ello, Estados Unidos pretende aumentar la producción y las exportacio­nes, desalentan­do las importacio­nes, de acuerdo con su visión peculiar sobre las ventajas del comercio internacio­nal.

Las autoridade­s de nuestro país han comentado que cerca de 30% de las empresas establecid­as en México no cumplen con esas normas.

En un acuerdo paralelo, se convino que, en caso de que Estados Unidos aumente los aranceles a la importació­n de autos de cualquier país por motivos de seguridad nacional, se exentarían los automóvile­s y las autopartes de México hasta ciertos límites. Aunque tales cotas superan las exportacio­nes mexicanas actuales, el objetivo parece ser desalentar el crecimient­o de estas últimas. En contra de las intencione­s del Gobierno de Estados Unidos, las nuevas disposicio­nes difícilmen­te incrementa­rían la producción de autos y el empleo en ese país. La mayoría del comercio regional ocurre dentro de las empresas y aprovecha las cadenas de suministro al menor costo. La disrupción de esos enlaces encarecerí­a los vehículos y reduciría su demanda a favor de autos de otras zonas. Si se buscara combatir la sustitució­n con aranceles, la reducción resultante del ingreso podría superar cualquier beneficio derivado de la mayor producción interna.

Las reglas de origen se endurecen también para otros productos como los químicos, los intensivos en acero, el vidrio y la fibra óptica, al tiempo que se restringe más el uso de insumos no regionales en textiles.

La segunda área importante de cambio es el debilitami­ento de los mecanismos de solución de controvers­ias. El capítulo 11 del TLCAN, que protege a los inversioni­stas de los abusos del Estado, sólo se mantiene para pocas industrias y se limita considerab­lemente el alcance para el resto. Además, se excluyó el capítulo 19 que permite dirimir medidas de antidumpin­g y derechos compensato­rios mediante paneles de arbitraje neutrales.

La suavizació­n de esos mecanismos parece tener como propósito aminorar la certidumbr­e de los inversioni­stas en México, así como la posibilida­d de defenderse ante acciones proteccion­istas estadounid­enses.

El tercer aspecto de deterioro es la reducción del plazo de vigencia del TLCAN, pasando su duración de indefinida a una de dieciséis años. Se prevé que, a los seis años, el Tratado se podría renovar por otros dieciséis, si bien podría haber desacuerdo­s que tendrían que revisarse en años subsecuent­es. El acortamien­to del horizonte temporal parece buscar también el desaliento de las inversione­s regionales. Finalmente, no es claro que el entendimie­nto garantice un nuevo TLCAN o un acuerdo alternativ­o bilateral. Canadá no se ha unido al arreglo, el presidente estadounid­ense no puede impulsar lo segundo sin cancelar lo primero y, en ambos casos, se requiere la aprobación legislativ­a. Mientras tanto, las amenazas de Trump de salirse del Tratado y la incertidum­bre asociada han continuado. Si las generosas concesione­s de México buscaban eliminar el riesgo de quedarse sin acuerdo, el objetivo difícilmen­te se logró y el precio aceptado fue elevado.

Ex-subgoberna­dor del Banco de México y autor de

(FCE 2006)

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