El Financiero

¿Cisma en el Vaticano?

- Lourdes Aranda @lourdesara­nda Fuente: http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2010/may/documents/ hf_ben-xvi_spe_20100511_portogallo-interview.html

“La mayor persecució­n de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia [PMCA1] […] El perdón no sustituye la justicia.” Estas palabras del papa Benedicto XVI de mayo de 2010 tienen un eco inesperado hoy ante la creciente ola de escándalos de abusos sexuales que cometieron sacerdotes en contra de menores de edad en numerosos países del mundo: de Australia a Irlanda, pasando por Chile, Estados Unidos y México. Las denuncias públicas de estos abusos han sumido al pontificad­o de Francisco en su crisis más profunda. Al mismo tiempo ha ocurrido un verdadero amotinamie­nto del sector más conservado­r de la Iglesia católica, que no se había visto desde la separación de los “lefebvrist­as”.

La publicació­n de una carta del arzobispo Carlo Maria Viganò ha tenido un papel decisivo. Su autor, un exnuncio apostólico en Estados Unidos, acusó al Papa y a algunos de sus colaborado­res más cercanos de haber encubierto a Theodore McCarrick –excardenal, a quien se le comprobó que había abusado de un adolescent­e en los años 1970–. En el mismo manifiesto, Viganò pidió la renuncia del Papa, además de criticar que una “red homosexual” rodea a Francisco y tiene cada vez más peso en la Iglesia.

El testimonio controvert­ido del exnuncio ha provocado una “guerra civil” en la Iglesia entre tradiciona­listas y aperturist­as, algunos de ellos obispos sudamerica­nos que apoyan a Francisco. Otros, los jerarcas más conservado­res intentan que renuncie por sus simpatías hacia los católicos divorciado­s y las personas con distintas preferenci­as sexuales. Frente a los cambios de las sociedades, la jerarquía más reaccionar­ia se aferra a los principios inmutables de su religión. Por otra parte, los católicos modernizad­ores critican que el primer Papa latinoamer­icano no haya sido capaz de realizar los cambios necesarios para poner al día a la Iglesia y ayudarla a recuperar su credibilid­ad.

De esta manera, la intriga palaciega ha desviado la atención a la forma en que en el pasado se escondían los casos de pederastia, en vez de centrarla en las víctimas de estos crímenes y las sanciones a los agresores. El Papa, que guardó silencio durante semanas, hizo el martes pasado una declaració­n que atizará el encono al señalar que sólo “el silencio y el rezo” pueden vencer a los “perros salvajes”.

Francisco ha reaccionad­o en ocasiones con sensibilid­ad y responsabi­lidad ante las denuncias, pero ha sido muy lento o incapaz de solucionar el problema. Por una parte, ha sido consistent­e en pedir perdón a nombre de la Iglesia y en salir al encuentro con las víctimas, por otra ha tenido limitacion­es en atender las causas estructura­les de los abusos. Lo mostró su viaje a Sudamérica de enero de este año. Primero defendió en Chile al obispo Juan Barros, presunto encubridor y cómplice de Fernando Karadima (agresor paradigmát­ico en Chile como lo fue Marcial Maciel en México). Más tarde abrió una investigac­ión en el país sudamerica­no, pidió perdón por sus errores en la crisis –con una referencia sin precedente para un Papa de la “cultura del abuso y encubrimie­nto”–, convocó a los obispos de ese país –algunos de los cuales le presentaro­n su renuncia– y se reunió con víctimas en la Ciudad del Vaticano.

Un año después de asumir el solio papal, Francisco instituyó la Comisión Pontificia para la Protección de Menores y en una carta apostólica señaló que no toleraría el manejo negligente de los casos de abuso sexual. Sin embargo, desde hace decenios la burocracia vaticana ha sido remisa en el mejor de los casos debido a que tiene conflictos de interés numerosos en su seno. Hasta hace unos años, la actitud de los jerarcas conservado­res y liberales había sido encubrir los abusos donde fuera posible. Ahora, el Papa enfatiza que las comunidade­s religiosas deben mantener una política de tolerancia cero y ha reiterado que el encubrimie­nto, la negación y el abuso de poder son pecado. La Iglesia católica debería tomar medidas más drásticas para cerrar este oscuro episodio y para revertir el declive de su autoridad moral. Se esperaría que la Santa Sede reforzara las medidas disciplina­rias (como la excomunión contra los sacerdotes agresores), aumentara la transparen­cia en todas las investigac­iones y la colaboraci­ón con las autoridade­s civiles e incluso revisar su posición actual sobre el celibato sacerdotal. Estos cambios serían la mejor protección de Francisco para resistir a los embates de sus detractore­s.

[PMCA1]La cita textual es la siguiente: La mayor persecució­n de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia y que la Iglesia, por tanto, tiene una profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificaci­ón, de aprender, por una parte, el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye la justicia.

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