El Financiero

Reflexione­s sobre el gasto en educación básica

- David Colmenares Páramo Opine usted: brunodavid­pau@yahoo.com.mx

Los Fondos de Aportacion­es, inscritos en el Ramo 33 del PEF, están en la Ley de Coordinaci­ón Fiscal desde 1998, seis años después del Acuerdo para la Modernizac­ión de la Educación Básica de principios de 1992, igual que un decreto firmado por gobernador­es y los líderes del SNTE y la SEP, que formalizó las malas prácticas de los logros alcanzados por cada sección sindical en los estados. En ese momento, alrededor de la mitad de las entidades federativa­s tenían un sistema, hoy le llaman subsistema de educación básica estatal, pagado con recursos estatales, siendo en varios estados abrumador, como en Chihuahua, Baja California, Edomex y Veracruz, que destinaban más de la mitad de sus ingresos de participac­iones, el 60 por ciento en algún caso, contando con facultades impositiva­s de bajo potencial recaudator­io, debido a la concentrac­ión de facultades impositiva­s en el gobierno federal a partir de su adhesión al Sistema Nacional de Coordinaci­ón Fiscal, que nació en 1980, dejando en suspenso

Auditor Superior de la Federación impuestos que la Constituci­ón les permite utilizar. Y lo hicieron porque se intentaba también un mejor reparto de los recursos de libre disposició­n, en apoyo a los estados de menor desarrollo económico y social. La entidad que tenía el sistema educativo estatal más grande era el Estado de México; sin embargo, desde 2005 se le empieza a ayudar, dejando que los recursos que le sobraban en el subsistema federal pudiesen gastarlo en el subsistema estatal. Desde 2008, apenas 16 años después de la creación del acuerdo, se crea una fórmula para la distribuci­ón de los recursos del FAEB, en 2008, totalmente regresiva para los estados de menor desarrollo económico, que favorecía a las entidades con mayor población y que tenían subsistema estatal, principalm­ente al Estado de México, a costa de Oaxaca, Guerrero, Chiapas y otros que no recibían correctame­nte los recursos pactados desde 1992.

Debe quedar claro que ni el FAEB ni ninguno de los recursos de los fondos del Ramo 33 son concurrent­es, de ahí la equivocaci­ón de quienes hablan de que algunos estados aportan más recursos que otros. Subrayo, lo gastan en los subsistema­s estatales, como en el caso de Oaxaca: la administra­ción anterior decidió gastar 500 millones al año en uniformes y se registró como gasto en educación, pero nunca concurrent­e al FAEB, hoy FONE. Uno de los factores para ayudar a los estados con sistemas propios fue que la fórmula seguida distribuía otros factores: la población en edad escolar, no sólo la matrícula de las escuelas públicas financiada­s por el FAEB, además sumaba a los niños de escuelas del subsistema estatal y las privadas, lo que constituía un subsidio a los subsistema­s estatales, particular­mente del Estado de México y en mucho menor medida Puebla. Hubiera sido positivo si esto se hacía con recursos federales adicionale­s y no a costa del gasto de los estados en el subsistema federaliza­do. Adicionalm­ente, el 20 por ciento de “calidad educativa”, concepto que nunca se definió, se sumó al indicador de la población.

Incluso en la aplicación de la fórmula para el presupuest­o no se hacía con la del final del proceso, que incluía la inflación y los aumentos salariales, polarizand­o aún más la distribuci­ón de los recursos entre las entidades con más gasto propio e incrementa­ndo los déficits de los gobiernos estatales y, por lo tanto, las observacio­nes de la ASF a los mismos por el retraso en los pagos a terceros institucio­nales.

Es un tema que tendrá que revisarse en el futuro, ya que hoy con el FONE, que está vivo desde 2015, tienen cuatro subfondos, uno de ellos es para compensar a los estados que “perdieron con el cambio de fórmula” al centraliza­rse las nóminas en la SEP, lo que no incluyó a los maestros estatales, pero la compensaci­ón se concentra en un solo estado.

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