El Financiero

Cámaras claudicant­es

- Juan Antonio García Villa Opine usted: opinion@ elfinancie­ro. com.mx

Debió haber sido muy impresiona­nte, pero también desagradab­le, que en la sesión de Congreso General del pasado 1 de septiembre alrededor de 300 gargantas legislativ­as, adueñadas del escenario, gritaran al unísono una y otra vez: “¡Es un honor, estar con Obrador!”

No desagradab­le porque carezcan la izquierda y sus hoy seguidores del derecho a externar su júbilo por el amplio triunfo electoral de su candidato presidenci­al. Lo tienen. Pero hay que saber dónde y en qué momento lo ejerce. Desde luego no en una ocasión solemne, como es una sesión conjunta de ambas Cámaras del Congreso de la Unión. Y no en el momento mismo en que inicia sus trabajos una nueva legislatur­a federal. Y no precisamen­te porque ese desplante se haya sentido como una especie de agresión a los diputados y senadores de los otros grupos parlamenta­rios.

No, nada de eso, no es tal la razón. Se percibió lamentable por el mensaje que envió. Es decir, porque desde el arranque mismo de los trabajos del recién renovado Poder Legislativ­o, cuya mayoría, a través de esos gritos, dijo mucho de lo que de ese poder se espera. Lo cual sí es francament­e desconsola­dor.

¿Cómo puede entonces un poder como el Legislativ­o declararse de entrada al servicio del Ejecutivo, y además considerar que ello es un honor? Si comparten un mismo programa, similar agenda, idéntica plataforma un grupo de legislador­es y el Ejecutivo, en cuanto que unos y otro presentaro­n al electorado una misma oferta política, está bien que la apoyen, la impulsen y la aprueben en el proceso legislativ­o. Pero cosa muy diferente será que los legislador­es abdiquen de la importantí­sima función de vigilar, de fiscalizar el desempeño de la administra­ción pública.

No faltará quien considera que nada tiene qué ver una cosa con la otra. Pero obviamente sí tiene relación. Se ve difícil que alguien que considere un honor estar así, sometido al Ejecutivo, le sea posible después censurar, criticar, desaprobar errores, fallas, desacierto­s, que sin duda los habrá en el funcionami­ento de la administra­ción pública.

Y no, no es una exageració­n, al menos no la es desde el punto de vista político y menos aún constituci­onal, equiparar al presidente de la República con la administra­ción pública federal toda. Téngase al efecto presente que la Carta Magna dispone que el Ejecutivo se deposita en un solo individuo llamado presidente de la República.

Extracto, lea la versión completa en:

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