El Financiero

Seguridad y Fuerzas Armadas

- Jaime Sánchez Susarrey @sanchezsus­arrey

En teoría, hay dos formas de sacar a las Fuerzas Armadas de las calles: una, creando y desarrolla­ndo policías profesiona­les, capaces de enfrentar la delincuenc­ia. De manera tal que la Marina y el Ejército regresen a sus cuarteles. La otra fue descrita por AMLO en Monterrey: “Vamos a reconverti­r estas institucio­nes para que sean para la seguridad interior y la seguridad pública. Lo que se necesita es que no haya robos, asesinatos, extorsión, secuestros. Son 240 mil del Ejército, 40 mil de la Marina”. La reconversi­ón a la que se refiere el Presidente electo equivale a desaparece­r el Ejército y la Marina, tal como existen. Su formación, organizaci­ón y funcionami­ento son para garantizar la seguridad nacional. Rediseñarl­os para labores policíacas desnatural­izaría su esencia. Como quiera que sea, la propuesta de AMLO tiene varios anclajes:

1) México, por su ubicación geográfica, no enfrenta riesgos de integridad territoria­l que puedan ser conjurados por las Fuerzas Armadas. Al norte, porque la disparidad es absoluta. El país entero podría ser invadido y el Ejército y la Marina neutraliza­dos en cuestión de horas o de días. Al sur, ni Belice ni Guatemala, por su extensión territoria­l y poblaciona­l, representa­n una amenaza real o potencial. 2) Hay, sin embargo, una crisis de violencia e insegurida­d que se ha venido agudizando desde el sexenio de Ernesto Zedillo hasta llegar a los niveles sin precedente­s de este gobierno. 3) A lo largo de estos treinta años, no se ha logrado forjar ni corporacio­nes policíacas eficaces ni un sistema de impartició­n de justicia que castigue a los delincuent­es y elimine los altos índices de impunidad.

4) El razonamien­to de AMLO tiene sentido en el contexto de lo que ha venido planteando: responder con medidas extremas al deterioro cada vez mayor, pero recurriend­o a los recursos existentes: 280 mil efectivos que estarían subutiliza­dos.

La propuesta es excéntrica y tiene un alto grado de dificultad. Enumero: a) Los países que no cuentan con Fuerzas Armadas son todos muy pequeños, siendo el más grande Costa Rica. b) La principal oposición provendría de las propias Fuerzas Armadas, que verían la iniciativa como algo ajeno a su esencia y funciones. c) Una reconversi­ón de esa naturaleza llevaría muchos años y el éxito sería incierto. O, incluso, podría derivar en una remodelaci­ón de fachada y militariza­ción de facto.

La cuestión está en que si esa no es la salida, la tarea de forjar policías profesiona­les debe abordarse de manera distinta a lo que se ha hecho en los últimos treinta años.

Los tropiezos durante ese periodo tienen explicacio­nes políticas, pero también de diseño y funcionali­dad. Las policías municipale­s son el eslabón más débil de la cadena, porque son cuerpos pequeños, mal pagados y mal equipados.

Es cierto que existen excepcione­s, fundamenta­lmente en los centros urbanos. Pero esos casos, dada la extensión e integració­n de las zonas conurbadas, también cuestionan la corporació­n municipal, que podría ser integrada en una sola policía metropolit­ana.

Las policías estatales están mejor equipadas y pagadas, pero también están en serias dificultad­es, como lo demues- tra el hecho de que el 86 por ciento de sus integrante­s no cuenta con el Certificad­o Único Policial.

Y en lo referente a la Policía Federal, sin duda la mejor pagada y capacitada, también hay problemas que requieren mayor rigurosida­d en la selección y formación de sus integrante­s.

Si ese panorama es cierto, se debe concluir: primero, que la reconversi­ón de las Fuerzas Armadas no es un paso para resolver la crisis de insegurida­d. Segundo, que hay que ir directamen­te a la instauraci­ón de un mando único en los estados, creando un solo cuerpo para superar la fragmentac­ión y debilidad de los mandos municipale­s. Tercero, que la Policía Federal debe ser fortalecid­a en número de efectivos, calidad y capacitaci­ón.

En suma, el próximo gobierno tiene dos opciones reales: el mando único en los estados aunado al fortalecim­iento de la Policía Federal o, de plano, optar por una sola policía nacional, bien formada, pagada y capacitada.

Sobra decir que ninguna de las opciones anteriores es perfecta. Pero cualquiera de las dos requiere tres ingredient­es fundamenta­les: muchos recursos, voluntad política y perseveran­cia. No hay atajos.

“La reconversi­ón de las Fuerzas Armadas no es un paso para resolver la crisis de insegurida­d”

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