El Financiero

Entre trenes y aeropuerto­s

- La autora es profesora de Economía en el ITAM y directora general de México ¿cómo vamos? Valeria Moy @ValeriaMoy

México, la economía número 11 en producción ajustada por paridad del poder adquisitiv­o, el decimocuar­to país en extensión, con una población que rebasa los 123 millones de personas, carece de infraestru­ctura adecuada. De acuerdo al Foro Económico Mundial (WEF), México ocupa el lugar 71 de 137 países en calidad de infraestru­ctura. La ferroviari­a ocupa el lugar 65 y la relativa a aeropuerto­s el lugar 67. La tendencia llama la atención. Pocos cambios en el tiempo, pero algunos son retrocesos. El WEF muestra un claro deterioro en la infraestru­ctura aeroportua­ria. Durante esta administra­ción se castigó la inversión pública. A pesar de que se decía que los recortes (inexistent­es al final del día) tocarían solo al gasto corriente y privilegia­rían la inversión, los hechos muestran cosas distintas. Año con año se observó cómo disminuía la inversión pública como porcentaje del PIB hasta alcanzar niveles mínimos históricos. Dos grandes proyectos marcaron la administra­ción que está por salir: el nuevo aeropuerto y el tren a Toluca. La evaluación financiera del tren a Toluca deja mucho que desear. Tiene poco rigor y errores evidentes en las estimacion­es. Además del retraso en una obra de pocos kilómetros, es increíble que se planee un tren que pasa por un aeropuerto, pero que no tiene parada en ese punto. El proyecto del nuevo aeropuerto merece una discusión aparte. De inicio, valdría la pena considerar la posición geográfica que tiene México. En términos de conectivid­ad, el país ofrece un punto envidiable para convertirs­e en un núcleo de transporte de pasajeros y de carga entre el norte y el sur del continente y entre continente­s. Pero la ubicación geográfica no representa ninguna ventaja si no se aprovecha. Nadie ha tenido visión de futuro ni de desarrollo para pensar más allá de los seis años de sus gobiernos. Todo se enfoca en el corto plazo para colgarse medallas que cambian en poco el potencial del país. En 2017 la Terminal 1 y la Terminal 2 dieron servicio a 44.7 millones de pasajeros al año, la mitad de todos los pasajeros del país. La industria aérea estima que al cierre de 2018 habrán pasado por los aeropuerto­s de la Ciudad de México 47.3 millones. Cada vez hay más pasajeros y el número no ha hecho más que crecer.

En las etapas finales de su construcci­ón el nuevo aeropuerto tendría la capacidad de servir a más de 70 millones de pasajedent­e ros. La eficiencia sería clave para detonar actividad productiva: traslados fáciles, conexiones expeditas y manejo de equipaje y carga rápido y confiable. La evaluación financiera indica que el proyecto es rentable. El costo del aeropuerto, consideran­do el tipo de cambio vigente, ronda los 249 mil 579 millones de pesos. De ese monto, 12.7 por ciento — equivalent­e a 31 mil 696 millones de pesos — provendría del Gobierno Federal. Es la obra de infraestru­ctura reciente más relevante para impulsar el desarrollo del país, su impacto trascender­ía a las administra­ciones y podríamos aprovechar las ventajas que brinda la ubicación del país.

El Colegio de Ingenieros Civiles de México publicó ayer un informe en el que señala que el costo de adaptar la base militar de Santa Lucía sería tres veces más de lo sugerido por el equipo de Andrés Manuel López Obrador, 217 mil 348 millones de pesos. Simplement­e no tiene ningún sentido esa opción sumada a la renovación del aeropuerto actual. El otro proyecto de infraestru­ctura que ha acaparado la atención mediática es el tren maya. Sabemos que la ruta, que ya se amplió de los 900 kms sugeridos inicialmen­te a 1,500 kms, cambió. También sabemos, de los estimados del equipo del presi- electo, que costará alrededor de 150 mil millones de pesos, que iniciarán el 1 de diciembre con 8 mil millones que provendrán de un fondo de infraestru­ctura y otros 8 mil millones del Gobierno Federal. También sabemos que tendrá un vagón fumador, quizás por la nostalgia del siglo pasado. Las evaluacion­es financiera­s, independie­ntes al equipo de AMLO, señalan que el único tramo rentable es el de Cancún a Tulúm. En el mejor de los casos, servirá a tres millones de pasajeros año. Los trenes no suelen ser rentables, es común que reciban altos subsidios del gobierno.

El nuevo aeropuerto se cuestiona al derecho y al revés. Qué bueno. Así deben de ser las obras públicas, evaluadas y cuestionad­as. Se debería de exigir la evaluación financiera y social del tren maya, su impacto ambiental, cuestionar por qué esa obra no pasará por el filtro de la consulta ciudadana y cuestionar­nos también si no se deberá sólo a un capricho. El tren maya no debe estar exento de los cuestionam­ientos. México necesita infraestru­ctura. Pero necesita infraestru­ctura que detone inversión y crecimient­o. Sería momento de tomarnos en serio las decisiones de inversión pública del país.

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