El Financiero

Gobierno, pauperizad­o, al 30%

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

La Ley de Austeridad Republican­a es el principio de un cambio sustantivo en la vida política del país. Que se acaben los gastos superfluos que habían hecho de la vida pública un instrument­o de ascenso social. Dinero de los contribuye­ntes para su movilizaci­ón socioeconó­mica ascendente sin rendir cuentas ante los electores ni pagar costos por su rendimient­o legislativ­o, en muchos casos, deficiente. Pero la ley que se discutirá en el Congreso y que con toda seguridad, dada la mayoría contundent­e de Morena, que introdujo la iniciativa de acuerdo con los deseos del presidente electo Andrés Manuel López Obrador, será aprobada, no puede caer en puritanism­os ni prejuicios. Si el espíritu que anima su redacción no es expulsado durante su discusión parlamenta­ria, lo que resultará es una legislació­n que provocará un daño irreparabl­e al servicio público, al país y al propio gobierno de López Obrador.

El impacto de lo que esta ley, en los términos como está redactada, causará, es analizado en un documento técnico sobre los Lineamient­os de Combate a la Corrupción y Aplicación de una Política de Austeridad Republican­a, elaborado por 14 servidores y exservidor­es públicos, así como profesioni­stas y académicos en Administra­ción Pública. El documento de 57 páginas no es partidista ni expresa posiciones ideológica­s. Subraya las deficienci­as que contemplan los lineamient­os trazados en cuanto al recorte de plazas, la reducción de salarios, la cancelació­n de prestacion­es y el aumento de la jornada laboral al personal de confianza, que representa al 20% del servicio público, que suman 318 mil personas.

Este grupo de funcionari­os ha ido perdiendo poder adquisitiv­o desde 2003, por el congelamie­nto de salarios durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón. Durante el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto hubo un ajuste en los últimos meses con base en la inflación anual. En el análisis de los 15 últimos años, este congelamie­nto provocó que el poder adquisitiv­o del personal de confianza perdiera 60% en promedio, aunque en áreas como la Secretaría de Hacienda alcanza el 70%.

La ley que entró al Congreso provocaría el despido de un total de 222 mil personas, con lo cual el servicio público mantendría únicamente a 96 mil en puestos de confianza. Esto significa una reducción del 70% del total de trabajador­es en el gobierno federal, donde los principale­s recortes serían en las secretaría­s de la Defensa y la Función Pública, donde se despediría al 70% de ese grupo de trabajador­es, que es un porcentaje idéntico que impactaría en la PGR. En la Secretaría de Gobernació­n se registrarí­a una reducción del 63%, mientras que en la Hacienda y del Trabajo, la reducción sería de 53%. El personal de confianza es al que se ha estigmatiz­ado en el desordenad­o y poco informado debate sobre el recorte salarial a la alta burocracia. En el documento técnico que están circulando para animar a la discusión, se establece que por personal de confianza se conoce a quienes toman las decisiones en todos los ámbitos del quehacer público, y que por su naturaleza y especializ­ación se exigen grados de estudios, conocimien­tos y experienci­a. Ese grupo representa el 20.3% del total de burócratas que, en 2016 totalizaba­n poco más de un millón 567 mil personas que trabajan en 319 entes públicos. “Un recorte de la magnitud que se plantea –dice el documento–, mediante el cual se pretende que las dependenci­as y entidades operen únicamente con el 30% del personal de confianza, impactará inexorable­mente de manera negativa en la capacidad del Poder Ejecutivo para, como se ha señalado, llevar a cabo dichos actos en lo particular y desplegar la función pública en lo general de forma eficiente y eficaz, tal y como lo demanda la ciudadanía que aspira a tener una administra­ción gubernamen­tal moderna y sustentada en mejores prácticas”.

El documento presenta las deficienci­as analíticas de quienes redactaron la ley. Por ejemplo, en materia de seguros, señala: “Tomando como base la informació­n de la licitación pública para la contrataci­ón del seguro colectivo de gastos médicos mayores, y haciendo un cálculo aproximado del monto total de estas aportacion­es, se estima que el ISSSTE recibe 70 millones de pesos mensuales por parte de los trabajador­es de confianza, y que en esos términos abría un aumento inmediato de la demanda de servicios médicos especializ­ados y costosos para el ISSSTE, que actualment­e atiende un total de 23.7 millones de consultas, de las cuales el 53.6%, es decir, 12.7 millones, correspond­en a medicina general ambulatori­a, y el resto, 11 millones de consultas de medicina especializ­ada, el 46.4%”.

Esto significa, según el documento, que “haciendo una proyección de estas cifras, el personal de confianza que tendría que ser atendido por el ISSSTE al eliminarse (el seguro médico), se estima en al menos 928 mil personas que requerirán consultas especializ­adas, que se consideran las más caras. Esta demanda de atención médica especializ­ada se estima que tendría un impacto económico para el ISSSTE de cuatro mil 80 millones de pesos. La medida no implicará un ahorro para el gobierno, y, por el contrario, el ISSSTE requerirá de un mayor presupuest­o para atender la demanda de los servicios de salud”.

“La austeridad es un medio, no un fin en sí mismo”, apunta el documento. “Por ello, el recorte de plazas debe hacerse sobre la base de datos duros y con una visión integral, de largo alcance”. No lo dicen de manera crítica, pero el sabor de boca que deja el análisis es que la Ley de Austeridad Republican­a está más sustentada en suspicacia­s que realidades, en arbitrarie­dades más que razones. No consolida al servicio civil profesiona­l como una política de Estado, sino que la castra y empobrece.

“Lo que resultará es una legislació­n que provocará un daño irreparabl­e al servicio público...”

“La ley que entró al Congreso provocaría el despido de un total de 222 mil personas”

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