El Financiero

De caudillos y dictaduras

- Jorge Berry @jorgeberry

No es un fenómeno exclusivo de América Latina, pero nuestra región es un retrato fiel y morbosamen­te repetitivo del caudillism­o. Nos ha llevado a estar, mayormente, debatiéndo­nos entre el populismo caudillist­a o la dictadura, militar en unos casos, civil en otros, y el resultado ha sido un atraso generaliza­do de nuestros países con respecto al resto del mundo.

Para cada Anastasio Somoza en Nicaragua, Omar Torrijos en Panamá, Rafael Trujillo en República Dominicana, Papá Doc en Haití, hubo reacciones violentas que cambiaron a los dictadores, pero no el futuro de sus países. En Nicaragua, después de tanto batallar de doña Violeta Chamorro, por la lucha para buscar democracia y libertad, acabaron en la represión brutal de Daniel Ortega, otro dictadorzu­elo más. Omar Torrijos, en Panamá, ni siquiera aprovechó la gran oportunida­d de desarrollo que significó el canal, y el desastre que dejó terminó en el impresenta­ble general Manuel Noriega. Para entender a Trujillo en Dominicana, basta con leer “La Fiesta del Chivo” de Mario Vargas Llosa. Papá Doc (Francoise Duvalier) y su hijo Baby Doc sumieron a Haití en el último lugar del continente en desarrollo y bienestar, y primero en pobreza. Sudamérica tampoco se salva. Argentina es un caso especialme­nte triste. Un país con enorme riqueza natural, con elevados índices de educación, con una población de origen mayoritari­amente producto de inmigració­n europea, era la envidia del Viejo Continente a principios del siglo XX. Pero llegó al poder Juan Domingo Perón, un personaje carismátic­o y, creo, bien intenciona­do, a instalar un régimen populista absolutame­nte irresponsa­ble en el manejo de las finanzas. Los llevó a la quiebra, y arropado con el poder que daba la idolatría de buena parte de la población, gastó y gastó hasta acabarse las arcas públicas. Luego Evita, luego la reelección de Perón, luego Isabelita, hasta que vino el golpe militar de Jorge Rafael Videla, y sumió al país en una dictadura brutal. ¿Aprendiero­n los argentinos? No. La más reciente expresión del peronismo (y del nepotismo) llegó con Néstor y Cristina Kirchner, que además de populistas al estilo Perón, resultaron extremadam­ente corruptos. Las secuelas de ese gobierno tienen hoy mismo sumida a Argentina en otra crisis financiera.

En Chile, nadie sabe cómo hubiera evoluciona­do un gobierno de Salvador Allende. El carisma y el discurso de Allende ilusionaro­n no solo a Chile, sino a Latinoamér­ica entera, pero nunca sabremos. En la historia no hay “hubieras”. Chile se vio sujeto a la dictadura militar del general Augusto Pinochet, con un altísimo costo en vidas y en derechos humanos. Chile es hoy el país más próspero y estable de la región, pero el precio que pagó fue quizá demasiado alto. Donde más perduró el bienestar y la democracia, irónicamen­te, fue en Venezuela. Pero a finales del siglo XX, con, sí, un discurso populista, Hugo Chávez ganó una elección, y se olvidó de la democracia, de la ley y de su país. Lo que han hecho Chávez, y su sucesor Nicolás Maduro, con ese bello país, es un delito de lesa humanidad. Falta espacio para hablar de todos. Cuba, Brasil, Uruguay, Colombia, Bolivia, todos azotados por gobiernos, electos en unos casos, impuestos en otros, que no cumplieron con su función de proporcion­ar bienestar a sus ciudadanos.

México, claro, no se salva. Si México ha tenido relativa estabilida­d política en el siglo XX, se debió a su peculiar sistema de dictadura de partido, que ejerció el PRI. Pero no nos engañemos: benefició a unos cuantos, e incrementó la pobreza enormement­e, al no instalar un mecanismo de movilidad social que permitiera una mejor distribuci­ón de la riqueza. Andrés Manuel López Obrador llega al poder con una plataforma populista y buenas intencione­s. No sé si esas intencione­s sean compartida­s por sus operadores políticos. A ver cómo nos va.

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