El Financiero

La crisis del PAN

- Fernando García Ramírez @Fernandogr

Uno de los comportami­entos más extraños que he visto en política es el de Ricardo Anaya después de la elección. Desapareci­ó, se escondió, huyó. Ni las gracias dio a quienes votaron por él. Con sequedad, luego de que lo hiciera Meade, felicitó a López Obrador. No se retiró de la política porque sigue operando desde la sombra. Y aunque Marko Cortés, que va por la presidenci­a del partido, diga que no, lo cierto es que Anaya no es ajeno a su candidatur­a.

¿Qué pasó en el PAN que se llegó a este estado de cosas? De forma inusitada, muy poco antes del inicio de las campañas, se presentó un diagnóstic­o muy claro del estado del PAN antes de las elecciones: la derrota de 2012, el cambio de estatutos en 2013, el estrepitos­o fracaso de 2015 y las victorias de 2016, el paulatino cierre de espacios de discusión interna, la supresión de los procesos de elección a cambio de candidatos elegidos por un comité basado en encuestas, la aparición en sus filas de costumbres añejas del priismo –como el amiguismo y el compadrazg­o–, la corrupción, los moches, el tráfico de influencia­s, el olvido de los principios. Un diagnóstic­o, a la luz de los resultados del 1º de julio, que dio justo en el blanco.

El autor: Carlos Castillo. El libro: Nuevas cartas a jóvenes panistas (Amazon, 2018). Más que “fuego amigo”, necesidad de conciencia de decirlo. ¿Qué motivó a Carlos Castillo a escribir este libro? El 19 de septiembre pasado, el día del temblor, en el momento del sismo, Carlos Castillo estaba entrando en autobús a la estación de camiones. Se dirigió al lugar donde trababate jaba su esposa, en las oficinas de Margarita Zavala. Vio ahí gente organizada, brigadas, cadenas humanas para acarrear alimentos y ropa; pudo palpar organizaci­ón y solidarida­d. Para recoger más tarde a su hija, pasó frente al edificio del PAN en el sur de la ciudad. A pesar de que este cuenta con sistemas de comunicaci­ón avanzados, tiene cocina y alimentos, cuenta con una planta de luz, y que podía servir de albergue, el inmueble estaba cerrado, gruesos candados en las puertas. Días después Ricardo Anaya apareció para anunciar que se donaría cierta cantidad de lo que le correspond­ía al partido por sus prerrogati­vas. Generoso con dinero que venía del gobierno. Sin fines solidarios, meramente electorale­s, de imagen. “El PAN ya no está en ese edificio. Ojalá permanezca vivo en los estados o en los municipios”, comenta Carlos Castillo.

En el PAN se fueron suprimiend­o las elecciones internas. Sin democracia interna, ¿cómo podría proyectar una imagen democrátic­a hacia el exterior? Ricardo Anaya fue electo como candidato del PAN en el Frente en una boleta donde sólo aparecía un nombre. Por falta de equidad en los comicios, uno a uno los otros aspirantes se fueron bajando de la contienda. Anaya “gozó de todos los beneficios de la exposición en los medios, de la estructura del partido y de los órganos internos”. Se trató a todas luces de una “simulación democrátic­a”. Lo mismo ocurrió en la designació­n de candidatos a nivel estatal y municipal. Por órdenes del CEN del PAN, se cancelaron las elecciones locales para selecciona­r candidatos. Se usó la fórmula “candidatos por acuerdos” para suprimir el de- interno. “Se atropelló como nunca antes la dinámica democrátic­a panista”, sostiene Carlos Castillo, “no hay democracia donde se incubó el autoritari­smo”. Es, en suma, “la traición a lo que hemos sido”, concluye el autor.

Unos días antes de que arrancara la campaña, Carlos Castillo publicó un libro en el que expuso las deficienci­as del proceso de selección de candidatos, los inconvenie­ntes de ir con el Frente, la ausencia de deliberaci­ón seria en la elaboració­n de la plataforma electoral, la cancelació­n de elecciones locales. ¿Tiene salida la crisis del PAN? Pensaba Castillo que sí pero, “ante la paulatina supresión de la pluralidad”, cambió de opinión. “¿Cómo dar candidatur­as a quienes sabes que representa­n lo peor de nuestro sistema político?” El PAN se ha convertido en una maquinaria electoral, donde se valora a quien puede aportar más votos y no a quien presenta un mejor perfil y propuestas. Un partido muy parecido al pragmático PRI.

El de Castillo es un libro valiente y oportuno, disfrazado de unas amables cartas a un(a) joven que quiere afiliarse al PAN pero que ve que ese partido está en crisis. En primer lugar, ese(a) joven no puede afiliarse porque no están abiertas las afiliacion­es. Esto se hizo para mejor controlar el padrón electoral. Un padrón que Anaya no compartió con sus contrincan­tes. “No estaba en el reglamento”, dicen. Pero era lo correcto. Como también hubiera sido correcto organizar una contienda equitativa para obtener la candidatur­a. Si el partido no se abre a la sociedad civil organizada, como ya lo hizo en otros tiempos, “el panismo está condenado a reducirse hasta que sólo queden los peores, dispuestos a devorar, como gusanos, el cadáver de lo que una vez fue el partido”.

“Sin democracia interna (en el PAN), ¿cómo podría proyectar una imagen democrátic­a hacia el exterior?”

“Si el partido no se abre a la sociedad civil, ‘el panismo está condenado a reducirse hasta que sólo queden los peores’”

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