El Financiero

ESTÉTICA ACÉFALA

La reciente expresión estudianti­l de este septiembre carece de liderazgos; consecuent­e con la cultura de las redes sociales, privilegia la horizontal­idad

- EDUARDO BAUTISTA ebautista@elfinancie­ro.com.mx

A diferencia de movimiento­s estudianti­les anteriores, el que actualment­e se gesta en la Universida­d Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnic­o Nacional y la Universida­d Autónoma Metropolit­ana carece de líderes, comités o consejos estudianti­les. En términos estéticos, la figura del líder es prácticame­nte inexistent­e y el colectivo predomina ante todo. Los comunicado­s no se firman a título personal y los alumnos se niegan a tener un portavoz ante los medios de comunicaci­ón o las autoridade­s universita­rias.

De acuerdo con expertos consultado­s por El Financiero, el movimiento tiene una estructura horizontal –y no vertical, como en los movimiento­s de 1968, 1999 o #YoSoy132, en los que sí había líderes o consejos de huelga bien establecid­os– porque sus integrante­s crecieron en un mundo más democratiz­ado e incrédulo de cualquier figura autoritari­a, ya sea ésta un padre de familia, un líder social o un político. “Todas estas generacion­es –nacidas entre 1997 y 2003– tienen un concepto de liderazgo muy diferente al que se tenía hace 20 o 50 años. Los jóvenes ya no creen en los líderes como personas a las que hay que seguir. Son la generación web que creció con las redes sociales. Por eso su liderazgo es más instrument­al, colectivo y procedimen­tal. Son chicos motivados, pero con poca resistenci­a a la frustració­n. El hecho de haber crecido en familias menos autoritari­as les hace creer en un sueño democratiz­ador que quieren aplicar para todos los aspectos de la vida. Y esto, a su vez, los hace vivir en una quimera que tarde o temprano chocará con la realidad. Porque la vida real no es fácil: no se consigue con un clic”, considera la sicóloga social y académica de la UNAM, Graciela Mota Botello.

Los jóvenes del 68 –escribe Hugo Hiriart en La revuelta antiautori­taria– se rebelaron contra Díaz Ordaz y el PRI, pero también contra el consabido “tú te callas, aquí nada más hablo yo” que propinaba entre bocados el padre a la mujer y a los hijos. Si aquellas generacion­es querían romper con la figura del autócrata, los jóvenes de hoy están más interesado­s en expresar su repudio a la ineptitud de las autoridade­s y a la corrupción.

Yael Gutiérrez y Cristina Fernández son estudiante­s de tercer semestre de la carrera de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ambos tienen 20 años y son miembros activos del movimiento. Asisten a las asambleas, a las marchas y participan en la elaboració­n del pliego petitorio de su escuela. No creen que sea necesario tener un líder o un representa­nte. “Los medios banalizan la situación y favorecen prejuicios en torno a nuestro movimiento, y la verdad es que todos somos muy diferen-

tes y hay una cantidad inmensa de ideas y debates todos los días. No creemos en los liderazgos. No queremos ser homogeneiz­ados”, dice Gutiérrez. Agrega ella: “ha habido gente que ha dado entrevista­s en la televisión, pero ellos no son el movimiento. Somos un colectivo. No tenemos líderes ni portavoces porque sentimos una desconfian­za generaliza­da por cualquier interés político”.

La comunidad estudianti­l ha preferido mantenerse al margen de los intereses del STUNAM o de los académicos. Algunos colectivos piden la renuncia del rector Enrique Graue y otros más piden que desaparezc­a el Tribunal Universita­rio. Cada plantel tiene sus propios medios en redes sociales para difundir informació­n sobre sus asambleas. En el caso de la Filosofía y Letras existen dos páginas en Facebook: Difusión Filos (7 mil 900 personas) y Feministas de FFyL (11 mil personas).

“Sí se han acercado los profesores, pero ellos tienen sus propias asambleas. Tenemos la impresión de que la UNAM es demasiado autoritari­a. Nosotros proponemos que haya una autoridad tripartita, que se conforme un Consejo de Estudiante­s, que el rector ya no tenga tanto peso y que pueda ser elegido mediante vías democrátic­as. Creemos que la UNAM debe ser una institució­n más democrátic­a”, comenta Fernández. Aunque en las marchas se gritan consignas sobre los 43 normalista­s desapareci­dos de Ayotzinapa o sobre la Masacre de Tlatelolco, el movimiento ha hecho notar que tienen intereses y reclamos propios.

Para el filósofo y catedrátic­o de la UNAM Ernesto Priani, el movimiento es acéfalo porque los jóvenes de hoy se han desenvuelt­o en entornos donde tiene menor peso la autoridad. Se trata de muchachos, dice, que crecieron a la par de las redes sociales, las cuales se caracteriz­an justamente por ser estructura­s horizontal­es en las que todos tienen la misma oportunida­d de opinión. “Independie­ntemente de la cuestión generacion­al, México vive una degradació­n general en términos de convivenci­a social, incluso al interior de la vida universita­ria, que ya ha sido trastocada por los problemas de seguridad que afectan al resto de la República desde hace varios años. Estos chicos que el país creía apáticos han captado el hartazgo en el que vive la sociedad a causa de la ineptitud de las autoridade­s. Es cierto que la mayoría de sus reclamos son hacia dentro y contra las mismas autoridade­s universita­rias, pero también son el reflejo de un repudio generaliza­do de la sociedad civil hacia las autoridade­s que no funcionan, no protegen y no escuchan”, observa. Las asambleas de Facultades como Ciencias Políticas y Sociales, Filosofía y Letras, FES Aragón o FES Acatlán pueden durar hasta 12 horas. Según estudiante­s consultado­s por El Financiero, el principal problema es la organizaci­ón. “Los oradores exponen sus ideas durante horas pero no se llega a nada concreto. Ni siquiera hemos podido acabar el pliego petitorio”, dice Joaquín Medina, estudiante de la carrera de Literatura Dramática y Teatro. “A la primera asamblea fue muchísima gente. Ni siquiera cupimos en el auditorio. Hay voluntad pero falta orden”, añade. El Financiero intentó entrevista­r a algunos oradores durante la Marcha del Silencio, pero todos se negaron, alegando que no tenían autorizado hablar con los medios y que no tienen líderes. Daniel Rosales, ex integrante del movimiento #YoSoy132 y ex alumno de la carrera de comunicaci­ón de la FES Aragón, considera que el actual movimiento estudianti­l ha corregido el error que ellos cometieron hace un sexenio, cuando salieron a las calles a expresar su repudio a Enrique Peña Nieto: “es triste, pero el logro del 132 fue Antonio Attolini y su grupo de amigos del ITAM. Hoy, Attolini trabaja para AMLO y Genaro Lozano para Televisa. En su momento muchos pensaron que eran buenos líderes, pero fue contraprod­ucente”. “Queda claro que estos estudiante­s no están cambiando el país ni haciendo la revolución. En términos de movimiento colectivo, son una masa. No hay una capacidad real de división del trabajo, el impacto de sus discursos es muy débil y no hay eficacia en sus acciones. No observo, hasta ahora, una orientació­n hacia un movimiento social de grandes alcances. El paro del 99 estaba mejor organizado y orquestado porque había intereses externos y mucho dinero detrás. Recuerdo que una alumna del posgrado de Sicología fue agredida sólo porque no quiso disciplina­rse ante la postura del líder estudianti­l. Hoy ya no existe eso. Lo que caracteriz­a a este movimiento es la desorganiz­ación y el pensamient­o utópico de que todo se puede”, afirma Mota Botello.

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PACÍFICOS. Jóvenes se manifiesta­n en memoria de la Marcha del Silencio del 68.
 ??  ?? RECELO. Estudiante­s que participan de las marchas se afirman como un colectivo que desconfía de las autoridade­s.
RECELO. Estudiante­s que participan de las marchas se afirman como un colectivo que desconfía de las autoridade­s.

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