ESTÉTICA ACÉFALA
La reciente expresión estudiantil de este septiembre carece de liderazgos; consecuente con la cultura de las redes sociales, privilegia la horizontalidad
A diferencia de movimientos estudiantiles anteriores, el que actualmente se gesta en la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Autónoma Metropolitana carece de líderes, comités o consejos estudiantiles. En términos estéticos, la figura del líder es prácticamente inexistente y el colectivo predomina ante todo. Los comunicados no se firman a título personal y los alumnos se niegan a tener un portavoz ante los medios de comunicación o las autoridades universitarias.
De acuerdo con expertos consultados por El Financiero, el movimiento tiene una estructura horizontal –y no vertical, como en los movimientos de 1968, 1999 o #YoSoy132, en los que sí había líderes o consejos de huelga bien establecidos– porque sus integrantes crecieron en un mundo más democratizado e incrédulo de cualquier figura autoritaria, ya sea ésta un padre de familia, un líder social o un político. “Todas estas generaciones –nacidas entre 1997 y 2003– tienen un concepto de liderazgo muy diferente al que se tenía hace 20 o 50 años. Los jóvenes ya no creen en los líderes como personas a las que hay que seguir. Son la generación web que creció con las redes sociales. Por eso su liderazgo es más instrumental, colectivo y procedimental. Son chicos motivados, pero con poca resistencia a la frustración. El hecho de haber crecido en familias menos autoritarias les hace creer en un sueño democratizador que quieren aplicar para todos los aspectos de la vida. Y esto, a su vez, los hace vivir en una quimera que tarde o temprano chocará con la realidad. Porque la vida real no es fácil: no se consigue con un clic”, considera la sicóloga social y académica de la UNAM, Graciela Mota Botello.
Los jóvenes del 68 –escribe Hugo Hiriart en La revuelta antiautoritaria– se rebelaron contra Díaz Ordaz y el PRI, pero también contra el consabido “tú te callas, aquí nada más hablo yo” que propinaba entre bocados el padre a la mujer y a los hijos. Si aquellas generaciones querían romper con la figura del autócrata, los jóvenes de hoy están más interesados en expresar su repudio a la ineptitud de las autoridades y a la corrupción.
Yael Gutiérrez y Cristina Fernández son estudiantes de tercer semestre de la carrera de Historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ambos tienen 20 años y son miembros activos del movimiento. Asisten a las asambleas, a las marchas y participan en la elaboración del pliego petitorio de su escuela. No creen que sea necesario tener un líder o un representante. “Los medios banalizan la situación y favorecen prejuicios en torno a nuestro movimiento, y la verdad es que todos somos muy diferen-
tes y hay una cantidad inmensa de ideas y debates todos los días. No creemos en los liderazgos. No queremos ser homogeneizados”, dice Gutiérrez. Agrega ella: “ha habido gente que ha dado entrevistas en la televisión, pero ellos no son el movimiento. Somos un colectivo. No tenemos líderes ni portavoces porque sentimos una desconfianza generalizada por cualquier interés político”.
La comunidad estudiantil ha preferido mantenerse al margen de los intereses del STUNAM o de los académicos. Algunos colectivos piden la renuncia del rector Enrique Graue y otros más piden que desaparezca el Tribunal Universitario. Cada plantel tiene sus propios medios en redes sociales para difundir información sobre sus asambleas. En el caso de la Filosofía y Letras existen dos páginas en Facebook: Difusión Filos (7 mil 900 personas) y Feministas de FFyL (11 mil personas).
“Sí se han acercado los profesores, pero ellos tienen sus propias asambleas. Tenemos la impresión de que la UNAM es demasiado autoritaria. Nosotros proponemos que haya una autoridad tripartita, que se conforme un Consejo de Estudiantes, que el rector ya no tenga tanto peso y que pueda ser elegido mediante vías democráticas. Creemos que la UNAM debe ser una institución más democrática”, comenta Fernández. Aunque en las marchas se gritan consignas sobre los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa o sobre la Masacre de Tlatelolco, el movimiento ha hecho notar que tienen intereses y reclamos propios.
Para el filósofo y catedrático de la UNAM Ernesto Priani, el movimiento es acéfalo porque los jóvenes de hoy se han desenvuelto en entornos donde tiene menor peso la autoridad. Se trata de muchachos, dice, que crecieron a la par de las redes sociales, las cuales se caracterizan justamente por ser estructuras horizontales en las que todos tienen la misma oportunidad de opinión. “Independientemente de la cuestión generacional, México vive una degradación general en términos de convivencia social, incluso al interior de la vida universitaria, que ya ha sido trastocada por los problemas de seguridad que afectan al resto de la República desde hace varios años. Estos chicos que el país creía apáticos han captado el hartazgo en el que vive la sociedad a causa de la ineptitud de las autoridades. Es cierto que la mayoría de sus reclamos son hacia dentro y contra las mismas autoridades universitarias, pero también son el reflejo de un repudio generalizado de la sociedad civil hacia las autoridades que no funcionan, no protegen y no escuchan”, observa. Las asambleas de Facultades como Ciencias Políticas y Sociales, Filosofía y Letras, FES Aragón o FES Acatlán pueden durar hasta 12 horas. Según estudiantes consultados por El Financiero, el principal problema es la organización. “Los oradores exponen sus ideas durante horas pero no se llega a nada concreto. Ni siquiera hemos podido acabar el pliego petitorio”, dice Joaquín Medina, estudiante de la carrera de Literatura Dramática y Teatro. “A la primera asamblea fue muchísima gente. Ni siquiera cupimos en el auditorio. Hay voluntad pero falta orden”, añade. El Financiero intentó entrevistar a algunos oradores durante la Marcha del Silencio, pero todos se negaron, alegando que no tenían autorizado hablar con los medios y que no tienen líderes. Daniel Rosales, ex integrante del movimiento #YoSoy132 y ex alumno de la carrera de comunicación de la FES Aragón, considera que el actual movimiento estudiantil ha corregido el error que ellos cometieron hace un sexenio, cuando salieron a las calles a expresar su repudio a Enrique Peña Nieto: “es triste, pero el logro del 132 fue Antonio Attolini y su grupo de amigos del ITAM. Hoy, Attolini trabaja para AMLO y Genaro Lozano para Televisa. En su momento muchos pensaron que eran buenos líderes, pero fue contraproducente”. “Queda claro que estos estudiantes no están cambiando el país ni haciendo la revolución. En términos de movimiento colectivo, son una masa. No hay una capacidad real de división del trabajo, el impacto de sus discursos es muy débil y no hay eficacia en sus acciones. No observo, hasta ahora, una orientación hacia un movimiento social de grandes alcances. El paro del 99 estaba mejor organizado y orquestado porque había intereses externos y mucho dinero detrás. Recuerdo que una alumna del posgrado de Sicología fue agredida sólo porque no quiso disciplinarse ante la postura del líder estudiantil. Hoy ya no existe eso. Lo que caracteriza a este movimiento es la desorganización y el pensamiento utópico de que todo se puede”, afirma Mota Botello.