La pérdida del capital político
Se ha vuelto un deporte nacional muy socorrido estar a la caza de las mutaciones en que a la vista de todos está incurriendo Andrés Manuel López Obrador. No tiene caso citar aquí la extensa serie de contradicciones en que numerosos editorialistas han pillado al Presidente electo. Pero el problema es que las contradicciones no han sido solamente de él, sino también de su más cercano equipo. El asunto se complica cuando esos colaboradores cercanos a AMLO, además de contradecirse entre lo que antes ellos mismos afirmaban y lo que ahora sostienen (los Alfonsos, Durazo y Romo, son apenas una leve muestra), abiertamente contradicen lo sostenido por su jefe. Esa catarata de dislates no puede continuar sin que le signifique un costo político.
Por lo pronto ya se nota el principio del fin de la “luna de miel” que inició el 1 de julio, el mismo día de las elecciones. Además de las declaraciones notoriamente contradictorias de AMLO y su gente, están las conductas, los hechos políticos que a amplios sectores ciudadanos les han parecido desaseados, por decir lo menos, cuando no francamente arreglos al más puro estilo del viejo régimen. Componendas, transas, mercado político de baja estofa. Como ejemplo de esas prácticas sucias está la doble votación que la mayoría morenista impuso en el Senado para conceder licencia, primero denegada, al senador Velasco, a fin de que regresara a Chiapas a convertirse en el gobernador sustituto de sí mismo. Naturalmente para después regresar a la Cámara alta y quedar cobijado por el fuero.
Si por las vísperas se conoce cuanto después habrá de suceder, ya desde ahora es posible pronosticar lo que viene después del 1 de diciembre. Ya iniciado el deslizamiento en el tobogán, será cada vez más difícil el retorno. Porque siempre es cuesta arriba, muy difícil rectificar. Y más aún cuando en política se trata de grupos radicales, mesiánicos, maximalistas. El gran problema que se advierte tiene dos ángulos. El primero, la reiterada propuesta de AMLO de someter su mandato a referéndum. No creo que se convoque expresamente a uno, pero las elecciones de 2021 harán las veces de tal. Y si en los comicios locales previos a Morena le empieza a ir mal y la caída en el tobogán continúa, seremos testigos de un proceso electoral tormentoso. Al bajar seguramente sus índices de aceptación y de popularidad, la reacción de los morenistas y sus aliados serán tremenda, harán palidecer a las viejas prácticas priistas. Aquí estará el gran problema.