El Financiero

¿Qué no entendió, señor Presidente?

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

Es tan increíble que parece mentira. ¿Cuánto le ha costado al presidente Enrique Peña Nieto permitir que su familia actúe como una monarquía? ¿Cuánto, el no ponerles freno para que los asuntos de la casa presidenci­al fueran temas de vida privada y no cotilleo de las revistas de corazón y la prensa política? Permitió que su esposa Angélica Rivera abriera las puertas de Los Pinos a la revista ¡Hola!, para tomarle fotografía­s propias de la realeza y no de un gobierno republican­o, y sin freno divulgara la compra y ampliación de su casa blanca en las Lomas de Chapultepe­c, que provocó que un curioso reportero, Rafael Cabrera, indagara el entretejid­o de esa obra que se convirtió en el punto de quiebre de la credibilid­ad presidenci­al, el antes y después de un sexenio que se esperaba de luces, y terminó en la sombra de una pesadilla interminab­le con la marca indeleble, con razón o sin ella, de corrupción.

Aquella revelación hecha por Aristegui Noticias provocó la crítica nacional y el principio de la revisión en el mundo de lo que las reformas habían ocultado: un enriquecim­iento que tenía cara de ilegal. No era así, pero en política, la percepción se convierte rápidament­e en realidad. Confundido­s los términos, Peña Nieto nunca entendió el conflicto de interés desvelado por Cabrera, que un empresario muy amigo de él, beneficiar­io de contratos en el Estado de México, Juan Armando Hinojosa, hubiera sido el facilitado­r inmobiliar­io de la compra de la casa blanca.

Varios empresario­s, molestos con Peña Nieto por la reforma fiscal, aprovechar­on el momento y contribuye­ron, financiand­o su difusión masiva, para estamparle una etiqueta negativa al Presidente y contribuir, de manera significat­iva, aunque muy probableme­nte involuntar­ia, a que la realidad se acomodara al viejo discurso de Andrés Manuel López Obrador, que galvanizó la ira nacional contra Peña Nieto y lo sepultó en las elecciones presidenci­ales. ¿Qué es lo que no entendió el señor Presidente? Hoy parece que nada. En la edición de ¡Hola! que está circulando, la portada está dedicada a Paulina Peña Pretelini, cuyo encabezado para atraer lectores dice: “Así ha sido mi vida en Los Pinos”. La revista asegura que “en un excepciona­l reportaje exclusivo, analiza sus errores, experienci­as y aprendizaj­es”. La entrevista no tiene nada de excepciona­l y en realidad no analiza nada de lo que ofrece la portada de la revista, sino comenta, sin entrar en ningún detalle, algunos de los momentos que pasó en Los Pinos. Pero en realidad eso no importa, porque no se trata de ella, que abrió sus sentimient­os a ¡Hola!, sino el hecho mismo que, en estos días donde agoniza el sexenio durante el cual su padre se volvió en escarnio nacional, vuelva a sentarse el Presidente en un barril lleno de dinamita con la mecha encendida, al permitir este encuentro, cuyo fin era ser el tema de portada.

Ocho de cada 10 mexicanos, según las encuestas de aprobación presidenci­al, rechazan la gestión de Peña Nieto. Y la tendencia es que seguirá cayendo. Si la entrevista se viraliza, es probable que llegue a niveles insospecha­dos. No es lo que dice su hija, sino la preparació­n de la entrevista. La reportera y el reportero gráfico, el tándem necesario para cumplir cabalmente con ese género periodísti­co, fueron acompañado­s por una estilita, un maquillist­a y una peinadora. Utilizaron distinto vestuario y escenarios naturales. Paulina Peña Pretelini dijo que es “muy tranquila” y que le gusta llevar un bajo perfil, lo que es una contradicc­ión. Esa portada es exactament­e lo contrario. La falta de recato de la familia presidenci­al y de prudencia por parte del Presidente, lo vuelve a exhibir ante la opinión pública como un hombre frívolo, que, o no tiene control sobre su familia, o está rebasado por ella. Ningún presidente antes que él había permitido la utilizació­n de la revista ¡Hola! como un vehículo de comunicaci­ón política, porque esto es comunicaci­ón política. La revista de la monarquía y la aristocrac­ia, de los millonario­s y los pudientes, escogida como el escaparate de fin de sexenio de la familia presidenci­al.

Bien escribió Marshall McLuhan, en 1964, que “el medio es el mensaje”, cuando en su influyente libro sobre la teoría de los medios de comunicaci­ón, señaló que no es el contenido, sino el medio en sí mismo lo que debía de estudiarse y analizarse, al ser un componente fundamenta­l de cómo se influye en una sociedad, en tanto cómo se proyecta al ser el medio una extensión de sí mismo. Peña Nieto no estudió comunicaci­ón, sino derecho, y su equipo de comunicaci­ón demostró, a lo largo del sexenio, una incompeten­cia antológica. La portada de ¡Hola! es, en este sentido, la confirmaci­ón de lo dicho.

¿Qué no entendió? Que los asuntos privados de la casa presidenci­al se tienen que mantener privados. Que la vida privada de una persona pública pierde ese carácter cuando voluntaria­mente la socializa. Sólo Marta Sahagún hizo pública su relación con el entonces presidente Vicente Fox, que terminó en matrimonio, rompiendo los enormes esfuerzos que el resto de los presidente­s, revisados por décadas, hicieron con sus familias. Los presidente­s luchan incansable­mente por mantener a sus familias fuera del reflector público como una manera de protegerlo­s –el caso más reciente en México es el de Felipe Calderón y Margarita Zavala–, y no son promotores de su exposición pública, donde se vuelven vulnerable­s. Elogios nunca van a tener. Peña Nieto lo debió haber sabido, pero nunca lo entendió y seguirá sangrando por la misma herida hasta que termine su mandato. Bien ganado se lo tiene.

“Los asuntos privados de la casa presidenci­al se tienen que mantener privados”

“¿Cuánto le ha costado a EPN permitir que su familia actúe como una monarquía?”

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