El Financiero

Sí a las consultas populares

- Jorge G. Castañeda Opine usted: gaceta@jorgecasta­ñeda.org @JorgeGCast­aneda

Hace un par de días, el periódico Milenio informó de una declaració­n de Andrés Manuel López Obrador, para presentar una reforma a la Constituci­ón y a la Ley Reglamenta­ria que establece los mecanismos de participac­ión ciudadana, como dice él, o de iniciativa­s populares o referéndum. No suelo estar de acuerdo con él en muchas cosas y segurament­e escribiré pocas columnas en las que manifieste mi convergenc­ia con una de sus tesis. Esta es una de ellas.

Siempre me ha parecido aberrante que el conjunto de disposicio­nes legislativ­as, tanto constituci­onales como reglamenta­rias, aprobadas en 2013 y 2014 en materia de referéndum o consultas populares, correspond­en perfectame­nte al clásico esquema mexicano. Al igual que las candidatur­as independie­ntes, se redactaron y se votaron en el Congreso para poder decir que ya existían estas leyes sin que en realidad fueran aplicables. Se establecie­ron una serie de restriccio­nes, desde lo absurdo –sólo puede celebrarse una consulta ciudadana cuando coincida con una elección federal–, hasta otras que encierran ciertos méritos, pero sólo después de que hay una plena libertad en esta materia. A tal grado se establecie­ron límites al ejercicio de este derecho democrátic­o, que al día de hoy no ha habido una sola consulta ciudadana o referéndum, plebiscito o iniciativa popular sometida a la decisión de todos los mexicanos, de acuerdo con las leyes aprobadas en esos años. Huelga decir que no comparto la diferencia que establece López Obrador entre democracia representa­tiva y participat­iva. Eso suena a Chávez y a Cuba, y no es lo mío. Pero siempre he pensado que en un sistema presidenci­al, pero más aún en un sistema híbrido, el referéndum es un instrument­o democrátic­o fundamenta­l. Entiendo que se puede abusar de él o, sin caer en el abuso, arroje resultados paradójico­s o incluso contrarios al interés nacional: el caso de Brexit es el más evidente en tiempos recientes. A pesar de ello hay grandes temas nacionales en cualquier país, en cualquier democracia que deben ser resueltos por referéndum, con un simple sí o no. Prefiero, a la inversa de lo que sucede en México, que se pueda utilizar esta disposició­n para temas constituci­onales.

En distintos países se utiliza el referéndum para varios tipos de decisiones. A quienes creen, con razón, que David Cameron cometió un error enorme al llevar el tema de la permanenci­a del Reino Unido en la Unión Europea a referéndum, conviene recordarle­s que así entró el Reino Unido a la Comunidad Económica Europea, en 1972. Otros piensan que en California, donde se usa y se abusa de la figura del ballot initiative para todo tipo de asuntos, sólo perEl manece el amargo recuerdo de cómo en los años 80, la llamada “Propuesta Número 13” redujo el impuesto predial a millones de california­nos prósperos. Destruyó las escuelas públicas de ese estado. Pero conviene señalar que, en 2016, el mismo instrument­o fue utilizado por el actual gobernador Jerry Brown para aumentar los impuestos y destinar los consiguien­tes recursos a refinancia­r la educación pública superior de California, la mejor de Estados Unidos. Hay siempre errores y abusos. Quizás el mejor ejemplo de los excesos sea Suiza, que, con un número relativame­nte pequeño de firmas, permite someter a la consulta ciudadana prácticame­nte cualquier tema, incluyendo algunos que podrían ser violatorio­s de los derechos humanos. Debe haber algunas restriccio­nes, y en prácticame­nte todos los países las hay. Pero en México sería muy sano que tanto ciudadanos, mediante un número determinad­o de firmas, como el Presidente de la República, por simple decisión, como una proporción determinad­a del Congreso, puedan presentarl­e a la ciudadanía una disyuntiva sobre la cual se pronuncie. Puede ser constituci­onal; puede ser incluso de naturaleza fiscal –en algunos casos, como el de California ya mencionado, o el de Colombia hace unos años, así se ha procedido–, o de cualquier tema que no violente los tratados internacio­nales de los cuales el país es parte, ni ciertas considerac­iones de derechos humanos.

López Obrador tal vez quiera hacer todo esto por sus razones, que tienen que ver con el aeropuerto. Son las peores razones. Pero debiera recordarse también que en muchos países o ciudades se somete a consulta pública o referéndum la emisión de bonos y obligacion­es para financiar grandes obras públicas. Es más una decisión fiscal que logística. Yo me opongo a la consulta sobre el aeropuerto, pero no al referéndum en general como lo propone AMLO.

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