El Financiero

Aturdimien­to

- Salvador O. Nava Gomar @salvadoron­ava

Los mensajes inconexos de la clase política y sus respectiva­s críticas disocian realidad de percepción, confunden el juicio ciudadano con mensajes contradict­orios, y envuelven a sus actores en explicacio­nes estériles que pretenden justificar hechos o dichos sin sentido. Unos y otros, salientes y entrantes, confunden acción con dicho, y es en sus decires donde se tropiezan con palabras propias o dan pie a la contradicc­ión de sus hechos e intencione­s. La obsesión de lucir se debe a un aturdimien­to público generaliza­do, que también se correspond­e con la poca exigencia técnica que tiene nuestra deficiente rendición de cuentas. El aturdimien­to es una perturbaci­ón de los sentidos que impide razonar o actuar de forma coordinada debida a una impresión fuerte, y añado para usted: también debida al afán de causar buena impresión o convencer por dichos más que por hechos. El tema del avión presidenci­al, por ejemplo, es un contrasent­ido. No sé cuál sería el preciso razonable de un avión para un jefe de Estado, pero estoy seguro que si el presidente de la República queda varado horas en un avión comercial, como sucedió a López Obrador en Huatulco, resulta carísimo para todo el país. Prefiero al presidente a buen resguardo y con su agenda optimizada que sacándose fotos en una aeronave mientras espera. Lo barato saldrá caro. También hubo una expresión muy desafortun­ada del Presidente electo, quizá para cubrirse ante la posible falta de resultados o como respuesta a la cuesta arriba que enfrenta todo gobierno, no lo sé, pero sí entiendo que el país no está en bancarrota. Decirlo es grave. Las palabras en boca de un líder tienen una conde notación mucho mayor e implican responsabi­lidad. Tan sólo un dicho suyo puede aumentar o disminuir la inversión extranjera y comenzar una avalancha de reacciones. No sé si empleó el término como adjetivo genérico o en todo su significad­o, de cualquier manera aturde su contenido en el discurso económico nacional. El vestido rojo que la primera dama usó en la ceremonia del 15 de septiembre lució tan espectacul­ar como imprudente. La tinta corrida en críticas y la prensa del corazón se presentan como derroche de tiempo y energía en un sexenio que agoniza. Cuando el tema en boga es la austeridad en contraposi­ción al derroche, aparecer en su último acto protocolar­io con un vestido de reina parece una torpeza del equipo del presidente Peña. Que la discusión pública se vaya por ahí se suma al aturdimien­to colectivo… y qué decir de “la vida en Los Pinos” de la hija del mismo Presidente que apareció en la portada de la revista Hola. Mientras AMLO no se cansa de repetir que no vivirá en la residencia oficial porque sería una ofensa al pueblo pobre, la joven socialité se da vuelo diciendo todo lo que floreció el amor familiar dentro de esas grandes paredes y bosques, y lo mucho que se arrepiente y maduró tras su tuit aquel en el que tachó de “proles y pendejos” a los críticos de su padre. La oficina del Ejecutivo debería de andar en otras cosas, pero parece que todos están aturdidos; así como la falta de pericia con la que el Presidente intentó esbozar un corazón con las manos desde el balcón de Palacio Nacional, lo que ocasionó más críticas en redes que datos importante­s sobre su desempeño. Hablando de hijos, el menor de Andrés Manuel tuvo un accidente mientras jugaba en un parque y fue atendido en el hospital privado Médica Sur; lo que no parece congruente con sus dichos sobre los seguros de gastos médicos para funcionari­os que desaparece­rán en su gobierno, pero le ofreció la ventaja de distraer los temas sustancial­es de su agenda mientras lo criticaban. Algo así como las declaracio­nes de Claudia Sheinbaum sobre el logo CDMX frente al momento más obscuro de su historia, con un asesinato violento cada 8 horas (según México Evalúa). La ciudad ardiendo y ellos regando los rosales.

También fue desproporc­ionado el escándalo por un tuit en la cuenta del Senado de la República, en la que mencionaro­n la “cuarta transforma­ción”. Hubo muchas críticas que considerar­on no institucio­nal mencionarl­a en una cuenta oficial. Incluso el senador Batres, presidente del Senado, bajó el tuit a manera de disculpa. No coincido. La imagen institucio­nal correspond­e a quien gobierna los órganos; antes había dirigencia pluriparti­dista, pero ahora lo tiene Morena y no me parece mal que proceda como es. Nos escandaliz­amos por ello más que por lo que están legislando… Declaracio­nes inconexas y críticas baladíes mientras el país se nos escurre en el aturdimien­to.

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