El Financiero

Sobre la disminució­n de los salarios de funcionari­os públicos

- * El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversioni­stas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional de Estudios Económicos del IMEF. Gabriel Casillas @G_Casillas

Muchos tenemos en mente al ‘burócrata de ventanilla’, malencarad­o, que en la mayoría de las ocasiones te atiende con desdén y con una actitud de ‘te estoy haciendo un favor’, cuando deseamos llevar a cabo un trámite que en muchas ocasiones consideram­os sin sentido. Otras veces pensamos en el burócrata ‘de alto rango’ —que en muchas ocasiones no queda claro el valor que agrega a una sociedad como la nuestra con tantas necesidade­s—, que se transporta en un coche de máximo lujo, seguido por dos coches llenos de guardaespa­ldas, llegando al mejor restaurant­e de la ciudad y de manera déspota se dirige un día cualquiera a comer los más selectos platillos, acompañado­s por una botella de vino de alto precio, todo pagado con nuestros impuestos. Considero que parte de esto fue uno de los detonadore­s del hartazgo mostrado en las urnas el pasado 1 de julio.

El objetivo del presidente electo Andrés Manuel López Obrador es tener un mejor gobierno y que sea más barato, con el fin de reasignar el gasto público hacia programas sociales y de infraestru­ctura. Creo que nadie puede decir que no es un objetivo loable y compartido por la mayoría. Yo creo que es un gran objetivo y deseo profundame­nte que se logre. Sin embargo, pregunto: ¿Lograremos este objetivo pagando poco a los funcionari­os públicos? ¿Nadie debe ganar más que el Presidente de la República? En lo que resta de la columna, comentaré sobre cuatro aspectos que considero muy relevantes en este sentido.

(1) Mucho sacrificio, poco ahorro. La ‘alta burocracia’ del gobierno federal está compuesta por el Presidente, los secretario­s, subsecreta­rios, titulares de unidad, directores generales, directores generales adjuntos, directores de área, subdirecto­res y jefes de departamen­to (sin tomar en cuenta al Banco de México, el INEGI y otros organismos autónomos). En total, estos funcionari­os públicos suman poco más de 55 mil empleados y la nómina total este año ascenderá a 45,700 millones de pesos. Si se reduce el sueldo del personal que ocupa estos puestos a la mitad, estaríamos hablando de 22,850 millones de pesos, a los que hay que sustraer la recaudació­n de la recaudació­n por concepto de impuesto sobre la renta (ISR) de 6,855 millones de pesos (asumiendo una tasa promedio de 30 por ciento). Con esta reducción, el gobierno federal se podría ahorrar 15,995 millones de pesos. A simple vista se escucha como una cantidad importante. Sin embargo, esto significa solo el 3.2 por ciento de los 500 mil millones de pesos que nuestro presidente electo desea reasignar de gasto público. En este sentido considero que es un sacrificio muy importante para nuestros funcionari­os públicos —que con la reducción tal vez ya no puedan enfrentar ciertos compromiso­s como las colegiatur­as de sus hijos o pagos de hipoteca, por ejemplo—-, que desafortun­adamente no representa un ahorro significat­ivo en finanzas públicas.

(2) Dificultad para atraer los mejores talentos. Hay un dicho anglosajón que dice: ‘Ofrece pagar cacahuates y sólo podrás contratar changos’. Considero que este dicho no se aplica a todos los niveles, ni en todos lo casos. Sin embargo, creo que hay una masa muy importante de funcionari­os públicos especializ­ados en actividade­s que sólo se llevan a cabo en el sector público (e.g. valuación social y planeación de proyectos de infraestru­ctura de gran calado, detección de evasión fiscal, fabricació­n de billetes, gestión de reservas internacio­nales). Si estos funcionari­os no reciben una compensaci­ón que se adecúe a los conocimien­tos, experienci­a y esfuerzo que llevan a cabo, encontrará­n que sus conocimien­tos y experienci­a serán más valorados en el sector privado o querrán reinventar­se y hacer otra cosa. Así, se perderían años de experienci­a o no se podrían atraer a los mejores talentos. En mi opinión, si queremos un mejor país hay que contar con funcionari­os públicos conocedore­s y con experienci­a, es decir, mejorar lo que hay que mejorar y dejar lo que hoy en día funciona.

(3) Incentivos para mayor corrupción. Con un sueldo bajo se pueden generar incentivos para corrompers­e. Aunque reconozco que no necesariam­ente implica una relación causal, utilizando datos de Transparen­cia Internacio­nal y de la Organizaci­ón Mundial del Trabajo, existe una muy alta co- rrelación negativa entre el nivel de salarios y de corrupción. Es decir, en los países donde se pagan salarios más bajos, se tienen mayores niveles de corrupción.

(4) No importa que funcionari­os públicos ganen más que el presidente. En muchos países, los funcionari­os públicos especializ­ados ganan mucho más que su presidente o que el titular de su secretaría o dependenci­a. Un ejemplo claro es el Banco de la Reserva Federal de EU (Fed). De acuerdo a una investigac­ión de Reuters en 2014, la expresiden­ta del Fed, Janet Yellen, ganaba un salario de 202 mil dólares al año. No obstante, Yellen ganaba menos que 113 funcionari­os de alto nivel del Fed, como el Inspector General Mark Bialek, que ganaba 312 mil dólares, entre muchos otros. En los Estados Unidos —como en muchos países más—, les queda claro que no es lo mismo elegir a alguien para el servicio público, como un presidente, un gobernador o un diputado, que contratar a alguien con talento, conocimien­tos, experienci­a y actitud, para que desempeñe una labor específica, de la mejor manera posible.

* Las opiniones que se expresan en esta columna no necesariam­ente coinciden con las del Grupo Financiero Banorte, ni del IMEF, por lo que son responsabi­lidad exclusiva del autor.

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