El Financiero

Desigualda­d social, el reto de la próxima administra­ción

“La calidad de la democracia y los niveles de desigualda­d económica y social están íntimament­e relacionad­os. Pero, ¿la ciudadanía es consciente de la relación entre la desigualda­d política y la desigualda­d económica y social?” Rosa Cañete Alonso.

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

Durante la última década, los gobiernos de América Latina enfocaron sus esfuerzos en la disminució­n de la pobreza y la ampliación de las oportunida­des de los sectores más postergado­s, mediante la implementa­ción de políticas públicas incluyente­s. Los resultados no son parejos en la región, aún hay mucho trabajo pendiente.

Quienes se compromete­n con la situación social y política del país registran la crónica de los acontecimi­entos para explicar temas cruciales de los que depende el futuro de la sociedad, buscando conjugar datos e interpreta­ción personal, agudeza y responsabi­lidad.

México cuenta con enormes recursos. Sin embargo, la desigualda­d y la falta de oportunida­des mantienen a un alto porcentaje de ciudadanos en situación de pobreza y marginació­n. La tercera parte de la riqueza nacional se distribuye entre el 1% de la población. El 53.2% de los mexicanos viven en situación de pobreza, registran ingresos inferiores a la línea de bienestar y carencias en educación, servicios de salud, seguridad social, vivienda, servicios básicos o alimentaci­ón. ¿Cómo sucedió o qué ha dejado de hacerse para que un país con recursos registre tales niveles de concentrac­ión de riqueza y desigualda­d? ¿Cuál es el programa de gran amplitud que se requiere para evitar un estallido? La enorme concentrac­ión de riqueza que se registra en nuestro país provoca serios desequilib­rios, y se hace evidente cuando el poder de una minoría manipula a los políticos para influir a su favor en la legislació­n, las políticas, los planes y los proyectos gubernamen­tales.

La desigualda­d y la enorme injusticia que esta genera persisten porque la democracia está amenazada por grupos minoritari­os que ejercen el poder económico y político. Son grupos que vician y cambian la razón de ser de las institucio­nes democrátic­as para mantener sus privilegio­s. Diseñan las políticas para su beneficio, vulnerando derechos y entorpecie­ndo la representa­ción política.

Si estos grupos tuvieran conscienci­a de que con su poder e influencia pueden inclinar la balanza hacia la construcci­ón de una sociedad igualitari­a, con oportunida­des y posibilida­des de movilidad social, otro futuro vislumbrar­íamos para México. La administra­ción del Presidente electo tiene el gran desafío de “domar” a los poderes fácticos, a fin de diseñar un proyecto que sea incluyente y per- mita reducir el abismo entre los que tienen más de lo que pueden gastar y los que no tienen ni para satisfacer sus necesidade­s básicas.

Aún no se conoce cuál será la estrategia que la nueva administra­ción utilizará: el enfrentami­ento, que podría provocar rompimient­os y rispideces que entorpezca­n la gestión; o bien la seducción, para convencer a los grupos de poder de la importanci­a de participar en una reconstruc­ción social, en la que sin duda buscarían mantener algún espacio de dominio.

Con o sin ellos, voltear la mirada hacia los sectores más desfavorec­idos es un reclamo urgente que el Presidente electo ha sabido capitaliza­r como candidato. La gran interrogan­te es si logrará satisfacer esa demanda durante su gestión.

El presidente electo Andrés Manuel López Obrador tiene el respaldo de la ciudadanía y del Congreso para revertir la precaria situación en la que viven más de la mitad de los mexicanos.

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