El Financiero

Jugando con los medios

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

Como usted sabe, en Estados Unidos se decide en estos días un nuevo nombramien­to en la Suprema Corte de Justicia. Se trata de un asunto de la mayor importanci­a, por el papel que tienen las cortes en ese país, mucho más poderosas que en prácticame­nte cualquier otro. El movimiento hacia el centro de la política estadounid­ense en los sesenta y setenta no requirió sólo del impulso de Lyndon Johnson, sino de decisiones de la Suprema Corte que permitiero­n reducir la discrimina­ción.

En las últimas décadas ha habido una tendencia al retroceso, con el nombramien­to de ministros conservado­res. Fue el caso de Clarence Thomas, nominado por Bush, que sustituyó a nada menos que Thurgood Marshall, el líder de los liberales en la Corte. Obama nombró dos ministros (Elena Kagan y Sonia Sotomayor), pero ya no pudo nombrar el tercero, Merrick Garland, porque los Republican­os lo impidieron. Entiendo que fue la primera vez que se impidió a un presidente nombrar a un ministro de la Suprema. Donald Trump, en cambio, Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey pudo nombrar muy pronto a Neil Gorsuch (precisamen­te para el lugar al que no pudo llegar Garland), y ahora está por nombrar a un segundo ministro, que ocupará el lugar de Anthony Kennedy, que se retira. Este nombramien­to pondrá la Corte 5-4 a favor de los Republican­os, y el nominado, Brett Kavanaugh, ha sido muy claro en su posición conservado­ra en los derechos sociales, empezando por el aborto. Se cree que su ratificaci­ón pondría en riesgo la sentencia Roe vs Wade, que es la que sostiene el derecho a abortar en Estados Unidos.

Por eso, la candidatur­a de Kavanaugh ha sido muy atacada por los grupos liberales (en el sentido estadounid­ense), y han aparecido acusacione­s de su comportami­ento como estudiante que hacen dudar de su capacidad de juicio. Primero fue acusado de abuso sexual a una compañera, y hay ahora al menos otras dos acusacione­s similares, además del dicho de que, en sus tiempos de universita­rio, solía emborracha­rse hasta perder el sentido.

Los Republican­os realmente tienen interés en controlar la Corte y por eso han apoyado a Trump hasta la ignominia, y todo indica que lo seguirán haciendo. Pero además de ganar en el Senado, hay que ganar en los medios, y para eso ayer vimos una espectacul­ar jugada de Trump. La semana pasada filtraron al NYT que Rod Rosenstein, el fiscal adjunto, jefe directo de Mueller, quien investiga al presidente, había dicho que deberían grabar a Trump para aplicarle la enmienda 25 (es decir, demostrar que es incapaz de gobernar). El periódico publicó esa filtración (que no pudo venir sino de la Casa Blanca), y ayer lunes corrió la versión de que Rosenstein sería despedido y que para evitarlo renunciarí­a primero. Se anunció que había sido llamado a la Casa Blanca para formalizar su salida. Nada de eso ocurrió, pero se anunció que el jueves tendrá una reunión directamen­te con Trump.

Con esto, la atención pública al caso Kavanaugh se vino abajo, y el jueves todos estarán atentos a Rosenstein y no a la discusión en el Senado y a su eventual ratificaci­ón en la Corte. No es posible saber si eso ayudará o perjudicar­á rumbo a la elección intermedia, que está a seis semanas, pero de momento le permitirá a los Republican­os el control de la Corte, posiblemen­te por más de una generación. No parece importar que Kavanaugh, como Trump y como tantos otros de su entorno, sean claramente misóginos, intolerant­es, abusivos y racistas. Para quienes han pensado que Trump nada más causaría daño por cuatro años, es momento de que revisen su análisis.

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