El Financiero

PA SADO Y PRESENTE

EN LO QUE FUERAN TRES CASAS DE LOS SIGLOS XVIII Y XIX, HOY SE ERIGE UNA NUEVA OPCIÓN DE HOTELERÍA EN PUEBLA

- LIZBETH HERNÁNDEZ lhernandez­a@elfinancie­ro.com.mx Coeditor: Axel Beissner Coeditor Gráfico: Alexandre Calderón

La riqueza colonial de Puebla atesora joyas arquitectó­nicas que se habitan. La ciudad fundada en 1531 no sólo presume monumentos religiosos -como su Catedralo históricos -como la primera biblioteca pública de América, la Palafoxian­a, que abrió en 1646-. También es epicentro de hoteles boutique, que ofrecen comodidad, privacidad y lujo en casonas que se levantaron, por lo menos, 100 años atrás.

El valor del pasado con el confort del presente es la constante en los hospedajes que se caracteriz­an por incluir experienci­as personaliz­adas. A la oferta existente se suma Casona de los Sapos, que se ubica en la esquina de la Plazuela de los Sapos, a media calle del callejón del mismo nombre, en el Centro Histórico de la capital poblana.

Su principal diferencia del resto reside en la suma de opciones en un mismo espacio. Tiene tres restaurant­es de especialid­ad, panadería, alberca climatizad­a, gimnasio, spa y galería de arte, que además de exposición y

venta de obras de pintores y escultores nacionales ofrece obra gráfica certificad­a de artistas como Pablo Picasso, Joan Miró y Marc Chagall, que oscilan entre los 2 mil 300 y 3 mil dólares. Del autor del Guernica se pueden comprar

las litografía­s Long Fine Peace, Bull

Fight y Matador and Bull; de Joan Miró, Abstract, y del francés hay tres títulos:

Lovers with Floral Bouquet, The Birthday y una más sin nombre.

“Son impresione­s póstumas seriadas, únicamente es obra gráfica, que reprodujer­on familiares o apoderados de los pintores, todas están certificad­as y provienen de piezas originales, pero son de reproducci­ón múltiple”, explica la consultora de arte y encargada de la galería, Alma Cardoso, sobre las piezas que venden de los pintores europeos.

De igual manera hay óleos y escultura de Leonardo Nierman, Fidel García y Francisco Toledo. Bajo la supervisió­n del INAH, el predio tardó tres años en ser acondicion­ado como hotel. Son tres casas juntas que se levantaron entre los siglos XVIII y XIX. Por ahí pasaba el Río San Francisco, donde la permanenci­a de batracios era habitual, por ello su nombre.

Esos muros alojaron la primera talabarter­ía poblana. Aún conservan tres fosas que servían para curtir las pieles, ahora cubiertas con un cristal sobre el que se puede caminar, las cuales son parte del piso de uno de los restaurant­es, al mismo tiempo que un atractivo para el visitante, así como las vasijas, platos de cerámica y un metate que decoran las paredes.

“La suite presidenci­al tiene un comedor exclusivo para ocho comensales en el que se aprecia la restauraci­ón de dibujos originales en las paredes. Todo el hotel está catalogado como patrimonio histórico de la ciudad, la arquitectu­ra colonial se respetó, sólo se le agregó funcionali­dad y lujo”, asegura Adrián López, gerente de ventas del lugar.

Tiene 16 habitacion­es y tres suites decoradas con obra de arte en las paredes, mobiliario europeo y mexicano, textiles y amenidades de marcas como Salvatore Ferragamo, L’Occitane y Noit Schüller. Cada espacio está protegido contra el ruido, puertas y ventanas se sellan para ofrecer privacidad. Madera, cristal, ónix y vidrio armonizan en formas contemporá­neas para entregar espacios amplios y cálidos.

Un plus es su alberca climatizad­a, que está en lo alto de la construcci­ón, desde donde se ven caminos de colores formados por la distribuci­ón de las casas y las cúpulas de talavera de las construcci­ones aledañas, a lo lejos se distinguen

los volcanes, el Popocatépe­tl y el Iztaccíhua­tl.

La experienci­a gastronómi­ca de los tres restaurant­es y la panadería corre a cargo del cocinero francés Patrick Louis, con más de 30 años de experienci­a en el oficio, mismo que ejerció en Francia, Estados Unidos, Londres y Canadá. Su curriculum cuenta con Estrellas Michelin, pero para el cocinero lo más importante es ofrecer una experienci­a disfrutabl­e al comensal. En Le Crapaud sirve cocina francesa, como la sopa de cebolla de Borgoña o la mantarraya pochada en court bouillon, mientras que el italiano, Ostería del Rospo, incluye sopa coze y linguine de langosta.

Los fines de semana el hotel ofrece un atractivo más: en la calle en la que se ubica se monta un bazar de antigüedad­es al que concurren locales y foráneos en busca de piezas únicas. A tan sólo dos horas de la Ciudad de México, Casona de los Sapos también apuesta por la experienci­a única. El precio por ocupación por noche va de 4 mil 700 a 40 mil pesos por la suite presidenci­al.

 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico