Alcanzar la equidad: una lucha que persiste
“La sociedad no puede en justicia prohibir el ejercicio honrado de sus facultades a la mitad del género humano”. Concepción Arenal
En 1857, las costureras de una fábrica de Nueva York buscaban igualar sus salarios con los masculinos y lograr una reducción de la jornada laboral a 10 horas diarias. En 1975, la ONU estableció el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer para conmemorar la lucha de esas mujeres por la equidad.
La revisión histórica muestra que la mitad de la población ha sido invisibilizada en la política, el derecho, la medicina, la física, el deporte, dejando su rol relegado al ámbito privado y de los cuidados. La emancipación y posición actual de la mujer son el fruto de constantes reivindicaciones de igualdad de derechos entre sexos, protagonizadas por mujeres ilustradas en la Revolución Francesa exigiendo derechos civiles y políticos; muchas de ellas acabaron asesinadas. Las mujeres vivieron excluidas de universidades, profesiones liberales e incluso del control de sus propiedades, atendiendo el hogar, lo que representaba status social para sus esposos.
La familia se ha transformado al mismo ritmo que la mujer reclama derechos dentro de la sociedad, dando cabida a reivindicaciones, logros y a una conciencia favorable sobre la presencia pública de la mujer en una sociedad más afianzada en los valores de la libertad. Viendo hacia atrás, cada conquista involucró trabajo, luchas, militancia, dolor y muertes antes de lograr su implementación. La libertad alcanzada por la mujer para realizar actividades en el mundo laboral repercutió en la dinámica familiar y cambió la perspectiva sobre el número de hijos, la dependencia hacia el marido y la accesibilidad al divorcio. Sin embargo, a pesar del largo camino recorrido, la lucha está iniciando. Los datos sobre la desigualdad de las mujeres constituye una afrenta que se sufre diariamente: las mujeres forman parte del 70% de la población que vive bajo la línea de la pobreza. Las mujeres son las primeras en abandonar la educación y en ser despedidas de sus trabajos con el fin de apoyar las labores domésticas o de cuidado de niños, ancianos y enfermos. Son las principales víctimas de la trata, a veces vendidas por sus propias familias. Son ellas quienes se ven involucradas en matrimonios concertados, forzados, ocurriendo esto cuando aún viven la inocencia de la infancia. Son víctimas de mutilación genital, práctica habitual en una gran cantidad de países. Siguen siendo usadas como esclavas sexuales o armas de guerra. Nuestro país no muestra una cara más amigable en términos de equidad de género. En violencia doméstica, fenómeno en el que la población femenina pone el mayor porcentaje de mártires, los números siguen al alza. Las recomendaciones para lograr igualdad de género suelen dirigirse a los países más pobres, mientras que quienes velan por los intereses de las naciones desarrolladas no muestran interés en el tema.
A pesar del arduo trabajo realizado en las últimas décadas, la equidad se mantiene como una meta difícil de alcanzar. ¿Qué hace falta para lograrla? Voluntad política y políticas públicas centradas en el desarrollo y empoderamiento de las niñas y las mujeres, la inversión en oportunidades de trabajo y financiamiento de programas específicos para mujeres jóvenes. Es imperativo apoyar el liderazgo de las mujeres a través de sus propias organizaciones. Estamos sobre la construcción levantada a través del trabajo, la lucha y el sufrimiento de millones de mujeres. Gracias a ellas hoy gozan de derechos y un poco más de justicia. Es necesario seguir trabajando por las que vienen detrás, aún queda mucho por mejorar.