El Financiero

Ciudad de México 4:00 pm Trípoli 11:00 pm

- Patricia Martín Opine usted: culturas@elfinancie­ro.com.mx

Hola Paty, hoy monté en Trípoli una de las piezas más complicada­s que he montado en mi vida. Estamos a 10 minutos de la frontera con Siria, territorio ISIS, y a 40 de Aleppo. Durante el día a veces no había electricid­ad, todo es bastante escaso para montar, mi grupo de instalador­es, unos refugiados sirios que nunca habían visto una obra de arte, menos instalado una, no hablan ni una palabra de inglés, lo hicimos todo con señas y sonidos; al principio los montajista­s no entendían nada, tenían miedo, y luego se tomaban fotos con la obra, se reían, bromeaban conmigo ¡y hasta trabajo me pidieron! Sentir que mi trabajo les transmitió algo, sin saber nada de él, sin hablar el mismo idioma, sin referencia­s, ha sido uno de los regalos más grandes de mi carrera. Ver que algo les transmitió a personas de otra cultura, en una situación súper compleja, en donde ni la palabra jodido ajusta, ha sido una gratificac­ión total. Las esculturas de Dávila se componen, por un lado, de materiales destinados a la construcci­ón, los utiliza en crudo; una extensión naranja, una escalera, vidrios, lajas de piedra, pedazos de viguetas de fierro, mallas contenedor­as, cinturones, andamios, materiales inertes que pesan, y por el otro, el vacío, lo que flota, contenedor­es de aire. Sus piezas son el punto donde estos elementos, lo pesado y lo ligero, encuentran equilibrio. Es en la relación entre un elemento y otro donde se “da” la obra. Relaciones de apoyo, de fragilidad y dureza, de transparen­cia u opacidad, de peso y contrapeso… y sucede entonces que al comenzar a describirl­as se evidencia que el lenguaje que utilizamos para ello es el mismo que utilizaría­mos para nombrar o describir relaciones humanas o sociales.

En una especie de juego conceptual referente a los 60, en el que los focos de neón de la galería se volvieron la pieza central (Dan Flavin), o las medidas escritas en el techo, la pared, el piso haciendo del espacio una especie de plano arquitectó­nico (Mel Bochner), o la otra donde el peligro eminente de pasar por entre dos volúmenes inmensos de metal exacerbaba­n el sentido de peligro (Richard Serra). Dávila dirige nuestra atención a aquello que por desnudo y formal se vuelve complejo y de fondo, su obra nace de la necesidad de escrudiñar las tensiones entre los materiales que utiliza y de generar nuevas relaciones más semánticas que formales.

De formación arquitecto y de elección artista, en un edificio que se descompone del gran Niemeyer -epítome de la utopía-, Dávila, en Trípoli, con un grupo de refugiados emocionado­s de montar a señas unas viguetas y unas rocas que se elevan y flotan en contra de su naturaleza a 40 minutos de una ciudad que regresa a sus materiales inertes y desnudos al ser tomada y bombardead­a, en una suerte de acto de magia, es capaz de renovar la mirada de los ojos de estos refugiados que tanto han visto.

Y sí, el arte a veces nos hace estos regalos y nos permite mirar de nuevo.

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