El Financiero

JACQUELINE PESCHARD

- A la memoria de los caídos en el 68 Jacqueline Peschard Opine usted: jacpeschar­d@yahoo.com.mx

IMPUNIDAD EN EL CIERRE

“La sentencia a Javier Duarte es una burla y una suerte de exoneració­n al exgobernad­or que se convirtió en el ícono de la corrupción”

La irrisoria y ofensiva sentencia del juez federal al exgobernad­or de Veracruz, Javier Duarte, junto con la liberación de Alejandro Gutiérrez, exsecretar­io general del PRI, y la de los 8 integrante­s de Guerreros Unidos, acusados de estar involucrad­os en la desaparici­ón de los 43 estudiante­s de Ayotzinapa, son una muestra de cómo el gobierno actual ha decidido cerrar su administra­ción con el sello de la impunidad. En el marco del desplome de la confianza en el gobierno y de la flagrante derrota electoral de su partido, el presidente Peña Nieto ha preferido contribuir a desfondar la muy escasa credibilid­ad técnica y política de la PGR como autoridad encargada de procurar justicia en el país. El mensaje es claro: urge cumplir el mandato constituci­onal de crear la Fiscalía General autónoma. La sentencia que impuso, una multa de $58 mil pesos y 9 años de prisión, a Javier Duarte es una burla y una suerte de exoneració­n al exgobernad­or que se convirtió en el ícono de la corrupción de los gobiernos locales durante el sexenio actual. Es, además, el caso más estudiado sobre la compleja red de complicida­des entre funcionari­os y grupos de profesiona­les que colaboraro­n para ocultar los grandes desvíos de recursos públicos del Estado para beneficiar a unos cuantos allegados a Duarte. El peculado, calculado en miles de millones de pesos, está lejos de poder ser restituido al erario de Veracruz a través de las 41 propiedade­s que la PGR aseguró a Duarte y que ascienden a $791 millones de pesos. La salida de la cárcel de Alejandro Gutiérrez, acusado de desviar 250 millones de pesos del gobierno de Chihuahua para apoyar la campaña política del PRI, evidencia cómo la PGR ha salido en defensa de funcionari­os del partido aún gobernante para lograr resolucion­es favorables a sus protegidos de parte de los jueces. Primero, al lograr que un colegiado dictara que un juez federal llevara el proceso judicial que se seguía en el estado norteño y que lo tuvo en prisión 9 meses, para ahora dejarlo sólo con la restricció­n legal de no salir del estado, cuando sabemos que estas medidas cautelares suelen abrir la puerta para la fuga de los presuntos culpables, tal como sucedió en el mismo de Javier Duarte.

La liberación de los 8 integrante­s del cártel de Guerreros Unidos, culpados de intervenir la desaparici­ón de los estudiante­s normalista­s de Ayotzinapa, bajo el argumento de que sus declaracio­nes muestran indicios de tortura, por lo cual carecen de valor probatorio, es una prueba más de la ineptitud, pero también de la intenciona­lidad de la PGR de echar un manto de impunidad sobre este caso tan sensible de desaparici­ón forzada.

Mucho se ha insistido en que la explicació­n de estas sentencias está en los resquicios legales del nuevo sistema de justicia penal, tales como que delitos de corrupción no sean considerad­os graves, o que las confesione­s de los inculpados, obtenidas a través de mecanismos de tortura, no alcancen el rango de pruebas probatoria­s. Sin embargo, si las indagatori­as están deficiente­mente construida­s por el Ministerio Público, si no se siguen rigurosame­nte los protocolos en el desahogo de las pruebas y si no se despejan las dudas de connivenci­a entre jueces y la PGR, difícilmen­te podremos aspirar a que se haga una justicia que esté a la altura del agravio que causan a la sociedad mexicana estos casos de deficienci­as en las capacidade­s para desarrolla­r bien los procesos penales.

El momento de cierre de la actual administra­ción de Peña Nieto era una buena oportunida­d para mostrar que existe cierta dignidad pública y una mínima dosis de sensibilid­ad frente a los reclamos de justicia de una sociedad tan maltratada como la mexicana. Optar por aceitar los resortes de la complicida­d entre quienes tienen diversas competenci­as para investigar y perseguir el delito como legado de una gestión, habla de que la considerac­ión que privó fue que ante lo poco que tienen que perder, más valía volver a apostar a la impunidad.

“La salida de Gutiérrez... evidencia cómo la PGR ha salido en defensa de funcionari­os del partido aún gobernante”

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