El Financiero

La herencia del 68

- Martí Batres @martibatre­s

Mañana se cumplirán 50 años de la masacre de Tlatelolco que marcó la historia contemporá­nea de México. Es impresiona­nte la movilizaci­ón social casi litúrgica que año con año ha acompañado a la conmemorac­ión de este acontecimi­ento. Han fallecido ya muchos de los jóvenes que entonces encabezaro­n aquella gesta social, como Raúl Álvarez Garín, Eduardo del Valle, Luis Tomás Cervantes Cabeza de Vaca, Marcelino Perelló, Luis González de Alba, Raúl Jardón, Fausto Trejo y Heberto Castillo, entre otros. Pero el memorial anual no falla.

Quienes crecimos en los años posteriore­s a ese acontecimi­ento, escuchamos de nuestros padres los relatos de sus propias vivencias. Primero escuchamos de niños lo que había sucedido y luego lo leímos años después. Pero el conocimien­to inmediato fue oral. Los medios electrónic­os, por su parte, se tardaron 30 años en reconocer lo sucedido.

Una realidad ocultada y distorsion­ada, que quiso ser sepultada, se transmitió de boca

Senador Electo en boca y de generación en generación, rompiendo con una eficacia que envidiaría­n los más modernos comunicólo­gos un cerco informativ­o que parecía infranquea­ble.

Pero el movimiento estudianti­l y popular de 1968 no fue sólo ese acontecimi­ento. No se reduce al 2 de octubre. No se restringe a esa tragedia. Acaso representa la más profunda revolución política y cultural que ha vivido México en su historia reciente. Así, a la memoria triste de la tragedia sumamos la pasión por un ciclo de transforma­ciones.

Las líneas de cambio que se desprenden del 68 son variadas y no necesariam­ente articulada­s entre sí, pero representa­n rupturas profundas.

Del 68 nació una izquierda nueva, que rompe con la ideología oficial que ve en el Estado mexicano la encarnació­n de una revolución nacionalis­ta y progresiva. Con el 68 la izquierda recupera la independen­cia política que perdió a finales de los años 30. Surgen nuevos referentes, como el Partido Mexicano de los Trabajador­es, de Heberto Castillo, la Organizaci­ón Revolucion­aria Punto Crítico, de Raúl Álvarez Garín, el Partido Revolucion­ario de los Trabajador­es, de filiación troskista, entre otras. El Partido Comunista Mexicano fortalece su línea de oposición. Y el espartaqui­smo de José Revueltas siembra cuadros en la política, la cultura y el movimiento social. También hay una ruptura política y cultural con el corporativ­ismo y muchos movimiento­s sociales reclaman su independen­cia.

Aparece la insurgenci­a sindical democrátic­a y dentro de ella el sindicalis­mo universita­rio y la tendencia democrátic­a de Rafael Galván en el SUTERM. En la periferia de la ciudad de México y otras, surge el movimiento urbano popular, ahora independie­nte del partido oficial.

Sin embargo, la cerrazón y el autoritari­smo, la clausura de las libertades, va a llevar a cientos de jóvenes de aquella generación a tomar otro camino, el de las armas, el de la violencia revolucion­aria.

Junto a los cambios políticos van a emerger los cambios culturales.

Son los años del nacimiento y resistenci­a del rock mexicano, de la melena larga. Es la época en que la ruptura generacion­al ayudará a dar a luz a dos importante­s movimiento­s: el de las mujeres por la maternidad libre y voluntaria y el de la diversidad sexual. Del 68 se desprender­á también la más formidable expansión del sistema de educación superior. En los años setenta surgen la UAM, el Colegio de Bachillere­s, la Universida­d Pedagógica Nacional y otras. La UNAM se masifica y se crean los CCH y las ENEP. También México va a vivir un crecimient­o cuantitati­vo y cualitativ­o excepciona­l de sus ciencias sociales y humanidade­s y en particular del pensamient­o crítico.

Y junto a estos procesos aparecen otros: los movimiento­s democratiz­adores en las universida­des de Guerrero, Puebla, Sinaloa, Zacatecas y otras. En México, el 68 va a provocar una reforma política que abre la participac­ión electoral de una izquierda proscrita durante largos años de macartismo y guerra fría.

No debemos olvidar que también hay un 68 internacio­nal. El de los jóvenes que luchan por la paz en Estados Unidos, por la democracia en Checoslova­quia y por la educación y el trabajo en Francia.

“Representa la más profunda revolución política y cultural que ha vivido México en su historia reciente”

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