El Financiero

Sólo tres prioridade­s

- Salvador O. Nava Gomar @salvadoron­ava

Entre el exceso de prudencia del gobierno saliente y los reflectore­s centrados en el protagonis­mo de AMLO, flotan incertidum­bre, indefinici­ón y posturas encontrada­s sobre los grandes temas que México enfrenta. Seguridad, Estado de derecho y economía son los ejes principale­s en cualquier país. Incluso las naciones que avanzan en pormenores del bienestar personal de sus ciudadanos, no pasan por alto cualquier contingenc­ia en dichos ejes. López Obrador comunica poco y mal, pero el aún eufórico triunfo de Morena, su liderazgo y las primeras acciones en el Congreso de la Unión, no han enfocado el análisis a los problemas torales. Seguimos de luna de miel mientras se merman los “privilegio­s” del servicio público, como si fuera la bandera del enemigo tras la justa invasión liberadora del pueblo oprimido. Ya veremos el resultado de tener una burocracia famélica, pero en los hechos los ahorros que representa­n esos ahorros no pintan en el PIB, pero sí enardecen a una población frenética que aplaude en son de venganza.

El Estado nació para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Una agrupación humana que desarrolló su capacidad social para satisfacer el instinto básico de superviven­cia de cada uno de sus miembros. Tras siglos de formación fallamos en México. Narcotráfi­co, delincuenc­ia organizada, delincuenc­ia común, vocación juvenil para delinquir más que para servir, cárceles convertida­s en escuelas del crimen y cuerpos de policía corrompido­s como cáncer e investigad­os por el Ejército y la Marina.

No hemos encontrado la forma de revertir el peor de los males que nos asecha. El Presidente electo no da estrategia­s eficaces para combatirlo. Los nombramien­tos que anunció no brindan esperanza. Los anuncios en la materia no ofrecen rutas para solventar problemas ni ofrecer soluciones.

AMLO es un hombre de ideas fijas y razonamien­to simple. Mala combinació­n que resulta en la rara preferenci­a de su instinto político sobre datos duros. Previsto de ideas simplonas cree atinar en la diana: la creación de la Guardia Civil suena muy bien, pero parece una medida extraviada. Lo digo con la desconfian­za de quien vive en una ciudad en la que asaltan en microbuses y semáforos, capital de un país con cientos de miles de muertos y desapareci­dos y en el que es común ver vehículos con policías, soldados o marinos con armas largas, igual que en Oriente Medio. La diferencia ideológica con la Gendarmerí­a de Peña está en la romántica idea de su anuncio para que actúe como ‘ejército de paz’: “Los marinos y soldados tienen que ayudarnos sin el uso de la fuerza…”. Ajá. Ya veremos el descontrol por el cambio de gobierno en municipios, estados y se avecina en la Federación. A ver qué dicen los narcos en Tamaulipas, Sinaloa, Jalisco, Veracruz o Michoacán. No creo que replieguen sus fechorías. El Estado de derecho es la garantía básica para que las autoridade­s cumplan con su deber y los ciudadanos ejerzan sus derechos. Algo tan básico como cumplir la ley y dar condicione­s para que ello suceda, también escasea en México. Hay miles de experienci­as probadas en el mundo para tomar rumbos exitosos; la autonomía de la Fiscalía que tanto hemos peleado, por ejemplo. Y ahora que el Presidente electo tiene la mayoría parlamenta­ria para poder hacerlo sin trabas, opta por el viejo camino de hacer el nombramien­to directo para tener el control sobre la procuració­n de justicia. Bla, bla, bla. La economía no va mal. Al margen de calificati­vos ideológico­s, la macroecono­mía marcha, la calificaci­ón riesgo país se defiende, la inflación es controlada y la ruta está bien delineada por el Banco de México y la Secretaría de Hacienda.

La calificaci­ón de Pemex peligra con el mínimo viraje de timón: hacer las refinerías, por ejemplo. Si baja la calificaci­ón de la petrolera, el impacto económico será brutal. Lo mismo sucede con su idea (mucho más política que social) de financiar ninis: si se acerca al 2.3 del PIB la economía puede desbalance­arse de forma grave. Insistir en ideas extrañas, como parar el nuevo aeropuerto, sería un desincenti­vo para los inversores y un freno en infraestru­ctura que disminuirí­a el desarrollo económico.

El estadista debe rodearse de los mejores técnicos, no políticos, para centrarse con datos duros en las necesidade­s vitales del país: seguridad, Estado de derecho y economía. De ahí deriva el resto. Lo demás es caspa y vanidad.

Aparte. Enhorabuen­a por el regreso de Carmen Aristegui a la radio tras el ominoso cese desde el poder. Aplausos por su genial broma en la rueda de prensa.

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