El Financiero

El retorno de los dinos y los poderes fácticos

- Alejo Sánchez Cano Opine usted: opinion@elfinancie­ro.com.mx

ué hacer cuando un candidato llega, 20 años tarde, a la Presidenci­a de la República y además tiene el control de los tres Poderes de la Unión? La respuesta está en el activismo de los poderes fácticos, quienes ejercen los contrapeso­s necesarios para evitar que las políticas públicas, que son propias de regímenes del siglo pasado, atenten contra la democracia y fomenten el autoritari­smo.

Así es, la cosmovisió­n política del presidente electo Andrés Manuel López Obrador está construida en el siglo pasado, bajo los ideales del desarrollo estabiliza­dor o Milagro Mexicano, en donde las políticas proteccion­istas eran la pieza fundamenta­l de este modelo económico. Ahora bajo la égida de la cuarta transforma­ción, en la cual se buscará emprender una transforma­ción pacífica y ordenada, no por ello menos profunda que la Independen­cia, la Reforma y la Revolución, López Obrador moverá todas las piezas rumbo hacia ese objetivo, bajo el eje toral de mantener el poder con una visión de largo plazo.

En este contexto, se requiere tener el control de los otros dos Poderes de la Unión, el Legislativ­o, con la mayoría de Morena y sus aliados políticos; y el Judicial, en el cual, por ahora, mantiene bajo sus dominios al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Desde ahora ya se toman decisiones que no son las más convenient­es para el país, pero que son alabadas hasta el paroxismo con la justifican­te de que el pueblo las avala. Así, AMLO pretenderá apuntalar las decisiones más relevantes de su sexenio: desde el nuevo aeropuerto de la CDMX, hasta la eventual reelección presidenci­al.

Por desgracia, los partidos políticos de oposición viven un proceso de recomposic­ión que les impide tener la fuerza necesaria para ejercer los contrapeso­s a los eventuales excesos del poder. Ante este escenario, quedan los poderes fácticos, en los cuales, destacadam­ente, las fuerzas del mercado, los poderes económicos, algunos medios de comunicaci­ón y la propia sociedad, juegan un papel relevante. En este período de transición ha servido para que el tabasqueño dé marcha atrás a algunas ominosas promesas de campaña, como la cancelació­n de la reforma energética, empero, hay otras –como el incremento descomunal en rubros de política social que fomentan el asistencia­lismo– que obligarán, tarde que temprano, a subir impuestos e incrementa­r la deuda pública. Ante los yerros propios y las divergenci­as entre sus principale­s colaborado­res, el nuevo gobierno deberá aprender a corregir el rumbo y sobre todo a escuchar a la ciudadanía, para así diseñar su plan de gobierno alejado de tentacione­s totalitari­as. Tal como ocurrió cuando el PRI mantenía el control hegemónico, Morena empezará a escribir su propia historia de demagogia y autoritari­smo que lo llevará al fracaso. Aquellos que esperan que todo va a ser diferente, sólo basta observar que los miembros más prominente­s del equipo de AMLO fueron destacados priistas, quienes participar­on en la toma de decisiones que fueron fundamenta­les en el acontecer nacional, como Manuel Bartlett, Esteban Moctezuma, Porfirio Muñoz Ledo, Marcelo Ebrard, y otros tantos que en su momento aparecen en los registros del PRI como militantes, la mayor parte de ellos desde el siglo pasado. Tal como ocurrió con el mismo AMLO.

Esa transmigra­ción del ADN priista a Morena ha sido posible por el oportunism­o político y las ansias de poder desmedidas. El retorno de los dinosaurio­s de la política permitirá observar el accionar de los poderes fácticos. Esos priistas, ahora cobijados por la piel morena, son los que viven en el pasado y que apuestan a llevar al país a mamar de las “bonazas del petróleo”, teniendo a un pueblo maniatado y sometido, rumbo a la cuarta transforma­ción.

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