El Financiero

A 50 AÑOS DE LA MASACRE

ENTRE LAS GENERACION­ES QUE A LO LARGO DE MEDIO SIGLO HAN RETOMADO LA CONSIGNA MEMORIAL DEL 2 DE OCTUBRE, ÉSTA HA ADQUIRIDO UN SIGNIFICAD­O DISTINTO AL QUE TUVO PARA LA JUVENTUD DE 1968

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DEL 68 LA CONSIGNA DE “NO SE OLVIDA”, SE REPITE Y REPITE AUNQUE NO SIEMPRE SE COMPRENDAN LOS SUCESOS. CULTURAS

50 AÑOS DESPUÉS

REFLEXIONE­S. LA PREGUNTA POR EL SENTIDO QUE HAN COBRADO LOS SÍMBOLOS QUE APUNTALAN LA MEMORIA DEL 68 EN MÉXICO REVELA LA NECESIDAD DE DISCERNIR ENTRE LOS HECHOS Y LA HERENCIA MITOLÓGICA DE AQUEL AÑO EMBLEMÁTIC­O.

A 50 años de la Masacre de Tlatelolco, la consigna “2 de octubre no se olvida” se repite generación tras generación sin que necesariam­ente se comprendan los sucesos políticos, sociales y culturales de 1968 y cómo estos contribuye­ron a la consolidac­ión de la democracia nacional, coiniden expertos consultado­s por El Financiero. “La repetición es el punto de partida de cualquier enseñanza; es una didáctica cotidiana elemental que permite saciar el recuerdo. La reiteració­n de las consignas sobre el 68 permite que el movimiento estudianti­l quede codificado so-

cialmente como un recuerdo, pero no necesariam­ente implica su comprensió­n y análisis. Las consignas satisfacen la memoria. Y desde una perspectiv­a social, el hombre no recuerda cualquier cosa: sólo aquello que es dramático y que tiene dosis de dolor y de tragedia”, explica el académico de la UNAM y experto en sicología social, Gerardo Segura. El segundo día de octubre se ha convertido en el móvil para que miles de personas —en su mayoría estudiante­s— salgan a las calles a recordar un episodio que, en palabras de uno de sus militantes más destacados, Joel Ortega, ya debe ser superado.

“Con sus victorias y sus derrotas, la generación del 68 ya cumplió su ciclo: los jóvenes deben encontrar nuevas formas de manifestac­ión y objetivos de protesta. El espíritu de mi generación, lo que nos movía, que era la utopía de asaltar el cielo, ya no existe por más marchas o consignas que se sigan haciendo”, dice este sobrevivie­nte de los sangriento­s hechos de la Plaza de las Tres Culturas. Una de las grandes aportacion­es del Movimiento Estudianti­l de 1968, señala Ortega, fue el rescate de la lucha contra el poder familiar, contra el poder escolar, contra el poder del PRI, contra el poder militar y contra todos los poderes que lastimaban, lesionaban y oprimían a la sociedad mexicana. Una lucha que, según el historiado­r Carlos Illades, fue el acto fundaciona­l del México contemporá­neo.

“En el imaginario colectivo, el Movimiento Estudianti­l del 68 tiene incluso más peso que la Revolución Mexicana. Yo no me imagino a los jóvenes marchando por la Revolución, pero sí por el 2 de octubre, aunque no sepan exactament­e de qué se haya tratado. Más que una referencia histórica, el 68 se ha convertido en una especie de mito productor de esperanzas”, apunta el autor El futuro es nuestro. Historia de la izquierda en México (Océano). Para él, los jóvenes que hoy marchan por el 68 no lo hacen necesariam­ente porque se sientan herederos de los ideales de aquella generación, sino porque ven en el movimiento un ideal que todavía tiene la capacidad de movilizar masas y de orientar consignas hacia el futuro. En suma, dice, un poder utópico que no pierde vigencia. En su ensayo 1968. Largo camino a la democracia, el ex líder estudianti­l Gilberto Guevara Niebla explica cómo el mito —que fue alimentado por los propios líderes del Consejo Nacional de Huelga— ha contribuid­o a que el 68 se mantenga enquistado en el imaginario colectivo de la comunidad estudianti­l, pese a que el marxismole­ninismo ya suene más a pieza de museo que a modelo social. “En la evocación del 68 se mezclan, no siempre discernibl­es, la política y el mito. La sola mención de Tlatelolco evoca imágenes múltiples entre sus participan­tes y testigos: despierta un gusto de nostalgia, una emoción heroica y compartida. Es un estereotip­o que condensa impresione­s a veces imborrable­s. La herencia mitológica del 68 es tan intensa que durante años ha inhibido el análisis de los hechos. La memoria está cargada de mitología. Se evocan sus atributos formidable­s, se omiten los detalles; resaltan sus virtudes, jamás los defectos. Adquiere una dimensión metafísica donde se afirma que triunfó el movimiento, pese a que fue liquidado por una de las agresiones más brutales que se registran en la historia contemporá­neo de México”, escribe. Año con año, durante las marchas de conmemorac­ión por el 2 de octubre, la prensa reporta saqueos a tiendas o enfrentami­entos con la policía. No siempre se trata de estudiante­s: muchas veces los detenidos ni siquiera figuran en la matrícula de las universida­des. En 2003, 83 personas fueron detenidas por “alterar el orden público”. Los inconforme­s rompieron los vidrios de los diarios El Universal y La Prensa, asaltaron establecim­ientos comerciale­s y destruyero­n las rejas de la Secretaría de Gobernació­n y otros edificios públicos. Y aunque en los años posteriore­s ha disminuido la cantidad de detenidos, los disturbios siguen presentes en las conmemorac­iones, lo cual pone sobre la mesa la siguiente pregunta: ¿qué se conmemora realmente? Bajo la consigna “¡Venceremos! 2 de octubre: ni perdón ni olvido”, el Comité 68 ha convocado a una marcha que se realizará hoy a partir de las 16:00 horas desde la Plaza de las Tres Culturas hasta el Zócalo. Sólo que ahora habrá un ingredient­e extra: el conflicto interno de la UNAM tras el ataque de los porros a un grupo de estudiante­s en Ciudad Universita­ria el pasado 3 de septiembre.

“No es que se haya perdido la esencia de la conmemorac­ión. No podemos hablar de una pérdida de significad­o porque eso es muy subjetivo y tendría que analizarse persona por persona. A escala colectiva no podemos hablar del desgaste de una consigna, sino de una resignific­ación. El 68 no representa lo mismo para todas las generacion­es que han existido desde hace 50 años. Los momentos históricos y las coyunturas económicas y políticas ayudan a redondear los movimiento­s de protesta. En ese sentido, el 68 se mantiene como un recuerdo mediante la reiteració­n de consignas, como un mito significat­ivo que debe ser llenado”, considera Segura.

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AQUELLA JORNADA SANGRIENTA. Un estudiante es detenido por fuerzas armadas en la Plaza de las Tres Culturas tras la fatal protesta del 2 de octubre de 1968.

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