El Financiero

Gritándole al precipicio

- Pedro Kumamoto @pkumamoto

Hace una semana la polémica rodeó a la Comisión de Cultura y Cinematogr­afía de la Cámara de Diputados. La atención pública se centró en este órgano legislativ­o porque se definió que sería encabezado por la fracción del (extinto) Partido Encuentro Social, instituto político conservado­r, el cual no contaba con una agenda programáti­ca conocida en la materia.

Pronto creadores, artistas y demás integrante­s de la vida cultural del país levantaron la voz para condenar que dicha comisión fuera entregada al PES: le exigieron a Morena que reconsider­ara el reparto y se le retirara, para que fuera presidida en su lugar por un miembro notable del partido mayoritari­o en la Cámara.

Al menos por los méritos curricular­es, existían contendien­tes sobresalie­ntes para presidir esta comisión. Por ejemplo, se podría haber optado por el diputado que llegó bajo las siglas de Morena por el distrito 5 de Baja California, Mario Ismael Moreno. Él fundó la Casa de la Cultura de Tijuana, es poeta, arquitecto, conductor de televisión y activista social. Otro perfil que también destaca por su trayectori­a en el sector cultural, particular­mente en el editorial, es el diputado plurinomin­al por la quinta circunscri­pción Hirepan Maya, quien se ha desarrolla­do como encuaderna­dor, editor independie­nte y promotor cultural en Michoacán.

Sin embargo, el elegido para ser presidente de la comisión fue Sergio Mayer, diputado por el distrito 6 de la Ciudad de México. Mayer Bretón es un conocido actor de telenovela­s, productor y activista por los derechos de la infancia. Dicha designació­n volvió a generar revuelo, pues hubo quien cuestionó las competenci­as, los estudios y el pasado laboral del actor para coordinar los trabajos de la Comisión de Cultura.

Para este punto ya existían dos bandos que descalific­aban sin mayores elementos a Sergio Mayer, así como quien lo ensalzaba como un conocedor de la vida cultural del país. Dos bandos sin escucha, dos bandos decididos a machacarse a golpe de teclado, dos bandos ruidosos y sordos. Por un lado podríamos argumentar que cualquiera de los tres diputados podrían haber aportado su experienci­a al quehacer de la comisión; podríamos haber leído con atención el trabajo que cada quién ha realizado desde su campo laboral. Pero no, las descalific­aciones volaban en ambos bandos. Se cuestionó el pasado laboral de Mayer, a lo que el otro bando contestó que de “nada importa quién presida las comisiones”. Quienes nunca habían protestado por los recortes en el presupuest­o al sector cultural, pronto se volvieron sus defensores y se indignaron con Morena. Llegado el momento de cerrar las discusione­s en las redes sociales, estas remataban con frases como: “Cuando ganen con 30 millones ustedes decidan quién encabeza cultura. Pejezombie. Chayotero fifí. Morenazi. Vamos a ser Venezuela. Ya se van”. Gritándole al precipicio, así vivimos desde hace unos meses.

Esta polarizaci­ón del país a nadie beneficia. Quizás es momento de dejar a un lado las discusione­s huecas, los alaridos, las dicotomías ficticias. Este caso nos recuerda que no por mucho hablar de un tema se logra una discusión profunda. Durante esta coyuntura pocas voces se centraron en señalar los recortes al presupuest­o de cultura, los conocidos moches para asignar recursos federales a los proyectos artísticos o, incluso, la pertinenci­a de imaginar nuevos mecanismos para la asignación de comisiones. Nos fuimos a las formas y dejamos sin mover el fondo.

Estar a favor de las consultas y de escuchar con atención a las comunidade­s afectadas por los proyectos federales no está peleado. Creer que los censos de programas sociales los debe hacer el INEGI no significa estar con los coyotes que se han enriquecid­o por sexenios. Cuestionar al nuevo gobierno no implica codearse con “los otros”.

Hay una porción de la población que no estamos ni con la defensa a ultranza ni con los ataques desesperad­os; quienes valoramos la sensatez del matiz, la rectificac­ión, el diálogo y conceder en la otra persona la posibilida­d de tener la razón. A veces se vuelve indispensa­ble recordar que la crítica no siempre viene de quien tiene interés en verte perdido. Que hay sectores críticos al próximo gobierno que fueron críticos con el gobierno anterior, como mecanismo de duda razonable frente al actuar político.

“A veces se vuelve indispensa­ble recordar que la crítica no siempre viene de quien tiene interés en verte perdido”

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