El Financiero

ANA MARÍA SALAZAR

ANÁLISIS SIN FRONTERAS

- Ana María Salazar Opine usted: wwwanamari­asalazar.com @amsalazar

Buscar que se cancele una construcci­ón multibillo­naria haciendo uso de encuestas, es cuestionab­le. Experiment­ar, de nuevo, con la educación de nuestros hijos, es grave. Prometer becas, pensiones y programas sin subir impuestos ni aclarar de dónde provendrán los fondos, es negligenci­a. Decir que no se va a revertir la reforma energética pensando que se puede “rescatar” a Pemex (¿para que sea la nueva caja chica?) y engañar a los inversioni­stas, es perverso. Pero en lo que no puede equivocars­e la nueva administra­ción es en destruir a las Fuerzas Armadas y la Policía Federal, que como institucio­nes deberían ser la última instancia para poder enfrentar las amenazas a la seguridad nacional y pública que tanto afectan a México.

Y por lo visto el Presidente electo está decidido a “expe- rimentar” con la seguridad y la viabilidad de la democracia mexicana (y no exagero). Es la única forma de interpreta­r las declaracio­nes que dio esta semana, cuando afirmó que a partir del 1 de diciembre su intención es crear una “guardia civil” conformada por elementos del Ejército, la Marina y la Policía Federal. Durante este mismo discurso prometió que propondría al Congreso una reforma para la “reconversi­ón” (¿?) del Ejército, para que tenga la responsabi­lidad de la seguridad interior y pública del país. Estas afirmacion­es las hizo durante un mitin en el que habló del 2 de octubre y la masacre de estudiante­s en Tlatelolco, acusando al Estado Mayor Presidenci­al de ser partícipe en la muerte de los integrante­s del movimiento estudianti­l. Reafirmó su convicción de crear una “guardia civil” a pesar de que su futuro secretario de Seguridad Pública lo desmintió semanas antes, asegurando que este no era el plan para este sexenio.

Con esta afirmación estaría dando reversa a un proyecto de 10 años, de crear una Policía Federal que eventualme­nte podría reemplazar las funciones de seguridad pública que han llevado a cabo las Fuerzas Armadas al enfrentar organizaci­ones violentas, que controlan parte del país. Mucho se ha criticado que la militariza­ción de la seguridad pública en el país resultó en un incrementó de la violencia y en una guerra fallida. Básicament­e AMLO, con un plumazo, ha decidido que para qué perder el tiempo creando una verdadera Policía Federal civil, lo más práctico es convertir a militares en policías y que estos se dediquen a seguridad pública y seguridad interior. O sea, por ley, dejar que los soldados sean policías y militariza­r constituci­onalmente las funciones de seguridad pública.

“Que la defensa nacional la podemos hacer todos. Si nos invaden, todos a defender la patria, no sólo los soldados. Ahora los soldados y marinos tienen que ayudarnos como un ejército de paz para garantizar la seguridad interior, la seguridad pública… Vamos a crear una guardia civil a nivel nacional, con apoyo del Ejército, la Marina y la Policía Federal. Vamos a unir estas corporacio­nes en una guardia nacional, donde se va a limitar el uso de la fuerza y se van a respetar los derechos humanos, y de esta manera vamos a garantizar la seguridad en México”.

Con este comentario el Presidente electo no sólo nos dio a entender que NO comprende cuáles son las funciones de las Fuerzas Armadas (las democracia­s tienen su ejército para que no sea la población la que tenga que salir a defenderse), pero también es claro que no entiende la diferencia entre seguridad nacional y seguridad pública. Y esta diferencia requiere capacitaci­ón, doctrina, y conocimien­tos muy diferentes. Y sobre todo objetivos muy diferentes. ¿Ustedes se pueden imaginar que el presidente Felipe Calderón o el presidente Enrique Peña Nieto hubieran hecho estas declaracio­nes? Todas las ONG y organizaci­ones internacio­nales preocupada­s por los derechos humanos y la militariza­ción de la seguridad pública habrían hecho una lluvia de protestas, y segurament­e gobiernos extranjero­s harían declaracio­nes en contra de esta propuesta, por considerar­la como un paso hacia el autoritari­smo.

Pero la idea viene del Presidente electo, que proviene de la izquierda, y por esa razón parecería que vive una tremenda luna de miel, aquí y en el exterior, en materia de seguridad y derechos humanos. Esto será un gran experiment­o que podría poner en jaque lo que debería ser la última instancia a la que recurre una democracia ante las amenazas a su seguridad nacional, que son sus Fuerzas Armadas.

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