Lo bueno, lo malo y lo feo del USMCA
No hay plazo que no se venza ni fecha que no se cumpla. En momentos de nubarrones proteccionistas en el mundo, se eliminó la incertidumbre sobre el futuro del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Trece meses y medio después de que iniciaron las negociaciones entre los tres países, se logró un nuevo acuerdo comercial, el USMCA, como se le ha denominado por sus siglas en inglés, que sustituirá al TLCAN, vigente desde 1994.
Lo bueno. El acuerdo mantiene su naturaleza trilateral y preserva la unidad de América del Norte como bloque comercial.
El USMCA se considera mejor que el TLCAN, que requería renovarse. Es un acuerdo más completo y moderno, al incorporar disciplinas para eliminar el soborno, la corrupción y el enriquecimiento ilícito. Falta la revisión y discusión de los textos ya publicados, la firma de los tres jefes de Estado –prevista para finales de noviembre–, así como la aprobación de los Congresos de cada país, que podría concluir en la primera mitad de 2019.
En EU, la publicación de los textos es un requisito para que el presidente Donald Trump pueda firmar el nuevo acuerdo 60 días después.
En el caso de México, la publicación permitirá que el presidente Enrique Peña Nieto pueda firmar el tratado antes de concluir su administración.
Lo malo. El acuerdo logrado entre México, EU y Canadá impone condiciones restrictivas para la industria automotriz de la región, principalmente: Libre comercio para autos que cumplan con la regla de origen, que incrementa el valor de contenido regional de 62.5 a 75 por ciento y que obliga a que 40 por ciento del valor del vehículo deberá producirse utilizando salarios, al menos, de 16 dólares estadounidenses por hora.
“No hay compromiso salarial, sólo que el 40 por ciento de los autos tiene que estar producido en zonas de altos salarios, que para fines prácticos son Canadá y Estados Unidos”, indicó Moisés Kalach, coordinador del Consejo Consultivo Estratégico de Negociaciones Internacionales del CCE.
El cambio en las reglas de origen representa un reto para la industria automotriz mexicana, que tendrá que adaptarse a una
“40% de los autos tiene que estar producido en zonas de altos salarios, que son Canadá y EU”
nueva realidad de costos laborales más elevados. Además, 70 por ciento del acero y el aluminio con el que se produzcan los autos deberá ser de la región de América del Norte.
El beneficio que obtuvieron México y Canadá es el ‘seguro’, otorgado en una “carta paralela”, frente a la posibilidad de que EU aplique aranceles a sus importaciones de autos y autopartes, al amparo de la Sección 232 por motivos de “seguridad nacional”.
En ese caso, se respetará la capacidad exportadora actual y de las plantas por iniciar producción, pero se limitará la exportación libre de arancel a 2.6 millones de vehículos anuales desde los 2.7 millones que vendió México a EU en 2017.
Lo feo. El nuevo acuerdo comercial, que encontró un amplio respaldo en los tres países, no fue suficiente para que Estados Unidos exentara a México y Canadá de los aranceles impuestos a sus importaciones de acero y aluminio. Aunque el tema podría ser resuelto antes de la firma del USMCA, mientras no se levanten esas tarifas, no podrá haber un comercio más ‘limpio’ en la región, que seguirá expuesta a una disputa arancelaria de ida y vuelta, como dijo Kalach.