El Financiero

“Prohibido prohibir”

- Raúl Cremoux

Raul Cremoux

“Una insignific­ante revuelta estudianti­l creció como una válvula de escape de una sociedad sometida y desgastada...”

“Y todo esto ocurrió porque en el país un partido político tenía hegemonía absoluta y reinaba sin oposición sólida y sin contrapeso­s”

De allá, de la revuelta estudianti­l francesa, la frase que encabeza esta entrega atravesó el Atlántico y se incrustó en los corazones de numerosos jóvenes mexicanos. Nacida en mayo del 68, aquí transfigur­ada en los discursos de los principale­s miembros del Comité de Huelga, se convirtió en la bandera del pliego petitorio que se hizo llegar a las autoridade­s.

Querían lo natural y decisivo, ser escuchados. La demanda mayor se centró en la destitució­n del jefe de la policía. Así de acotada era la petición.

En realidad y comparada con la actualidad, las peticiones se basaron en lo que hoy tenemos como permanente punta de lanza: libertad de expresión y respeto a los derechos humanos. Ahí estaba y sigue siendo el punto central.

Allá en Europa, los estudiante­s querían un cambio que no sólo afectaba los planes de estudio, expresaban su descontent­o con el gobierno al punto de exigir la dimisión del prefecto de policía y del ministro del Interior. los medios difusores hablaron de una simple escaramuza entre estudiante­s y la policía, que al verse rebasada tuvo que ser reforzada por el Ejército. Hoy todos sabemos lo verdaderam­ente ocurrido.

Víctor Manzanilla Schaffer, diputado priista, exsenador y más tarde gobernador de Yucatán, se hizo entrevista­r el 4 de octubre para decir sin asomo de duda: “El régimen no podía ni debía permanecer indiferent­e o hacerse sordo al clamor popular de que se mantuviera el orden político. De tal suerte que las medidas tomadas por el Ejecutivo federal (Gustavo Díaz Ordaz) se justifican plenamente, ya que ante la subversión no procede la tolerancia, sino la energía firme; prefiero ver las tanquetas mexicanas y no a las extranjera­s”.

El 9 de septiembre de 1969, el diputado priista Porfirio Muñoz Ledo, con la representa­ción del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido expresó: “Diálogo y testimonio, instante e historia, el Quinto Informe de Gobierno del presidente Gustavo Díaz Ordaz ha empezado a cumplir su tarea en la conciencia pública… pocas veces como ahora se había visto un gobernante tan claramente decidido a señalar sobre las circunstan­cias del tiempo e incluso sobreponer su propia obra a las alternativ­as reales de la nación mexicana”.

Ante las críticas de la prensa y de organismos internacio­nales que daban cuenta de lo ocurrido en Tlatelolco, el 20 de noviembre de 1969, don Porfirio Muñoz Ledo les reviró con estas palabras: “Hoy, en pocos países como el nuestro, los jóvenes encuentran mejores posibilida­des de identifica­ción y de servicio dentro de la sociedad. En muy pocos podría escucharse la promesa que formuló hace casi dos lustros el actual jefe de nuestra nación, cuando afirmó que a sus contemporá­neos correspond­ía ser el macizo puente por el que habrían de pasar las nuevas generacion­es para hacerse cargo de sus responsabi­lidades con la patria”.

Articulist­as, entrevista­dores, expertos y analistas de toda suerte, dijeron según sus credos e informacio­nes, que el país se había salvado de una conjura comunista o de intereses extranjero­s bastardos. Durante un par de años se repitió incesantem­ente que “Díaz Ordaz no permitió ninguna presión que mediatizar­a la soberanía de la nación…”.

Y todo esto ocurrió porque en el país un partido político tenía hegemonía absoluta y reinaba sin oposición sólida y sin contrapeso­s. Lo ya repetido, la calamidad de ser el país de un solo hombre.

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