El Financiero

A LA CAZA DEL PEZ DORADO

Cuando Eugenio Toussaint se despojó del miedo se deslizó en su propio ser, como si bailase en una esfera acuática, transparen­te, a la vista de todos

- MARÍA EUGENIA SEVILLA msevilla@elfinancie­ro.com.mx FOTO ARTE ALEJANDRO GÓMEZ

“Piano solo no. De plano no me aviento. Porque no sé tocar piano solo”.

Es difícil creer que esas palabras salieron de la boca de Eugenio Toussaint, uno de los pianistas, compositor­es y jazzistas más reconocido­s de México. Pero consta en su biografía. Así le contestó a Juan Carlos Paz y Puente cuando éste le propuso grabar su primer disco como solista. Pocos se imaginan lo que le imponía a Eugenio tocar en solitario.

En su biografía de Toussaint (subtitulad­a Las Tangentes el Jazz y la Academia), Antonio Malacara cuenta que cuando los productore­s le pidieron que tocara algo en el piano para las

cortinilla­s de Suave es la noche, el programa que conducía en Canal 22, pasó lo mismo: “Me dio pavor”, confesó. “Pero después, poco a poco me fui soltando mucho, adquirí confianza en mí mismo como pianista solo. Me di cuenta que sí podía improvisar”. La oferta de Paz y Puente -quien acababa de producirle a Enrique Nery Nocturnal, su disco de piano,

en su sello L&M- inquietó el espíritu de Eugenio, quienlleva­ba al menos cinco años un tanto apartado del jazz, y dedicado principalm­ente a la composició­n de música de concierto. Entonces hizo trampa: “Piano solo no, pero me hago un disco de dos pianos”. Y ahí surgió una de sus obras más importante­s: El Pez Dorado, una rareza grabada en 2002 y lanzada al año siguiente, que se agotó hace tiempo sin que existan planes para su reedición. Eugenio Toussaint:

“El Pez Dorado, a dos pianos, tamnorama

bién me abrió el pa en el senpodía tido de pensar que ser solista”. ¿De dónde el temor, con ese talento probado en décadas de carrera con Sacbé –la legendaria agrupación de jazz que formó con sus hermanos- y con participac­iones al lado de figuras como Herb Alperty Paul Anka? Su hermano Enrique, vía teleneapol­is fónica desde Min–donde radica- comenta:

“Nunca se sintiócomo un gran pianista. Era una insegurida­d un poco tonta de su parte, pero en general los músicos somos inseguros. Nunca estan mos conformes con lo que hacemos”. Además, obraba en contra una de

las caracterís­ticas más admiradas de la familia Toussaint: “Que nosotros éramos autodidact­as al cien por cien. Eugenio no entró a una escuela, tomó clases de música ya grande, en sus veintes, así que creo que esa insegurida­d fue también a raíz de haber aprendido por sí mismo”. También había un asunto de destreza. Eugenio Toussaint nunca fue considerad­o como un virtuoso -su genio tenía que más que ver con el arte que con la gimnasia-, pero había algo que debía compensar: la mano izquierda, que lleva el registro grave en el teclado. Toda su vida había tocado acompañado por un bajo –en Sacbé, el de su hermano Enrique.

“Ese era todo el problema: yo tenía la costumbre de tocar con bajista y estaba demasiado malacostum­brado al uso de la mano izquierda”, cuenta en las páginas escritas por Malacara. En septiembre de 2002, Eugenio entró solo al estudio B de Capitol en Los Ángeles -Rafael Sardina, el ingeniero-, y se sentó ante un piano legendario, donde habían tocado, entre otros, Nat King Cole y Gil Evans. El dueto consigo mismo, aquella muleta para acompañars­e, pronto se desenvolvi­ó en toda su tersura musical: armónicame­nte, señala Enrique Toussaint, creó un efecto singular de orquesta que mucho le debe a su trabajo como compositor de obras de concierto.

“Cuando vivimos en Los Ángeles y tomó clases de orquestaci­ón con Albert Harris hizo muchos ejercicios de extender piezas de piano a orquesta y viceversa. Algo así hizo en este disco”.

Que tampoco significó del todo un retorno al jazz –como suele decirse de El

Pez Dorado- porque, sostiene Enrique, nunca lo dejó: sus composicio­nes de

clásico tienen mucho de jazzístico y surgieron a raíz de improvisac­iones.

EN EL AGUA

La trascenden­cia de El Pez Dorado está en su belleza, su diafanidad casi zen. Muy nutrida por la estética japonesa que tanto le fascinó siempre. “Ese disco refleja muchas cosas de Eugenio que son muy personales, por eso es tan bonito. Lo regresó a la época de cuando éramos niños”, recuerda Enrique.

El Pez Dorado toma su nombre de un cortometra­je japonés cuyo tema musical, compuesto por cuatro autores franceses, impactó al niño profundame­nte. “Siempre que íbamos al cine con mi padre regresábam­os a casa a tratar de sacar el tema de la película, y Eugenio era el primero en tratar de recuperarl­o”, comparte el segundo de los hermanos Toussaint.

El pianista también se refirió al efecto que aquella música tuvo en él: “El

Pez Dorado es quizá uno de los primeros temas de que tenga memoria. Grabarlo removió en mí viejos recuerdos de situacione­s de mi infancia que me renovaron muchos sentimient­os que andaban por ahí perdidos (...). Yo no soy muy llorón, pero cuando estaba tocando esa melodía encima del acompañami­ento, lloré. Realmente me tocó fibras muy intensas”.

El Pez Dorado, único álbum solista de Toussaint, es una de las obras más

entrañable­s para sus seguidores. Su hermano sabe por qué: “Lo que escuchamos en ese disco, es el alma de Eugenio”.

Cuando Eugenio se despojó del miedo, se deslizó en su propio ser, como si bailase, áurico, en una esfera acuática, transparen­te, a la vista de todos.

Por primera vez, la suite El Pez Dorado será interpreta­da en un escenario por alguien más. Alex Mercado y Mario Santos rendirán homenaje al fallecido artista, a iniciativa del productor Octavio Echávarri, el sábado próximo en la inauguraci­ón del Festival Jazz-Mex, en el Centro Nacional de las Artes.

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