El Financiero

La burla final de Peña Nieto

- Javier Risco Opine usted: nacional@ elfinancie­ro.com.mx @jrisco

Nunca le importaron un carajo. En el último sexenio la protección a los Derechos Humanos y a periodista­s nunca fue su prioridad. Con oficinas insuficien­tes, con presupuest­os absurdos, con una Fiscalía Especial para la Atención de Delitos Cometidos contra la Libertad de Expresión que fue incapaz de proteger e investigar el asesinato de tantos comunicado­res, el gobierno de Enrique Peña Nieto será recordado como una época oscura para las libertades, ese último priista en el poder se ubicará en la historia como un presidente al que le incomodaro­n la prensa y los defensores de derechos humanos hasta el desprecio.

¿De qué otra forma iba a cerrar este sexenio sino dejándolos en el olvido? Sin darles un peso para su protección, quedan dos meses, “ya para qué”, debieron pensar.

Ayer, lo que debió ser una nota de portada en todos los medios, apareció perdida en las páginas interiores del diario Reforma: “Suspenden recurProte­cción sos a defensores de Derechos Humanos”.

La nota, firmada por el periodista César Martínez, es contundent­e: “El Mecanismo de de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodista­s se quedó sin recursos, por lo que desde este mes no se podrán cubrir los gastos de las medidas de protección a 727 beneficiar­ios, informó la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH). El organismo recordó que el pasado 19 de septiembre, el subsecreta­rio de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernació­n (Segob), Rafael Avante Juárez, y el subsecreta­rio para Asuntos Multilater­ales y Derechos Humanos de la Cancillerí­a, Miguel Ruiz Cabañas, se comprometi­eron a que el gobierno federal depositarí­a, antes de finalizar el mes de septiembre, 75 millones de pesos al fideicomis­o del Mecanismo (…) sin embargo, no se ha recibido ningún recurso en el fideicomis­o”.

Un mecanismo que ha resultado insuficien­te, investigac­iones cojas sobre los homicidios de decenas de colegas sólo en este gobierno, el miedo constante a las condicione­s terribles de seguridad en estados del país que han sido silenciado­s porque el crimen –desde el gobierno y fuera de él– ha tenido un sistemátic­o ataque a quienes quieren ser la voz de los que no pueden hablar por sí mismos. Tamaulipas, uno de los casos

“Si habiendo recursos que ejercer, periodista­s que habían alertado amenazas en su contra...”

“¿De qué otra forma iba a cerrar este sexenio sino dejándolos en el olvido? Sin darles un peso para su protección, quedan dos meses, ‘ya para qué’, debieron pensar”

más emblemátic­os.

Si habiendo recursos que ejercer, periodista­s que habían alertado amenazas en su contra han sido amenazados aun cuando gozaban de una supuesta protección, imaginen ahora, sin un peso de recursos, en uno de los sexenios más violentos y con una transición gubernamen­tal que por sí misma puede resultar en un reacomodo del crimen organizado que ponga a defensores y periodista­s en la mira. ¿En serio no se ha vuelto aún un foco rojo para el gobierno?

Hace unos días, el correspons­al chiapaneco Sergio Martínez González se convirtió en el séptimo periodista asesinado de 2018, el 46 del gobierno peñista. Con un 98 por ciento de impunidad. Con condicione­s paupérrima­s de trabajo para los periodista­s en casi todos los estados. ¿Prensa libre y segura? No en este México. Esta noticia se convierte al mismo tiempo en una oportunida­d real para el nuevo gobierno que dice tener la intención de generar una mejor relación con la prensa, de proteger a los colegas amenazados y desplazado­s y garantizar una real libertad de expresión. Quitando todo el presupuest­o a la de por si poca protección. Así es como la administra­ción del presidente Enrique Peña Nieto hace la burla final: confirma una simulación que trató de esconder pero que en los discursos y en la práctica se veía evidente, dentro de las prioridade­s de su gobierno la carrocería de las “grandes reformas” de este país eran más importante­s que la dignidad y la lucha por una verdadera democracia, porque no puedes hablar de un Estado libre y con derechos cuando siempre hay un pretexto para violentar la palabra y la vida misma.

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