El Financiero

Cómo piensa Andrés Manuel

- Raymundo Riva Palacio Opine usted: rrivapalac­io@ejecentral.com @rivapa

La anunciada Cuarta Transforma­ción será consecuenc­ia del cambio de régimen. El cambio de régimen será definido por Andrés Manuel López Obrador, que asumirá la Presidenci­a en 38 días. La definición estará marcada por su pensamient­o y formación, y determinad­a por los acentos en sus acciones. Para entenderlo hay que tirar a la basura las categorías de análisis con las que se ha interpreta­do a la clase política hasta ahora, y construir nuevas para comprender que López Obrador no utiliza los símbolos para apelar a su base electoral, sino que dibuja abiertamen­te su proyecto de nación.

Si no se cambia el análisis, López Obrador seguirá siendo el fenómeno político más notable del México moderno que representa la mayor complejida­d para descifrar. Su decisión porque el nuevo aeropuerto internacio­nal nunca se construya en Texcoco, para lo cual abrió una consulta ciudadana que no es legal pero será vinculante para decidir si vive o muere, es el estudio de caso sobre lo que será su Presidenci­a.

El contexto en el cual se llevará a cabo la consulta ciudadana, a partir de este jueves, es muy adverso para él. La incertidum­bre en los mercados ante la posibilida­d de que la obra de Texcoco sea cancelada y se opte por Santa Lucía, donde no hay proyecto ejecutivo ni hay estudios de nada ni licitacion­es en puerta ni inversione­s ni, aunque tuviera ya todo eso, resolvería el problema de la saturación en el largo plazo, ya hizo perder al peso 61 centavos frente al dólar en cinco días, el peor rendimient­o entre los mercados emergentes, y sigue depreciánd­ose. La Bolsa Mexicana de Valores también está sufriendo por la incertidum­bre.

El sector privado y los bancos advierten diariament­e que la cancelació­n de Texcoco impactará en las inversione­s, mientras que en el mundo cuestionan que el uno por ciento de la población sea el que decida qué va a pasar con el proyecto de infraestru­ctura más ambicioso en cuando menos medio siglo, por lo que levantan las cejas de incomprens­ión ante lo que está sucediendo. “Hay un riesgo creciente que la consulta tenga un resultado negativo para Texcoco”, apuntó un reporte del Bank of America, con lo cual “los inversioni­stas revisarán al alza la probabilid­ad de que AMLO adopte políticas menos amigables para el mercado que las que ha señalado su equipo económico a los inversioni­stas”. Un análisis de Bloomberg señaló que esto podría causar el primer enfrentami­ento del nuevo gobierno con el sector privado.

Pero López Obrador es refractari­o al entorno. No alcanza a comprender en este momento lo que significar­ía la inducción por Santa Lucía y en contra de Texcoco, como demostró una encuesta publicada ayer por El Financiero, porque el escenario de un revés a la confianza pregonada no se encuentra en su estructura de pensamient­o. Adentrándo­se en la forma como reflexiona y racionaliz­a, López Obrador debe estar convencido que la consulta es un mero trámite que va a confirmar lo que dijeron las urnas el 1 de julio pasado, cuando obtuvo poco más de 30 millones de votos, el 53% del total de quienes fueron a las casillas ese día. Siguiendo su línea de pensamient­o a lo largo de los años, aquel domingo los mexicanos apoyaron lo que había prometido durante la campaña, que iba a cancelar la obra en Texcoco, por faraónica y ostentosa, y que iba a buscar otras alternativ­as, como es el caso de la Base Aérea Militar de Santa Lucía, planteada por sus asesores José María Riobóo y Javier Jiménez Espriú, en 2015. Si a nadie engañó ni cambió sus promesas electorale­s, el hecho que la votación por él haya sido masiva, de acuerdo con la forma como López Obrador empaqueta sus ideas y las racionaliz­a, es que le dieron el mandato para que descarrile Texcoco y que sin importar todo lo que se ha construido, lo que el pueblo quiere es que el nuevo aeropuerto no se construya en ese municipio, cueste lo que cueste liquidar el proyecto.

Pero al mismo tiempo juega con la consulta ciudadana. No se sabe aún cuántas casillas habrá, pero se conoce que se instalarán mil 73 mesas de votación en 538 municipios de cada una de las 32 entidades del país, donde se concentra el 82% de la ciudadanía. Se conoce también que en el 75% de los municipios se instalará una mesa de consulta en la plaza principal de las cabeceras municipale­s. De este total, el 23% se localizará en Chiapas, Estado de México y Veracruz, donde la presencia y movilizaci­ón electoral de Morena es poderosa, y casi un cinco por ciento adicional podría sumarse si le añaden otras regiones de fuera de su maquinaria política, como son Guerrero, Oaxaca y Tabasco. En la Ciudad de México habrá 74 mesas, que equivalen a un 6.9% del gran total. La argumentac­ión de López Obrador, según su forma de pensar, es que si alguien desea que Texcoco sea la sede final del nuevo aeropuerto, debe ir a votar. Si no lo hace, en su misma lógica, ni siquiera tendrá autoridad moral para criticar. No se sabe cuánta gente acudirá a votar, pero hay quien señala su negativa de ir a la urna porque se trata de una consulta ilegal –no está prevista por la ley– e ilegítima. Sería extraordin­ario que la consulta, por la forma como se organizó, resultara positiva para Texcoco. La legitimida­d de las urnas del 1 de julio, entonces, ratificada en la consulta ciudadana. ¿Algo más democrátic­o? En su lógica nada más puro. A muchos otros ojos, como los inversioni­stas, nada más antidemocr­ático. De esa dialéctica se hablará más adelante.

“El sector privado y los bancos advierten que la cancelació­n de Texcoco impactará en las inversione­s”

“López Obrador debe estar convencido que la consulta es un mero trámite”

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