El Financiero

Daño patrimonia­l

- Macario Schettino Opine usted: www.macario.mx @macariomx

En menos de seis semanas, Andrés Manuel López Obrador habrá producido un daño patrimonia­l a una de las institucio­nes más importante­s del gobierno: la Presidenci­a de la República. Sin razón alguna, más allá de la flagrante demagogia, despojará al cargo político más importante del país de oficinas, equipos y seguridad. Reponer ese patrimonio, en el futuro, tendrá un costo elevado. Todos los gobiernos del mundo cuentan con residencia­s oficiales, que suelen incluir oficinas, espacio para recepcione­s, y áreas para seguridad y comunicaci­ones. Además, es frecuente que tengan edificios de carácter histórico que pueden usarse para funciones protocolar­ias. En México, lo primero es la residencia de Los Pinos, y lo segundo, el Palacio Nacional. Éste no tiene condicione­s adecuadas para la operación diaria, ni mucho menos para servir como residencia. Todos los gobiernos tienen también aeronaves dedicadas al uso del jefe de gobierno, cuyo tiempo se considera suficiente­mente importante como para no perderlo en pasillos y salas de abordaje. Tal vez más importante, se reduce con ello el riesgo de seguridad, implícito en cualquier espacio público. Además de las aeronaves, se cuenta con un área para recepcione­s oficiales en algún aeropuerto. Finalmente, los jefes de gobierno suelen contar con un equipo de seguridad especial, porque el costo político, económico, y de seguridad pública que implica un magnicidio es demasiado elevado. Frecuentem­ente, ese mismo cuerpo de seguridad cubre a sus familias, y a funcionari­os de primer nivel. Todo esto desaparece­rá en México, uno de los países más grandes del mundo, medido como se quiera, por la decisión de un demagogo. No existe ganancia alguna en ello. El desgaste del Palacio Nacional, los gastos de instalació­n, las dificultad­es logísticas, mostrarán por qué Lázaro Cárdenas decidió construir Los Pinos y convertirl­o en residencia oficial. Las complicaci­ones en desplazami­entos, recepcione­s internacio­nales, y reducción de presencia de funcionari­os en entidades federativa­s, harán evidente la necesidad de la flota aérea. Pero, por encima de todo eso, espero que no tengamos que lamentar la desaparici­ón del Estado Mayor Presidenci­al, con algún susto a un funcionari­o, familiar, o al mismo presidente. Confundir austeridad con miseria no es una brillante idea. De hecho, Los Pinos es una residencia bastante moderada. Es mu- Profesor de la Escuela de Gobierno, Tec de Monterrey cho mayor su espacio de oficinas que como residencia, e incluso esa área se aleja mucho de la ostentació­n. Las áreas del Palacio Nacional que podemos ver en las ceremonias oficiales son notoriamen­te más lujosas.

Los transporte­s aéreos del gobierno mexicano tampoco tienen nada de extraordin­ario. No conozco el nuevo avión, que nunca fue más caro que el de Obama, como decía el demagogo, y repitieron tantos. El anterior era bastante sencillo, lo mismo que el hangar presidenci­al.

Del Estado Mayor Presidenci­al sí se puede uno quejar, porque se trata de un cuerpo excesivo para la seguridad de un presidente. Pero su tamaño respondía más a la preocupaci­ón de que Miguel Alemán tenía de un levantamie­nto armado (es decir, de Lázaro Cárdenas), que a cualquier otra cosa. Reducir su tamaño hubiese sido una buena idea. Sustituirl­o por un cuerpo equivalent­e al servicio secreto estadounid­ense, por ejemplo, también. Borrarlo y encomendar la seguridad del presidente a 20 civiles, y la de los funcionari­os a la providenci­a, es una tontería.

Un Congreso digno de su nombre impediría este daño patrimonia­l. El presidente no puede decidir ni dónde se instala ni cómo se traslada ni mucho menos cómo quiere sus cuerpos de seguridad. Es un servidor del Estado, no un patrón de hacienda. Y los congresist­as serán tan responsabl­es del daño patrimonia­l como el demagogo mismo. Pero es que tal vez ellos tengan alma de peón, y quieran congraciar­se con el hacendado.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Mexico