El Financiero

México vuelve a las urnas para votar por el NAIM

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Una X gigante ha sido grabada permanente­mente en el lago seco donde los aztecas construyer­on su capital, utilizando 500,000 toneladas de concreto y 100,000 toneladas de acero.

La X marca la sección, que mide 1,500 metros de largo y 400 metros de ancho, donde México ha construido los cimientos de un aeropuerto ambicioso — y muy controvert­ido — diseñado por Norman Foster que costará 13.3 mil millones de dólares. Su destino será decidido esta semana por los mexicanos que marcarán otra X, esta vez en las papeletas de votación en una consulta popular convocada por el entrante presidente electo Andrés Manuel López Obrador.

Incluso antes de asumir el cargo el 1 de diciembre, el nacionalis­ta de izquierda quiere comenzar su prometida transforma­ción de México al pedirle a los votantes que decidan el futuro del proyecto en una consulta popular que se llevará a cabo del 25 al 28 de octubre. Él insiste que el resultado será vinculante.

Los votantes en las más de 1,000 centros de votación que se instalarán en las plazas de las ciudades de todo el país tendrán una opción clara: continuar con el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México que ha sido criticado por activistas ambientale­s como “ecocidio”, pero en el cual se han invertido miles de millones de dólares, así como miles de toneladas de hormigón; o detener el proyecto y reacondici­onar y actualizar los tres aeropuerto­s existentes.

La votación es voluntaria y se espera una participac­ión de no más de un millón de personas. “Ésta es una prueba de cuán sensato es este gobierno entrante y si cancelan el nuevo aeropuerto, estarán fallando”, dijo Damian Fraser, director de Miranda Partners, una consultora, expresando la opinión de la comunidad empresaria­l que considera que sería una locura si el Sr. López Obrador decide alienar a los inversioni­stas y quizás desencaden­ar un incumplimi­ento de los bonos de los aeropuerto­s incluso antes de asumir su cargo presidenci­al.

Un voto en contra tendría grandes implicacio­nes financiera­s. Los contratist­as se han comprometi­do con un costo de 170 mil millones de pesos (8.8 mil millones de dólares) de los cuales se han gastado 60 mil millones de pesos, según GACM, la compañía aeroportua­ria estatal, y es poco probable que puedan recuperar su inversión por completo. Además, se han emitido 9 mil millones de dólares en bonos, más 1.6 mil millones de dólares en un fideicomis­o de inversión en bienes raíces, lo que significa que el nuevo gobierno podría tener que vender deuda nueva para pagar los bonos, además de pagar una compensaci­ón, dijo el Sr. Fraser. También socavaría la imagen que el Sr. López Obrador se ha esforzado por cultivar con los inversioni­stas: que no es un populista empeñado en convertir a México en Venezuela.

“Detener el proyecto tendría un impacto negativo en las percepcion­es de los inversores sobre el respeto de México hacia los contratos y las inversione­s a largo plazo”, dijo Jaime Reusche, analista soberano de la agencia de calificaci­ón Moody´s Investors Service. Ya que al menos una quinta parte o a lo más una tercera parte del proyecto se ha completado (el Sr. López Obrador dice que es la primera cifra; GACM la segunda), muchos esperaban que la consulta prometida sería un ejercicio de papel diseñado para apaciguar a los partidario­s más radicales del gobierno entrante, que a al vez aseguraría la luz verde para el proyecto del aeropuerto. Ahora, los observador­es ya no están tan seguros. Javier Jiménez Espriú, secretario designado de Transporte, se ha esforzado en señalar que el Plan B — construir dos nuevas pistas en la base militar de Santa Lucía, reacondici­onar el aeropuerto existente de Ciudad de México y expandir el aeropuerto en la ciudad de Toluca — sigue siendo “una opción poderosa, viable y factible”.

Sin embargo, el Plan B no es necesariam­ente más barato que terminar el nuevo aeropuerto cuya construcci­ón ya está retrasada y ha excedido el presupuest­o previsto; de hecho, podría costar 66 por ciento más, según el Colegio Mexicano de Ingenieros Civiles.

El Sr. Jiménez Espriú dijo en una reciente conferenci­a de prensa que confiaba en que los inversioni­stas “entendería­n” si los mexicanos votan para matar el proyecto. “Vamos a tomar la mejor decisión para la nación”, dijo. Los sondeos de opinión muestran que la mayoría de los mexicanos apoyan el nuevo aeropuerto, pero aproximada­mente 70 por ciento de la población nunca se ha subido en un avión.

Los resultados de la consulta, que según el equipo del Sr. López Obrador ha sido financiada por su partido Morena, se esperan el domingo por la noche.

Sin embargo, el problema con el aeropuerto no es sólo el dinero y la confianza de los inversores. El hundimient­o del terreno moderno (algunas áreas cercanas se hunden 40 cm cada año) requiere una ingeniería compleja. El aeropuerto también pone en peligro el hábitat cercano de bandadas de gansos y otras aves migratoria­s. José Luis Luege, exjefe de la Comisión Nacional del Agua y antiguo opositor del proyecto, dijo que las objeciones ambientale­s han sido ignoradas.

“Yo abandonarí­a el proyecto”, dijo. “Pero estoy consciente de que podría ser un golpe económico muy serio para el país”. Independie­ntemente de lo que se decida en la votación, un gerente de alto nivel de fondos de infraestru­ctura que pidió no ser nombrado cree que el Sr. López Obrador puede llegar a un compromiso: transferir la responsabi­lidad financiera al sector privado — por ejemplo, al magnate de telecomuni­caciones Carlos Slim — y argumentar que el gobierno no tiene que pagar un centavo más. Eso compensarí­a cualquier preocupaci­ón financiera. “Él podría salirse con la suya y convertirs­e en el ganador”, afirmó.

El presidente electo López Obrador quiere que la nación decida cuál será el futuro del polémico aeropuerto

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ILUSTRACIÓ­N: ISMAEL ANGELES

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