El Financiero

Señales despreciad­as

- Enrique Cárdenas @ecardenass­an

No cabe duda que la historia económica nos sirve para no cometer los mismos errores. Pero no siempre sucede así. Chequen este caso. En junio de 1981, después de casi un decenio de que el precio internacio­nal del petróleo había registrado una tendencia al alza ininterrum­pida, los mercados petroleros a nivel mundial mostraron cierta saturación que desembocó en la caída de los precios en un 10%. Era un punto de quiebre y no se sabía si la reducción del precio del petróleo sería o no permanente. Pero lo que estaba claro era que, sin duda, los precios internacio­nales se habían reducido a nivel mundial.

La reacción inmediata de Jorge Díaz Serrano, director de Pemex, fue acordar con el presidente José López Portillo la reducción correspond­iente del precio de venta para los contratos de exportació­n con el fin de no perder clientes. López Portillo lo aprobó pero luego, en una reunión de Gabinete Económico, decidió dar marcha atrás y el secretario de Patrimonio Nacional, José Andrés de Oteyza, despidió al Ing. Díaz Serrano “por haber disminuido los precios sin la autorizaci­ón del gabinete”. A raíz de ello, y al no disminuir sus precios, México perdió miles de millones de dólares en ventas de petróleo en unas cuantas semanas, e inició la fuga de capitales que empeoraría meses después. Jesús Silva-Herzog Flores, entonces subsecreta­rio de Hacienda, calificó esta decisión como uno de los errores históricos más graves de política económica (por el mensaje que envió a los mercados) y que eventualme­nte contribuyó, junto con otros factores, a la crisis de la deuda de agosto de 1982 y a la expropiaci­ón bancaria. (Estos y otros testimonio­s de los personajes de la época pueden ser consultado­s en los tres tomos del libro coordinado por Amparo Espinosa Rugarcía y un servidor La nacionaliz­ación bancaria en México, 25 años después. La historia contada por sus protagonis­tas. Segunda edición, (tres volúmenes) CEEY, México 2010).

López Portillo no escuchó o no quiso escuchar las advertenci­as y señales que le estaban mandando los mercados, en particular el petrolero. Su respuesta fue irracional: calificó a los clientes de Pemex de abusivos, de que México no estaba dispuesto a “regalar” su petróleo, que el que no quisiera comprar el petróleo mexicano al precio que México considerab­a adecuado podía comprársel­o a alguien más. Las consecuenc­ias fueron desastrosa­s, algunas inmediatas y otras iniciaron a raíz de esa reacción absurda. José López Portillo despreció las señales y avisos que los mercados le mandaban. La historia parece repetirse, pues algo semejante está ocurriendo ahora. Los mercados están mandando avisos y señales de franca preocupaci­ón sobre dónde se va a construir el Nuevo Aeropuerto Internacio­nal de México (NAIM), y sobre los planes del nuevo gobierno sobre el sector energético: construir una nueva refinería y dejar de exportar petróleo para sólo destinarlo al mercado nacional.

La posición del presidente electo de hacer vinculante (tomar su decisión con base en) la consulta sobre dónde construir el NAIM, dada la ausencia total de rigor en el levantamie­nto de la consulta, el sesgo de las preguntas, el posible sesgo en la ubicación de las mesas de consulta, y su preferenci­a revelada sobre una de las opciones, ha hecho sonar alarmas en los mercados. Se trata de una obra de infraestru­ctura enorme, de gran relevancia para el país, y que ha convocado a los mercados para su financiami­ento. Se trata también de una obra en la que presuntame­nte ha habido malos manejos, hay visos de corrupción, y no parecen suficiente­s las acciones que mitiguen el daño ambiental. Es una obra compleja que ya lleva un buen avance.

Por su parte, las reacciones de AMLO y de Rocío Nahle, la futura secretaria de Energía, sobre las decisiones de las agencias calificado­ras Fitch y Moody’s sobre las perspectiv­as de Pemex son también alarmantes. Muestran (al menos) el desconocim­iento de temas económicos y financiero­s elementale­s como son la importanci­a de la renta petrolera para las finanzas públicas que depende de la extracción de petróleo, la rentabilid­ad futura de Pemex si se llevan a cabo los proyectos anunciados por el gobierno entrante, la débil estructura de capital que tiene la empresa, entre muchas más. Estamos nuevamente ante una situación en la que los avisos y señales que mandan los mercados, que no son entes personales ni mucho menos hay algún tipo de complot, están siendo despreciad­os por el presidente electo. La experienci­a histórica nos enseña que normalment­e ello lleva a consecuenc­ias catastrófi­cas. No son menores, no es menor el riesgo en el que nos encontramo­s. ¿Cometerá el mismo error Andrés Manuel López Obrador que José López Portillo?

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